Por esta razón las mujeres no pueden terminar sus relaciones abusivas

Por Daniel G. Saunders; traducido por Daniela Silva

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Stocksy/GIC
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"Si fuera un monstruo todo el tiempo, tal vez hubiera sido más fácil irme. Pero a veces era amable y sensible. Así que me quedé".

"Así que me quedé".

En una publicación de blog ampliamente leída, Jennifer Willoughby escribió esta frase después de cada una de las muchas razones por las que soportó su matrimonio abusivo con el exasistente de la Casa Blanca Rob Porter.

Las razones de Willoughby son consistentes con las que cientos de mujeres maltratadas informan a los investigadores. Muchas veces, estas son mujeres atrapadas en una telaraña hecha a partir de aislamientos, abusos de confianza y miedos reales de que les hagan más daño si se van. También pueden sentirse atrapadas cuando se encuentran con la indiferencia de los demás o, peor aún, con los insultos que aumentan sus daños.

Soy especialista en labor social cuya investigación se centra en los problemas de las citas y la violencia doméstica. Mi colega Deborah Anderson y yo, así como otros investigadores, hemos publicado reseñas de muchos estudios sobre las barreras que enfrentan las mujeres para dejar a sus abusadores. Encontramos el grupo de barreras en varias áreas.

No es sorprendente que la falta de recursos materiales, como no tener un trabajo o tener ingresos limitados, sea un factor importante. La falta de apoyo, e incluso la culpa, de familiares, amigos y profesionales puede aumentar la sensación de impotencia provocada por el abuso.

También está el temor constante, basado en la realidad, de que el abuso y el acoso continuarán o escalarán después de irse. El riesgo de homicidio, por ejemplo, aumenta durante un tiempo después de que una mujer deja a su pareja abusiva.

Las razones psicológicas por las que las mujeres se quedan son naturalmente menos visibles, lo que dificulta que muchos comprendan y simpaticen con las víctimas.

Willoughby dice que la primera etapa por la que suelen pasar las mujeres es pensar que algo anda mal con ellas. ¿Su respuesta? "Así que trabajé en mí y me quedé".

Luego describió otras razones: "Si fuera un monstruo todo el tiempo, tal vez hubiera sido más fácil irme. Pero a veces era amable y sensible. Así que me quedé".

Willoughby ilustra los temas que se encuentran comúnmente en nuestro estudio: abusadores que pasan de ser extremadamente buenos a ser unos monstruos; la víctima siente compasión cuando el abusador se disculpa; la víctima se aferra a la esperanza de que el abusador cambie; y el abusador destruye la confianza de la víctima.

La otra ex esposa de Porter, Colbie Holderness, describió el último tema de la siguiente manera: "… sus diatribas degradantes durante años desmembraron mi independencia y mi autoestima. Me alejé de esa relación muy diferente de la persona que era cuando todo empezó… Tuve que tomar un permiso prolongado de la escuela de postgrado porque estaba deprimida y no podía terminar el trabajo".

Irse muchas veces es un proceso complejo que involucra varias etapas: minimizar el abuso e intentar ayudar al abusador; llegar a ver la relación como abusiva y perder la esperanza de que la relación mejorará; y, finalmente, concentrarse en las propias necesidades de seguridad y cordura y luchar para superar los obstáculos externos.

¿Los obstáculos para irse son diferentes para las mujeres casadas con hombres prominentes y muy respetados, el mariscal de campo estrella, el capitán del ejército, el ministro?

La investigación sobre este tema es escasa. Sólo existe una revisión de estudios de casos y una encuesta de las personas casadas con oficiales de policía. Ambos muestran que, además de los obstáculos descritos anteriormente, estas parejas suelen ser reacios a denunciar el abuso por dos motivos.

Primero está el miedo a arruinar la carrera de su pareja.

Cuando Willoughby fue a pedir ayuda, dijo que le aconsejaron "considerar con mucho cuidado cómo podría afectar su carrera lo que dijera", y agregó con resignación: "Así que mantuve la boca cerrada y me quedé".

La segunda razón para permanecer en silencio es el miedo a que nadie les crea.

"Todos lo querían", dijo Willoughby. "La gente me decía todo el tiempo lo afortunada que era. Gente extraña le hacía cumplidos cada vez que salíamos". Al parecer, como resultado, "amigos y clérigos no me creían. Así que me quedé".

Del mismo modo, Holderness dijo que "una naturaleza abusiva ciertamente no es algo que la mayoría de la gente pueda detectar en un entorno profesional, especialmente si están cegados por un currículum y antecedentes estelares".

Holderness agregó que los clérigos no "abordan por completo los abusos que suceden".

Al contrario, dijo: "No fue hasta que hablé con un consejero profesional que alguien me entendió".

Los relatos de las exesposas de Porter le hacen eco a las de Charlotte Fedders, quien compartió su caso de matrimonio abusivo con el jefe de Securities and Exchange Commission en su libro de 1987 "Shattered Dreams".

Hace poco, Fedders notó las similitudes con Willoughby y Holderness. La gente decía de su esposo: "debe ser maravilloso vivir con él, ya que es encantador e inteligente".

Las respuestas del público y los profesionales pueden dificultar el hecho de que las víctimas se vayan. Por ejemplo, en un estudio, la gente dijo que era menos grave atacar a una pareja que a un extraño, incluso cuando se utilizó el mismo nivel de fuerza.

Y aunque la aceptación pública del abuso doméstico ha disminuido con el tiempo, aún se culpa a las víctimas por su abuso y siguen existiendo puntos de vista sexistas, como la creencia de que la discriminación contra las mujeres ya no es un problema y los hombres y las mujeres tienen las mismas oportunidades.

Incluso los profesionales no son inmunes a tales actitudes. En diversos entornos, como la atención médica , la terapia marital y el tribunal familiar, los profesionales muchas veces no preguntan sobre el abuso. O bien, si oyen hablar del abuso, culpan a las víctimas por desencadenarlo o no les creen.

Los profesionales con frecuencia insisten en corroborar los informes oficiales sin dar crédito a los informes de las víctimas. Sin embargo, el miedo y la vergüenza detienen a las víctimas. Menos de la mitad de los sobrevivientes de abuso doméstico informan a la policía o a los trabajadores de la salud.

En nuestros estudios, examinamos las actitudes, incluidas las de los oficiales de policía, los jueces, las enfermeras y los médicos. Echarle la culpa a la víctima y la renuencia a creer en los informes de victimización de las mujeres se encontraron estrechamente vinculados con opiniones sexistas.

Afortunadamente, hay capacitación profesional sobre cómo responder al abuso doméstico, desde programas para clérigos hasta jueces y agentes del orden público. Y para luchar contra los prejuicios de género, el Centro Nacional de Tribunales Estatales está aplicando nuevas estrategias, tales como ejercicios que aumentan la conciencia sobre el sesgo involuntario.

En última instancia, tenemos que evitar el abuso doméstico para evitar que suceda en primer lugar. Involucrar a niños y hombres es un enfoque prometedor, como ayudar a los entrenadores de la escuela secundaria a modelar un comportamiento respetuoso para sus atletas y alentar a los padres a ser más cariñosos con sus hijos.

Mientras tanto, se requiere poca o ninguna capacitación para los profesionales, o para cualquier otra persona, para validar las experiencias de las víctimas y así ayudarlas a construir la fuerza interna para irse.

Podemos hacer esto al repetir lo que Jennifer Willoughby le dijo recientemente a las víctimas: "Por favor, sépanlo: es real. No estás loca. No estás sola. Yo te creo".

Publicado originalmente en VICE.com

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