Nada tan mexicano como largarte de México para hacer cine.
En cuanto Guillermo del Toro tuvo en sus manos las estatuillas a Mejor Director y Mejor Película en los premios Oscar de este año, las felicitaciones no tardaron en aparecer pero tampoco los reclamos. Por ejemplo, hubo quienes encontraron algo de qué quejarse, no importa qué tan absurdo:
El Oscar para Mejor Director es: Guillermo del Toro. Su primer Óscar. Ni una palabra en español. No le costaba nada gritar ¡Viva México! Pero no lo hizo. Simple, ya no sé asume mexicano ni hispanoparlante.
— Jesús Martín Mendoza (@JesusMartinMx) March 5, 2018
Y otros, por su parte, aprovecharon para retorcer los hechos de maneras inesperadas:
Me van a linchar, pero @Televisa fue escuela de muchos mexicanos en los #Oscars
Guillermo del Toro – La Hora Marcada
Eiza González – Amores Verdaderos
Salma Hayek – Teresa
Diego Luna – El Premio Mayor
Eugenio Derbez – Derbez En Cuando
Gael García: El Abuelo y yo#FelizLunes— MAX HEREDIA (@maxfreixenet) March 5, 2018
La realidad es que Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu —los tres directores mexicanos más importantes del momento— migraron a Hollywood hace años. Ellos han ganado cuatro de las últimas cinco entregas de los Premios de la Academia en la categoría de Mejor Director, y cada victoria ha venido acompañada de felicitaciones de políticos y representantes de instituciones… cuyo trabajo históricamente ha sido una afrenta a la labor cinematográfica del país, con un sistema lento para ayudar pero rápido para colgarse medallas.
Un ejemplo concreto es lo que ocurrió durante la producción de la próxima película de Alfonso Cuarón. Dieciséis años después de Y tu mamá también, Cuarón regresó a Ciudad de México para filmar Roma, un drama sobre una familia de clase media ambientado en la década de los setenta. El rodaje enfrentó toda clase de dificultades: desde un enfrentamiento con funcionarios de la delegación Cuauhtémoc hasta un robo, mismo que la Secretaría de Seguridad Pública se apresuró en reportar como falso. ¿Qué más mexicano que migrar en busca de mejores condiciones de trabajo?
En el caso de Guillermo del Toro las razones para dejar el país fueron mucho más que dificultades para filmar. En 1993, durante la producción de Mimic, Del Toro recibió la noticia de que su padre, Federico, había sido secuestrado en su natal Guadalajara y que se pedía una recompensa de un millón de dólares por su vida. Del Toro había invertido todo su dinero en ésta, su primera producción internacional, y había agotado todos sus ahorros. El secuestro se resolvió hasta que James Cameron le entregó el dinero del rescate y lo puso en contacto con un experto negociador para hacer el intercambio. Después de muchas investigaciones, los criminales recibieron sentencias cortas y el dinero jamás fue recuperado. Del Toro decidió mudarse junto con su familia.
En su discurso tras recibir la estatuilla de Mejor Director, Del Toro señaló que desde hace 25 años él es un inmigrante que ha vivido en un país lleno de ellos. Cuando fue el momento del segundo discurso, el cineasta señaló cómo creció viendo películas extranjeras e invitó a la gente joven a compartir sus historias, como Steven Spielberg lo había invitado a sentirse orgulloso de ser parte de un legado importante. Así, él invitaba a más gente a que lo acompañara, sosteniendo la batuta que le dejó Spielberg para guiar a la próxima generación.
Y todavía hay quien se pregunta por qué estos directores prefirieron migrar. Y quien exige de ellos una cuota de mexicanidad sin detenerse a pensar en la increíble diversidad del ser mexicano. Nadie se le hace de pedo a España a Nacho Vigalondo por hacer películas con Anne Hathaway y Jason Sudeikis, ni a Juan Antonio García Bayona por hacer lo propio con los dinosaurios de la próxima secuela de Jurassic World. Larga vida al cine mexicano… donde quiera que se esté haciendo.
Publicado originalmente en VICE.com