Desde que la guerrilla, en especial del Ejército de Liberación Nacional (ELN), encontró las puertas abiertas en el eje fronterizo, que del lado tachirense abarca a los municipios Bolívar y Pedro María Ureña, la tolerancia y después el apoyo para enfrentarse a sus enemigos paramilitares, no pasaría mucho tiempo en que se enseñorearan en el Norte de Santander. El carro bomba que estalló, el 15 de junio de 2021, en la Brigada 30 del Ejército, en Cúcuta, debería encender también las alarmas en Venezuela. El único interés del ELN con Venezuela está en consolidar y extender su poder, lo que es ignorado, por ambiciones o miopía, por parte de líderes del chavismo.
Nicolás Maduro Moros ha jugado peligrosamente con la frontera que Venezuela comparte con Colombia, especialmente la de Táchira con el Norte de Santander. No solo por la cantidad de medidas improvisadas que trastocaron el paso formal y fomentaron los pasos ilegales o trochas como se conocen en la zona, sino porque funcionarios militares y policiales percibieron como normal la relación con los guerrilleros que se iban abriendo paso a plomo y sangre con los paramilitares que controlaban el lugar.
El control pasó de los paramilitares a la guerrilla, mientras la Fuerza Armada Nacional Bolivariana pasó a ser espectadora del enfrentamiento entre los dos grupos irregulares, minimizada en su función de garantizar la defensa del territorio y la soberanía.
En agosto del 2015 Maduro anunció que el entonces General de División (Ej) Carlos Alberto Martínez Stapulionis sería la Autoridad Única de la Zona 1 del Estado de Excepción, decretado en la frontera; esa zona comprendía seis municipios del Táchira: Bolívar, Pedro María Ureña, Capacho Independencia, Capacho Libertad, Junín y ese día incluyó a Urdaneta.
Para ese momento, y desde la llegada a la Gobernación del Táchira del capitán (Ej) y miembro del grupo de quienes participaron en el Golpe de Estado del 4F, José Gregorio Vielma Mora, la situación de la frontera se agudizó, porque el mandatario regional trajo consigo, y desde Caracas, a un equipo de funcionarios que desconocían la realidad del estado y que nunca tuvieron interés alguno en ella, que implementaron aventuras con la economía de la frontera, muchos de ellos para obtener beneficios personales, que no solo arruinaron al estado, a importantes instituciones como la Lotería del Táchira, sino que animó a que militares y comerciantes inescrupulosos se integraran a la poderosa industria del contrabando.
Mientras la corrupción avanzaba aceleradamente y las alcabalas eran refugio de delincuentes a órdenes de una red de militares y funcionarios públicos con ambiciones desmedidas de lucro, los grupos armados conquistaron espacio y territorio con la excusa de la “defensa de la revolución”.
Es importante destacar que el general Martínez Stapulionis no solo fue Autoridad Única de la Zona 1 del Estado de Excepción en la frontera, sino que regresó tres años después como el máximo jefe militar de la región, al asumir el mando de la Región de Defensa Integral (REDI) Los Andes. El alto oficial, quien era parte del grupo de militares relacionados con Diosdado Cabello, fue determinante para la permisividad que se vivió ante la llegada de la guerrilla a ese eje fronterizo de Táchira con el Norte de Santander.
Ahora bien, la figura más relevante para lo que el ELN, principalmente, ha hecho en esa franja fronteriza del Táchira y la consolidación de su poder, la representa Freddy Alirio Bernal Rosales, a quien Nicolás Maduro designó a dedo en el cargo protectorado del Táchira; eso ocurrió tres meses después que Laidy Yorveys Gómez Flórez le ganara al chavismo, y con holgura, la Gobernación del Táchira.
El chavismo que salió derrotado impone a Bernal para que usurpe las funciones que son de la gobernación, le da el control de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), le quita a la gobernadora el control de la Policía del Estado, reduce sustancialmente los recursos del situado nacional, impidiendo que desarrolle obras necesarias, pero le permite a la guerrilla del ELN ir ocupando espacios del territorio tachirense.
Peligrosa violencia
Desde hace décadas la violencia ha sido protagonista en territorio colombiano. Las carreteras con alcabalas de la guerrilla. La voladura con explosivos de oleoductos y puentes. El reclutamiento de jóvenes. El secuestro y el asesinato político. La minimización del Ejército colombiano ante la muy poderosas FARC y, en menor grado, el ELN. La aparición de los paramilitares. El desplazamiento de la población, algunos con familiares, que llegaba a territorio venezolano sin nada más consigo que la vida y las lágrimas. Ese escenario cambió radicalmente con la implementación del Plan Colombia.
Cúcuta, la ciudad colombiana que al pasar el puente internacional Simón Bolívar, desde San Antonio del Táchira en Venezuela hacia el Norte de Santander en Colombia, contrasta con la capital del Táchira. La de Colombia siempre fue mucho más desarrollada, con grandes tiendas, mercados, hotelería más desarrollada, los casinos, el aeropuerto; tenía una fuerte vida nocturna. Cientos de familias atravesaban el puente en sus vehículos, sobre todo los fines de semana, para hacer compras en el vecino país; el bolívar era muy fuerte frente al peso colombiano.
Hoy la frontera es un escenario de guerra, con la guerrilla amparándose impunemente en territorio venezolano, recibiendo gran cantidad de dinero con lo que cobran a quienes pasan por las trochas, mientras el Gobierno venezolano se niega a abrir el paso por los puentes internacionales. Además, tanto las FARC como el ELN, reciben importantes recursos del narcotráfico y crecen a la sombra de jóvenes desesperados que integran a sus organizaciones delictivas.
EEUU, Colombia y el ELN
Entre las conclusiones de un experto consultado por el periódico La Opinión de Cúcuta, está que “quien armó el carro bomba, lo hizo con un novedoso sistema de explosivos que hoy tiene a los expertos en esos ataques buscando cómo lo hicieron”.
Destaca que al analizar los restos de la camioneta “y de hallar 2.000 metros de cordón detonante, los peritos en explosivos concluyeron que ese sistema no había sido usado hasta el momento en Colombia. Además, el explosivo que usaron, conocido como pentrita, tampoco ha sido común verlo en algún ataque”, dice La Opinión.
El experto consultado por el medio colombiano agregó que “lo que se puede observar en el análisis que han hecho, es que el explosivo es uno que usan para minería, que tiene un alto poder de destrucción. Además, haber encontrado esos dos mil metros de cordón detonante, quiere decir que la bomba no explotó totalmente, solo fue una parte y miren el daño que ocasionó”.
Otro hecho relevante es que la primera explosión fue pequeña para atraer hacia el vehículo a la mayor cantidad de personas, de manera que una vez en el lugar, al estallar la segunda y más poderosa explosión, el número de víctimas fuera mayor y letal.
La magnitud de lo sucedido en el batallón de Cúcuta trae consecuencias. El Gobierno colombiano parece no haber estado preparado para el ataque, en el que además de soldados colombianos también había norteamericanos.
Estados Unidos abrió investigación formal sobre el atentado, al considerarse afectados porque tropas estadounidenses fueron atacadas en el hecho; varias agencias del norte se involucraron para determinar los hechos: el Buró Federal de Investigaciones (FBI) y la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF).
El presidente Iván Duque informó que el FBI ayudará a la Policía Nacional con personal especializado en la investigación, a la vez que anunció una compensación de 500 millones de pesos (unos 137mil dólares), para ubicar a los autores materiales e intelectuales del atentado.
Habló de las dos hipótesis que están manejando sobre la autoría del atentado: una que asocia el hecho con la Grupo Armado Residual (GAOR 33) y otra con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Unas horas después, a través de un cortísimo video, el ELN se limita a decir: “Nos permitimos informarles que ninguna estructura del ELN tiene que ver con el ataque que se presentó el martes 15 de junio en la Brigada 30 de la ciudad de Cúcuta, Norte de Santander”.
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