"No hay ninguna playa en el mundo que esté a salvo de la contaminación plástica".
En 1963, cuando los Beach Boys grabaron "Surfin' USA", uno de sus mayores éxitos, el surf era un deporte relativamente nuevo para el mundo, pero en poco tiempo su popularidad creció en las playas del Pacífico. Cientos de jóvenes acudían a las costas de California y Australia para surcar el mar sobre una tabla de madera. Cincuenta años más tarde, los surfers sortean las olas rodeados de desechos plásticos.
"No hay ninguna playa en el mundo que esté a salvo de la contaminación plástica", advierte la organización ambientalista Parley. Y es que buena parte de la basura que es arrojada cada día a las costas llega al mar y se mezcla con el oleaje. Con el paso del tiempo los surfers han aprendido a surfear los tubos llenos de basura que forman las olas justo antes de romper.
Israel Iberri, surfista oaxaqueño que durante 16 años ha buscado el equilibrio entre los bucles marinos sobre una tabla de casi tres metros de largo, me dice que el lugar más sucio en el que ha surfeado es Playa Luces, en Acapulco, pero no es ahí donde recuerda su peor experiencia.
"Una vez en Playa Marinero —en Puerto Escondido, Oaxaca— el fuerte viento y la lluvia provocaron que los desechos acumulados en la orilla de la playa llegaran al mar. Vi venir la mancha marina con tonalidades cafés y grisáceas, pero las olas estaba tan buenas que decidí no dejar de surfear hasta media hora después", cuenta Israel.
"Al salir", señala, "decidí irme a casa y darme un baño sin enjabonarme, sólo con agua dulce, y al secarme me di cuenta que tenía ronchas en la piel: en la espalda, en las costillas, en el estómago, en piernas y brazos. Me duraron dos días".
La irritación en la piel no es la única consecuencia de nadar en mares contaminados. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), "la contaminación del agua con aguas residuales y excretas es muy común y afecta a un gran número de personas que utilizan aguas de recreo".
La OMS señala que la mayoría de las personas afectadas presentan síntomas gastrointestinales leves. "Uno de los agentes patógenos más comunes y peligrosos que se encuentra en las aguas residuales no tratadas es la bacteria E.coli O157. Esta bacteria afecta al tubo digestivo y puede causar pérdidas de sangre, diarrea aguda y fiebre. En un pequeño porcentaje de casos, la infección es lo suficientemente grave para provocar infecciones renales, hemorragias e incluso la muerte".
En 2015, la revista especializada Science publicó un estudio en el que reveló que 192 países generaron 275 millones de toneladas de desperdicios plásticos en 2010, de los cuales entre 4.8 y 12.7 millones fueron a parar al mar, dañando severamente al ecosistema marino.
Pero el plástico en los mares no sólo daña la salud de los surfistas, de las personas que acuden a nadar en sus vacaciones, la vida marina y sus miles de especies, también afecta a la economía.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) señaló en su informe "Valorando el Plástico", publicado en 2014, que las pérdidas económicas por la contaminación de los desechos plásticos en el mar asciende a 13 mil millones de dólares en el mundo cada año.
Esto debido a que la polución marina inhibe e incluso frena la pesca en algunos lugares, a que el turismo se aleja de las playas sucias y a la cantidad de recursos invertidos en la limpieza de las playas.
El informe además sugiere que "una buena gestión del plástico, por ejemplo mediante su reciclaje, permite a las empresas de bienes de consumo ahorrarse 4 mil millones de dólares por año".
Miguel Patricio, jefe de marketing de InBev —la empresa cervecera más grande del mundo que tiene como filial a Corona— anunció junto con Cyrill Gutsh, fundador de Parley y el actor Diego Luna, el compromiso de Corona y Parley para proteger los océanos alrededor del mundo: limpiar y proteger las playas, reutilizar los desechos plásticos y rediseñar nuevos materiales que sean menos nocivos para el océano.
A 1,500 kilómetros de Puerto Escondido —la playa donde surfea Israel— se encuentra Sayulita, Nayarit, una de las playas mexicanas favoritas de los surfers nacionales y extranjeros. Sin embargo, en años recientes los habitantes de Sayulita han tenido que soportar el hedor de un canal de desagüe que desemboca en el océano.
Diariamente un riachuelo de agua contaminada transporta al mar desechos plásticos y residuos orgánicos. La gran cantidad de visitantes que llegaban en temporadas vacacionales y el aumento de la población provocaron que la planta de tratamiento de agua no fuera suficiente para la gente de Sayulita.
Ahí vive Brenda Rodríguez, surfista originaria de la región enamorada del mar. "Es hermoso surfear donde están mis raíces, donde mi familia ha surfeado por mucho tiempo, pero es terrible ver el agua contaminada incluso con heces fecales entre las olas que atravieso con mi tabla", me dice Brenda.
Además asegura que sólo cuando las olas están muy buenas los surfers se atreven a sortearlas en esa playa. "El olor del desagüe nos impide meternos. Me he enfermado de gripa por la contaminación, pero hay otros colegas que han ido al hospital por infecciones. No vale la pena enfermarse, por eso regularmente buscamos otras playas cercanas como Punta de Mita".
Greg Long, embajador de Parley y uno de los surfers más reconocidos a nivel mundial, señaló la necesidad de proteger el océano, no sólo para los surfers, sino porque el mar es vital para todos los seres humanos del planeta.
Las iniciativas ambientalistas para proteger el océano buscan además que los surfers practiquen su deporte en playas limpias, regresen a las playas que ahora se encuentran contaminadas, disfruten de la libertad que genera el mar y que, como lo cantaron los Beach Boys hace 50 años: "Everybody's gone surfin".
Publicado originalmente en VICE.com