Expertos aseguran que esto se debe a una profunda incomprensión del mundo y a una supremacía de las grandes cadenas o medios de EE.UU. y de Europa, que acaban por imponer su agenda.
La noche del viernes 13 de noviembre del 2015, París fue víctima de seis ataques terroristas en distintos puntos de la ciudad que dejaron poco más de 130 muertos y más de 350 heridos. Los atentados fueron reivindicados por el Estado Islámico, y en la sala de conciertos Bataclan, donde encapuchados detonaron varias granadas, murió la mayor cantidad de personas: cerca de 80.
En todo el mundo, millones de personas cambiaron sus fotos de perfil de redes sociales por la bandera de Francia y usaron los hashtags #PrayForParis y #JeSuisParis —#RezaPorParís y #YoSoyParís, en español— , que se hicieron tendencia mundial en pocas horas. Las televisoras internacionales se volcaron en la cobertura de estos hechos y la prensa lo reportó en sus portadas.
En octubre del 2017, Somalia sufrió el peor atentado terrorista en su historia. Al menos 500 personas murieron y 300 más resultaron heridas, luego de que dos coches bomba explotaran en Mogadiscio, la capital del país africano. La cobertura mediática fue escasa y millones ni siquiera se habrán enterado.
Es común que cualquier tiroteo, terremoto, tsunami o explosión de alguna bomba en un país de América o Europa, haga que la sociedad se vuelque por distintos medios a externar su solidaridad con las víctimas.
Pero, ¿por qué no ocurre lo mismo cuando se trata de una tragedia que se cobra cientos de vidas y destroza urbes enteras en algún lugar de Asia, África, Medio Oriente u Oceanía?
Hay quienes piensan que sólo se trata de una cuestión de proximidad geográfica. Los expertos, sin embargo, creen que esta aparente insensibilidad tiene origen en algo mucho más profundo.
Sociedades del espectáculo y distancia entre culturas
Camilo Gamba es especialista en temas internacionales por la Universidad del Rosario, de Bogotá, Colombia, y considera que hay dos causas principales que explican dicha actitud: una tiene que ver con los medios de comunicación y, la otra, con una cuestión cultural.
Según él, afirmar que se trata de 'insensibilidad' resulta un poco reduccionista. Más bien considera que, en el caso de los medios de comunicación, debería prestarse más atención al hecho de que existe una supremacía en el poder de influencia de la información generada por ciertos países.
"El tipo de noticias que generalmente consumimos en Latinoamérica, por ejemplo, se alimenta de lo que producen las cadenas internacionales que provienen de potencias como Estados Unidos, o de otros países de Europa, considerados como de primer mundo", explica.
Aunado a ello, dice, existe una visión generalizada de que hay mejores ciudades, en donde se piensa que 'no debería pasar nada malo', porque cuentan con estrictos mecanismos de control de seguridad.
Por eso, cuando en una nación considerada 'impenetrable' ocurren hechos violentos o catástrofes naturales extraordinarias, las alarmas se encienden en la mente de las sociedades que sienten próximas a las víctimas.
Gamba dice que el otro aspecto a tomar en cuenta es la empatía cultural. Lo cual, a su vez, en gran medida se deriva de la incomprensión que la cultura occidental tiene respecto de la oriental.
"Tendemos a pensar que alguien en Asia o en África es tan distinto, que viene de un mundo aparte. Generalmente no sabemos mucho de ellos, de sus tradiciones y modos de vida. Entonces, encima de que no nos llegan demasiadas noticias de allá, tampoco hacemos un gran esfuerzo por investigarlas y comprenderlas".
Tragedias que no erizan la piel
Siria atraviesa actualmente por una cruenta guerra civil que, según último corte del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, se ha cobrado la vida de cerca de 350.000 personas desde el comienzo del conflicto, en 2011.
De esta cifra, reportó la misma fuente, 103.000 eran civiles y perdieron la vida en ataques de artillería y aéreos, por disparos o en prisión. De ellos, 19.116 eran menores de edad y 12.041, mujeres.
Sin embargo, la cobertura mediática de cualquier episodio violento en Siria, comparado con la que tuvo, por ejemplo, el tiroteo del 14 de febrero de este año en una escuela secundaria de Florida, Estados Unidos, ha sido mucho, mucho menor.
En los noticieros o periódicos de América Latina no se observa información de Siria muy destacada; en cambio este último hecho en Estados Unidos —en el que hubo 17 víctimas letales y 15 heridos— fue ampliamente cubierto por los diarios y noticieros televisados; e incluso las redes sociales se desbordaron lo mismo de condolencias, que de indignación.
Primero, porque el autor del crimen era un joven de 19 años con una herencia millonaria a la cual aún no puede acceder por su edad; luego el debate se nutrió de opiniones acerca de las políticas de venta de armas en Florida, y llegó hasta la discusión de por qué un policía que rondaba la secundaria no corrió a auxiliar de inmediato cuando escuchó los disparos. Todo quedó documentado.
Gambia opina que no está mal que se les dé tanta cobertura a estas tragedias, pero que hablar en la misma medida de la avalancha de desgracias que ocurren en otras partes del mundo, también debería ser imperativo para todos.
"Y no se trata de una responsabilidad exclusiva de los medios de comunicación. Todos vivimos en el mismo mundo y, sólo por eso, debe importarnos y preocuparnos cualquier cosa que ocurra en él", dice.
Publicado originalmente en VICE.com