Una mirada a la vida del hombre que hizo de los conejitos algo sexy.
Hugh Hefner, libertario, murió a la edad de 91 años rodeado por sus familiares y amigos. No murió como vivió, rodeado por cuerpos de plástico y vaginas semiescondidas.
Hefner, ícono de la cultura popular, con un proclamado coeficiente intelectual de 150, también fue psicólogo; conoció perfectamente a la caricatura que estaba personificando, lo cual es interesante porque nos deja ponderando si había alguien más debajo de ese traje. Detrás de escenas, ¿qué esperaba de la vida el ciudadano Kane del sexo?
A diferencia de los obituarios enfrascados, no pretendo que este texto sea completo, ni que sea la última palabra, sólo quiero seleccionar las rarezas: tratar de encontrar algo significativo detrás de esa silueta.
Como la mayoría de historias de hombres que construyen imperios, ésta empieza con un devastador rechazo sexual
A los escasos 16 años, en su natal Chicago, Hefner fue rechazado por una chica del colegio. Poco después empezó a referirse a sí mismo como "Hef" en vez de Hugh, cambió su clóset y —esto es crucial— empezó a dibujar una tira cómica sobre sí mismo, la versión fantástica de sí mismo, la que pronto empezaría a manifestarse como su nueva realidad. En 1959, cuando necesitaba promover su revista, reinventó de nuevo su imagen, esta vez estilizándose como el individuo de bata vino tinto, esa que la historia recordará. Es una abstracción tan deliberada que casi se podría decir que fue un defensor temprano del ordenamiento cósmico, o que presenciamos cómo este hombre construyó un imperio sobre otro hombre que no existía, cuyo cuerpo solía habitar.
Lo que Hefner dejó atrás fue, sobre todo, a Hugh Hefner
Mientras todo el legado de Shakespeare cabe en una caja de zapatos, el mundo podrá enloquecerse los siguientes treinta años sin tener que repetir una sola sesión fotográfica dejada por Hef. El tipo estuvo en los récords Guinness por su colección personal de imágenes: archivar su propia vida fue su obsesión narcisista. Su álbum de colección se remonta al momento en que era un bebé de seis meses. Hasta contaba con su propio archivero, quien compilaba todos las cosas buenas o malas sobre la vida de Hefner.
La historia no sólo la cuentan los vencedores. Como muchas compañías modernas han comprendido, la cuentan quienes tienen los derechos de propiedad de los contenidos audiovisuales. Solo esperen a que su reputación sea pulida en los años venideros. Amazon, por ejemplo, ya empezó a hacer uso de su acceso a las 17,000 horas de fotografías personales y a los 2,600 álbumes de colecciones para realizar American Playboy: The Hugh Hefner Story, una mezcla de documental y película biográfica.
Una versión de 1930 de Flash Gordo fue la influencia más importante en los ideales de belleza de occidente moderno
En una entrevista con el LA Times, Hefner recordó que fue de niño, viendo a Alice Faye, que se le fijó el ideal específico de belleza —rubia con senos grandes— que desde entonces promovería inagotablemente a través de sus empresas.
Incluso ocasionalmente sintió la emoción que los humanos definen como amor
En 1949 se casó con la primera mujer con la que había estado: Mildred Williams. Se "guardó" para ella y la fase del cortejo se acompañó por "dos años de juegos preliminares". "Eso no era inusual para nuestro tiempo", recordó.
Pero mientras estaban comprometidos, Mildred confesó haber tenido una aventura mientras Hugh estaba en el ejército. El Hefner virgen sintió que siempre sería la versión sexual junior de su esposa. "Después de eso siempre tuve la sensación de que el otro tipo estaba con nosotros en la cama". Diez años después se divorciaron y mientras su herida sexual desvanecía, empezó a trabajar arduamente en las miles de relaciones en las que consistiría su vida de ahí en adelante.
En 1989 se casó por segunda vez con Kimberly Conrad. Al parecer le fue fiel durante los once años que estuvieron juntos y tuvieron dos hijos. Cuando se separaron, ella y los niños se mudaron a la casa de a lado.
En 2012, de nuevo negoció sexo a cambio de charlas vacuas a propósito del clima. Pero antes, Crystal Harris, 60 años menor que él, fue invitada a firmar un acuerdo prenupcial que ahora la dejó sin nada.
No lamas los grifos de la mansión
Hace un par de años, cuando tuvo que encarar las deudas de su imperio, Hef se vio forzado a vender la Mansión Playboy.
La vendió al inversor privado Daren Metropoulos, por 100 millones de dólares, con la condición de que Hef pudiera volver a comprarla por 1 millón de dólares al mes. Tal parece que Larry Flint, acrhienemigo de Hefner, también estuvo interesado en la propiedad para convertirla en la Mansión Hustler.
La verdad es que la mayoría de ese monto se ancló al legado histórico de la construcción. Como la mayoría de casas de los viejos de ochenta y algo, para ese momento la mansión contaba con un descolorido tipo de gloria. Las cortinas estaban desteñidas por el sol. Los televisores eran obsoletos. Toda la casa necesitaba una remodelación. "Atrapada en los ochenta" fue como la describió una conejita. En abril de 2011, 123 asistentes de una recaudación, contrajeron en la piscina de la mansión una proto legionelosis.
“Había cero intimidad involucrada”, recordó Holly Madison quien se unió al combo sexual en el 2000. “Nada de besos, nada. Era tan corto que no puedo recordar nada distinto a un pesado cuerpo sobre el mío… no hace falta señalar que el sexo nunca fue lo importante en la relación”.
Crystal Harris, su última esposa, admitió que solo hicieron el amor una vez y que duró “como dos segundos”.
Pero si eras parte del harén, la cirugía plástica era gratuita
Más 1,000 dólares semanales para enriquecer su vestuario y acceso constante y gratuito a los tratamientos de belleza del salón de la casa. Parece ser que Hefner tomaba una polaroid de cada mujer que llegaba a la mansión, y luego las clasificaba en A, B o C, basándose en una compleja fórmula y en su atractivo físico. Una vez en el harén eras de su propiedad. Había un toque de queda, no había visitas de amigos y Hef se sentiría en capacidad de advertirte si te veía ganando peso. Algunos han sugerido que era controlador, que deliberadamente confrontaba a las chicas dentro de su mansión.
No todo era Botox y peleas, aun si no eras parte de su privado deleite tendrías que participar en sus rituales nocturnos que incluían orgías grupales entre las chicas, con Hugh sentado en medio de ellas, fumando bareta, viendo porno. Pero “eyaculaba afuera”, según Madison. Como un verdadero caballero.
Le hubiera gustado que supieras que si bien fue básicamente el creador del gusto por el sexo, también fue un importante defensor de los derechos civiles
¿Qué le das a un hombre que lo tiene todo? ¿Qué tal un legado?
Con el paso del tiempo Hefner empezó a mirar su lugar en la historia y comenzó a alinearse con los chicos buenos.
Esto se basaría en tres cosas: inventar el sexo, inventar la libre expresión, e inventar el multiculturalismo. El documental de 2009, Hugh Hefner: Playboy, Activist and Rebel, hecho con su colaboración, buscó escarbar más allá para enfatizar en su legado sobre los derechos civiles.
Inaugurado en 1960, el club Playboy original de Chicago fue manifiestamente abierto con todas las líneas tonales. Su show sesentero —el original Zoo TV que mostraba a Hef vagando en fiestas y conversando con celebridades— fue igual de despreocupado con el tema de la raza. En la versión impresa de comienzos de los sesenta escribió a favor de la permisividad en sus famosos editoriales. Y, por supuesto, hay que señalar que antes de Hefner el sexo era concebido como una rutina tediosa.
De cualquier manera, Hef ganó. El chico que dibujó caricaturas de su vida ideal, hizo real esa vida hasta el más mínimo detalle. Tuvo éxito en todo lo que se propuso. Pero es difícil no preguntarse si hay buenas razones para que haya sido más satirizado que vigorizado, si más allá de sus triunfos quedó atrapado en su propia versión nietzscheana de la “esclavitud moral”. ¿Hubo algo que valiera la pena en su modo de vida liberado? ¿en la idea de que se podía evadir el núcleo familiar y la esposa como pareja? ¿Era…es decir…de hecho era feliz?