Publicado originalmente en VICE.com
Los cafés y cervecerías artesanales son sólo peones en un juego mucho más grande.
“Alguien que se enteró sobre la gentrificación a través de artículos de periódico podría llegar a creer que se trata sólo de la culminación de varios cientos de miles de voluntades individuales para abrir cafés y lindas boutiques, dejarse el bigote y comprar discos. Pero sólo son los signos de la gentrificación, no sus causas”.
Lo anterior fue escrito por el periodista Peter Moskowitz en How To Kill a City (Cómo matar a una ciudad), un libro sobre la gentrificación en Estados Unidos, publicado recientemente. Se trata de un estudio sobre cuatro ciudades —Nueva York, Detroit, San Francisco y Nueva Orleans— que están en proceso de adaptarse a la gentrificación generalizada, que en el caso de las últimas tres, ha sucedido a una velocidad dramática.
En el transcurso del libro, Moskowitz mezcla entrevistas a los residentes de las ciudades con los hallazgos de investigaciones académicas y comentarios sobre políticas municipales. Esto crea un retrato convincente de la interacción de las decisiones —en un nivel macroscópico y microscópico— en la remodelación del entorno urbano: siempre bajo un modelo subyacente de reducción del gasto público y de desplazamiento de las personas más pobres, a la vez que se promueven los intereses empresariales y las ganancias del capital privado.
El libro nació de la propia experiencia de Moskowitz cuando abandonó su ciudad natal de Nueva York y luego regresó para descubrir que el vecindario de West Village en el que había crecido estaba ahora lleno de acaudalados recién llegados, y ya no era asequible ni hospitalario para gente como él.
"Me mudé a Queens, y luego a Brooklyn, y me di cuenta de que me estaba mudando a barrios donde la gente me lanzaba la misma mirada de '¿por qué estás aquí?' que yo mismo le había lanzado a los recién llegados en West Village", aclara Moskowitz en una llamada telefónica. "Y eso hizo que me interesara en cómo funcionan los niveles de poder en una ciudad: que yo pudiera estar de un lado de la situación en un vecindario, y del otro lado en un barrio diferente".
Las historias humanas que Moskowitz relata en el libro son conmovedoras y frecuentemente se sitúan en la intersección entre la raza y el género: el hombre gay latino que tuvo que mudarse fuera del barrio de Mission de San Francisco hacia la ciudad más conservadora de Concord, o la mujer negra de Nueva Orleans que lucha por encontrar un trabajo mientras las organizaciones de reconstrucción post-Katrina atraen a decenas de jóvenes graduados blancos de fuera de la ciudad. Pero las historias más ilustrativas son las que hablan sobre las reuniones del consejo de la ciudad, los planes de rezonificación y los planes de inversión que sientan las bases para la gentrificación, que a menudo se describe explícitamente como tal.
"La conclusión más sorprendente que tuve [al escribir el libro] fue el descaro de los políticos en las políticas favorables a la gentrificación, especialmente en Nueva Orleans y Detroit", dice Moskowitz. "El zar económico del gobierno de Detroit dijo: 'por favor, traigan la gentrificación, necesitamos más de eso'. Podría sonar como una conspiración si no lo hubieran explicado de manera directa".
Moskowitz dice que parte del objetivo del libro fue tratar de encaminar la conversación sobre las viviendas en Estados Unidos hacia lo que puede encontrarse en partes de Europa, donde las medidas de control del alquiler y los movimientos a favor de la ocupación son más comunes. Con este objetivo, y al haber definido a la gentrificación como una poderosa fuerza sistémica, el libro cierra con el registro de diversas tácticas de resistencia y esboza estrategias basadas en políticas para trabajar hacia un futuro menos gentrificado.
"Soy optimista cuando me reúno con activistas que han hecho esto durante mucho tiempo", dice Moskowitz. "La gentrificación podría ser un término nuevo, pero la desigualdad de vivienda ha ocurrido durante cientos de años. La gente ha estado creando tácticas nuevas e inventivas para combatir estos sistemas durante mucho tiempo, y eso me da la esperanza de que estas personas saben lo que están haciendo. Lo que queda por ver es cómo podemos motivar a las personas que no han comenzado a hacer ese trabajo".