Probablemente las Naciones Unidas no reconozcan la independencia del país, pero 500.000 transnistrianos merecen salir de la sombra.
La autoproclamada República de Transnistria, situada entre Moldavia y Ucrania, ha estado luchando por ser reconocida durante los últimos 27 años. En 1990, el pequeño estado —con un área de aproximadamente 200 kilómetros cuadrados— declaró su independencia de Moldavia, después de que dicho país se liberara con el hundimiento de la Unión Soviética.
Transnistria, donde habitaba un gran porcentaje de población rusa, pretendía crear un país que continuara siendo miembro de la URSS. Después de dos años en guerra, el Gobierno moldavo ofreció al país reconocimiento limitado como "unidad territorial autónoma", con cierto control sobre su economía.
Actualmente, aunque posee gobierno, moneda y ejército propios, Transnistria sobrevive gracias a los préstamos de Rusia, pero no ha sido oficialmente reconocido por las Naciones Unidas.
El estado parece anclado en la antigua era soviética. De hecho, desde el principal edificio parlamentario puede verse perfectamente una estatua de Lenin, la moneda transnistriana contiene imágenes de los generales soviéticos, y casi en todas las casas y en el edificio oficial del Gobierno hay un retrato de Stalin.
El fotógrafo transnistriano Anton Polyakov quiere que el mundo conozca su tierra natal un poco mejor. Su álbum fotográfico, titulado Transnistria Conglomerate, fue recientemente ganador del premio Bob Books Photobook, otorgado por la editorial Bob Books, en reconocimiento a la manera en que "da voz a los ciudadanos de Transnistria y los hace visibles al resto del mundo".
Hablé con Anton para descubrir cómo es la vida en un país que no existe y de qué manera cree que su trabajo cambiará la visión de la gente sobre el estado, al cual se alude normalmente como "el agujero negro de Europa".
VICE: ¿Cómo llevan los transnistrianos el hecho de vivir en un país que, técnicamente, no existe?
Anton: Conseguir una identidad nacional es muy complicado. Históricamente, varios grupos étnicos —rusos, moldavos, ucranianos y búlgaros— sintieron Transnistria como su hogar. Esto obliga a los jóvenes a tomar decisiones difíciles como, por ejemplo, si se quedan en Transnistria, ¿qué van a hacer en un país que no tiene tradiciones, industria, arte ni cultura, y que, además, tiene muy pocas opciones de desarrollarlas en el futuro? Pero, si se marchan, ¿adónde pueden ir? Mucha gente elige Rusia o Moldavia.
Para los forasteros, el país parece un museo soviético al aire libre.
En cuanto a símbolos arquitectónicos soviéticos, no creo que haya más aquí que en cualquier otra antigua república soviética. A mí me gustan los elementos de arquitectura soviética, y creo que deberían ser preservados más que reemplazados, pues son parte de nuestra historia cultural, y me resulta vergonzoso ver que la gente intenta deshacerse de ellos.
Yo nací después de que Transnistria declarase su independencia, así que realmente no sé cómo era la vida bajo las leyes soviéticas. Pero el que siga habiendo una mentalidad soviética no debería sorprender tanto, pues para mucha gente, ese fue seguramente el período más feliz en la historia de Transnistria.
Por lo que se ve en tus fotos, parece que a la gente joven le gusta bastante el ejército y el culturismo. ¿Por qué crees que sucede eso?
Transnistria todavía debe desarrollar su propia cultura y tradiciones. El centrarse en el ejército y en la educación física es un intento de inculcar algunos valores patrióticos en los niños, y transmitirles así el amor por su nación.
Hay muy poca gente que habite hoy en día en zonas rurales aisladas, y quería ver cómo los hristovaianos viven el día a día, y cómo el estar tan cerca de la naturaleza influye en sus vidas y en su visión del mundo. Tenía ganas de saber a qué retos se enfrenta la gente, como comunidad.
Como te puedes imaginar, hay poco que hacer en un pueblo pequeño, dentro de un país diminuto. Aun así, mucha gente tiene acceso a la tecnología, y eso les permite aprender lo que se hace en otros lugares. Obviamente, los adolescentes transnistrianos son como cualquier otro adolescente, y les gustan la música pop, los videojuegos y el cotilleo.
¿Qué te ata en Transnistria?
Siento que es mi casa. Da igual dónde vaya, pertenezco a Transnistria. Y para mí es importante hacer todo lo que pueda por ayudar a nuestra república.
A continuación puedes ver más fotos de Anton Polyakov, extraídas de su álbum fotográfico Transnistria Conglomerate .
Publicado originalmente en VICE.com