Historias no contadas desde las entrañas de una infame prisión brasileña

Por Débora Lopes; traducido por Juan Regis

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El cineasta y fotógrafo, João Wainer, habla de los años que pasó tomando fotos en la que fuera la prisión más grande de Latinoamérica.

Existe una importante tríada que encapsula la carrera del cineasta brasileño, João Wainer: la cinta Pixo (2009), el surgimiento del canal TV Folha en 2011, y sus fotografías de la ya demolida penitenciaría de São Paulo —conocida comúnmente como Carandiru—, en alguna época la más grande de América Latina.

Poco tiempo después de que se internara en Carandiru por primera vez en 1998, Wainer fue trasladado al Amarelão ("el amarillo"), un área donde mantenían a los prisioneros amenazados de muerte y demasiado asustados como para salir. El ambiente era sofocante, insalubre. "Recuerdo que mis lentes se empañaron por el calor que hacía en es lugar", dice Wainer.

En Brasil, Carandiru es mejor conocido como el sitio de la masacre del 2 de octubre de 1992, día en que estalló una pelea campal que resultó en la muerte de 111 reos; la demolición de la penitenciaría, el 8 de diciembre de 2002, también acaparó los reflectores. No obstante, la memoria de Wainer está ocupada por otras imágenes, como el evento de moda donde participaron los reos transgénero desfilando por una pasarela y en el que recibieron una gran ovación. O como el día que los prisioneros amenazaron con iniciar un motín. "Nunca sentí miedo ahí adentro. Nunca", afirmó.

VICE platicó con Wainer sobre su experiencia en Carandiru.

Reo de Carandiru. Todas las
Reo de Carandiru. Todas las foto de João Wainer

VICE: ¿Recuerdas con exactitud cuando entraste por primera vez a Carandiru? ¿Cuándo fue?
João Wainer: Sí. Fui en 1998 con Folha de S. Paulo [un diario brasileño]. Entré con un reportero y fui a ver el Amarelão. No tenía idea que pasaría tanto tiempo en ese lugar.

¿Cuál fue tu impresión en el primer día?
Fue muy aterrador, en especial porque el primer día fuimos a una de las partes más horrorosas de la prisión. Recuerdo que uno de los miembros del personal nos jugó una broma. Llegamos la lugar y había un olor nauseabundo. Recuerdo que mis lentes se empañaron por el calor que hacía. Los reos de ahí nunca veían la luz del sol, tampoco salían. Así que el tipo abrió la puerta y dijo, "oigan, si alguien quiere bajar, adelante. No pasa nada". Como era de esperarse, nadie se movió. El tipo empezó a reírse.

El Amarelão también era el lugar donde mantenían a los hombres que habían estado en peleas brutales. La gente que se sentía amenazada de gravedad pedía que los llevarán ahí. Si no me equivoco, fuimos al cuarto piso del quinto Pabellón —el Quinto Pabellón era el más seguro—.También había hombres transexuales. Pero en el cuarto piso nadie veía el sol.

Prisoners transexuales en el Pabellón
Prisoners transexuales en el Pabellón 5 de Carandiru

¿Cuándo tomaste fotos en Carandiru?
Estuve ahí de 1998 a 2002, cuando fue demolida. Precisamente después de mi primera vez en ese lugar, conocí a [la actriz] Sophia Bisilliat , y nos unimos con [el periodista] André Caramante y [la fotógrafa] Maureen Bisilliat. Empezamos a trabajar de manera más sistemática. Solía ir a la penitenciaría dos o tres veces a la semana.

Estaba a nada de preguntarte eso. ¿Se te ocurrió la idea de tu libro Aqui Dentro (2002) durante tus primeras visitas?
No fue así. Sophia se encontraba trabajando ahí en un proyecto llamado "Imprisoned Talents", en el que impartía clases de arte a los reos. De ese proyecto nació 509-E [un grupo de rap] y muchas otras cosas emocionantes. Ella consiguió el sello discográfico. Sólo éramos ella y yo. Dos años después, André y Maureen se nos unieron, pero ellos ya estaban enfocados en escribir el libro.

Dexter y Afro-X en la
Dexter y Afro-X en la celda donde nació el grupo de rap

Leí que recorrían la prisión sin ningún tipo de supervisión.
Solía entrar a trabajar a Folha a las 4 a.m. Salía rumbo a Carandiru a las 8 a.m. y salía a las 3 p.m. Comía algo entre horas y me quedaba a trabajar hasta la medianoche. Hacía eso unas tres veces a la semana. Sophia era muy respetada en la prisión, lo cual nos abrió muchas puertas. Pudimos obtener credenciales para poder entrar directamente. No necesitábamos supervisión o algo similar. Por un largo período gozamos de mucha libertad.

“Si piensas constantemente lo que cada persona hizo para estar ahí, no hay forma de que puedas tener una conversación decente”.

¿Qué tipo de relación tuviste con los presos? ¿Eran hostiles?
No. Mi relación con ellos siempre fue buena. Entré con Sophia, quien era conocida como la persona que trabajaba en el proyecto para ayudar a la población general de la prisión. El hecho de entrar con ella hizo que me vieran desde otra perspectiva. Sophia había trabajado en prisiones por muchos años. Creo que la clave para sobrevivir en medio de todo —vivir, platicar, y tener una buena relación con los presos— fue que nunca juzgamos a nadie. Nos despojamos de eso por completo. No somos policías, ni abogados, fiscales, ni nada de eso. No estaba ahí para juzgar, sino para tratar de entender ese lugar y el sufrimiento de la gente. Cuando intentas despojarte realmente de los prejuicios, todo es más fácil. Si piensas constantemente lo que cada persona hizo para estar ahí, no hay forma de que puedas tener una conversación decente.

Si lo haces, te jodes.
Estás jodido. He intentado no juzgar a los demás toda mi vida. Si quisiera juzgar a alguien, me volvería juez o qué sé yo.

Un partido de futbol en
Un partido de futbol en Carandiru

¿Tuviste alguna vez un día agotador que te infundió miedo?
En una ocasión estábamos adentro vimos cómo estalló un motín. Habían organizado una fiesta y querían meter canastas con comida, pero los supervisores no lo permitieron. Entonces, los prisioneros empezaron a revelarse. Todos salieron al patio y los líderes se reunieron. Nos ordenaron que nos quedáramos adentro, pero al final del día optaron por hacer nada.

Si algo hubiera pasado, ¿crees que habrías sido protegido o no?
Habríamos tenido protección total porque todo lo que hacíamos estaba avalado por los reos y la administración. Nunca sentí miedo por lo mismo, nunca.

¿A qué te refieres con "administración"?
A los empleados. Teníamos un acuerdo con los empleados y con los líderes de la prisión. Me sentía muy seguro ahí dentro. No había secretos. Hablábamos de frente. Aprendí mucho estando ahí. Nunca antes había compartido esta anécdota, pero sin duda una de mis mejores lecciones la aprendí ahí dentro con el señor Valdemar. Él trabajaba en la prisión y nos hicimos muy cercanos cuando trabajamos con la población transgénero. Incluso organizamos un show de moda, fue increíble. Después me enteré que había una persona trans que se había operado para cambiar de sexo y que se convirtió en el secreto mejor guardado del lugar.

Pavillion 5
Pavillion 5

¿De verdad?
Ella se operó en Marruecos y nunca actualizó sus documentos con los que se identificaba cuando era hombre. Por eso cuando la arrestaron la mandaron a la prisión de hombres, y nadie la revisó para ver si se había operado. La historia me sorprendió tanto que decidí cubrirla. Comencé a entrevistarla y a platicar más con ella. Pero Valdemar se molestó conmigo. Me pregunto, "¿Recuerdas nuestro trato? ¿Me dijiste o no que trabajarías en la historia?" Le dije que nuestro acuerdo era que no la cubriría. Después me volvió a preguntar por qué me puse a investigar antes de avisarle. Me regañó y me explicó que en la prisión no existe tal cosa como llegar a un acuerdo con alguien y después hacer otra cosa. Debes hacer lo que prometiste. Me dijo que si de verdad quería cubrir la historia habría hablado con él primero en lugar de actuar como actué.

La demolición de Carandiru
La demolición de Carandiru

Me di por vencido. Pude haberlo hecho, pero no habría podido regresar jamás a la prisión. Fue casi al principio y opté por olvidar el incidente por el bien de mi relación con Valdemar. Esto desembocó en un libro –sin aquella peculiar historia—. Fue una gran lección para la vida. [El periodista brasileño] Caco Barcellos me dijo una vez, "si planeo cubrir una historia que le arruinará la vida a alguien, me acercaré a esa persona y le diré, 'esto arruinará tu vida'. Incluso cuando hagas lo que planeaste, esa persona te respetará por siempre porque le hablaste con la verdad". Sé de muchos periodistas que inventan cosas, dicen una cosa y terminan haciendo otra. Aprendí mucho en ese aspecto.

La enfermería de Carandiru
La enfermería de Carandiru

¿Qué tipo de relación tuviste con los líderes del [grupo terrorista de reos Primeiro Comando da Capital] PCC?
Cuando empezamos a trabajar en la prisión, el PCC no tenía mucho poder. Después de un tiempo, se acercaron a nosotros y tuvimos que negociar. Como habíamos llegado antes que ellos ya habían escuchado de nosotros y sabían que no teníamos malas intenciones, pero no por ello fue menos aterrador llegar a un acuerdo. No pudimos trabajar durante unos meses hasta recibir su avalo. Después de eso, las cosas se calmaron.

Un día se presentó una situación peculiar. Habíamos recibido el permiso [del PCC] y tomé fotografías de todo el Octavo Pabellón, pero uno de los reos no me dejó sacar fotos de un piso. Mientras me iba, uno de los jefes me preguntó si todo estaba bien y le mencioné que uno de los reos no me había dejado sacar fotos de un área específica, pero que no era gran cosa. El jefe se sorprendió, le ordenó a alguien que trajera al reo, le gritó frente a mí y le dijo que a partir de ese momento sería mi asistente. "Ahora le ayudarás en todo lo que necesite", sentenció. Tiempo después se convirtió en mi amigo. [Risas].

Las fotos de las celdas son muy sorprendentes. Hay demasiados hombres, ropa, bolsas de plástico, y apenas hay camas y espacio para todos.
Es probable que hayan sido celdas de transición. Nadie se quedaba ahí por mucho tiempo. Cuando los reos son trasladados a una celda común y corriente reciben un pequeño colchón. Pero las celdas de transición eran una basura. Eran espantosas, aunque no tan espantosas como las estaciones de policía que visité en algunas ocasiones. En alguna ocasión escribí sobre la sobrepoblación en una de las prisiones del estado de Espírito Santo, la cárcel más deprimente que he visto en mi vida. Nada en Carandiru se le acercaba. Los reos tenían que amontonarse uno encima del otro para poder dormir.

Una de las celdas de
Una de las celdas de transición de Carandiru

Me refería a una foto en específico, donde hay un televisor y una botella de refresco como base de la antena.
Definitivamente es una celda de transición.

Mencionaste el olor. ¿Hay un olor que te recuerde a Carandiru?
Sí. Había muchos hombres amontonados. Contrario a lo que se cree, Carandiru era un lugar muy limpio. Siempre se pavoneaban por lo limpio que mantenían el lugar. Imagina a 8 mil hombres viviendo juntos. Recuerdo un vapor particular, el tipo de vapor que sientes cuando te acercas a una área muy transitada. Había una esencia peculiar a líquido para limpiar pisos. El olor de la comida. Los alimentos llegaban echados a perder y tenían que cortarlos y escogerlos antes de cocinarlos de nuevo. Les daban comida echada a perder. Por supuesto, los reos no podían quejarse. Toda la comida que se supone tiraban era enviada a la prisión. Los residentes lavaban y cocinaban todo usando especias que les compraban sus familiares, y que también les servían como moneda de cambio.

¿Recuerdas qué tipo de equipo usabas en ese entonces?
Equipo de filmación. Tenía una Niko F4 y Fujifilm 800 ASA.

La “oficina postal”de Carandiru
La “oficina postal”de Carandiru

Hay una foto de un hombre frente a una máquina de escribir. ¿Quién era?
Era el encargado de determinar las prioridades de los pacientes. En esencia, el cartero. Él recibía las cartas y las repartía a los prisioneros.

¿También era reo?
Era el prisionero encargado de distribuir las cartas.

¿Los internos trans eran colocados en celdas separadas? ¿Cómo era tu relación con ellos?
Eran vistos como lo peor del mundo. A nadie le importaban. La primera vez que recibieron una ovación fue cuando organizamos el desfile de modas. Los reos se pararon a aplaudirles.

Publicado originalmente en VICE.com 

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