Solo tiene 20 años y es una joven bella, de una exquisita educación que ya poco se ve en la generalidad de los jóvenes. Se le sale el “tú” e inmediatamente pide que la disculpe y me pregunta si puede llamarme por mi nombre. Quiere parecer feliz y hace esfuerzos para ello. Quizá no es el amor natural por su padre el que impresiona, es la fuerza para defenderlo. Ella es Loredana Hernández, hija del general (GNB) Héctor Armando Hernández Da Costa, preso desde hace más de dos años en la DGCIM.
“Mi papá nada tiene que ver con el magnicidio y así se demostró en la Mesa de Detenciones Arbitrarias de la ONU que se debatió punto por punto de por qué él es inocente. Esa fue una mesa de diálogo entre representantes de la ONU con el Gobierno venezolano: nosotros dábamos nuestro testimonio y ellos lo refutaban; así fue durante un año y se demostró que mi papá es inocente”.
Vive en una residencia con dos estudiantes más. “Mi tema de conversación siempre es mi papá. Yo, yo no soy feliz. Me acabo de graduar hace dos meses y mi papá no está, tampoco en los cumpleaños, las navidades no existen. Si, por ejemplo, me como un helado, me siento mal, me siento la peor hija del mundo. Lo único que queda es luchar”.
De los hechos que los marcaron mucho como familia son los allanamientos. “Nos rompían las puertas, nos decían de todo. La presencia del funcionario Dgcim vestido de negro, con su gorra y su actitud de irrespeto, solo busca hacerte sentir el ser más miserable del mundo”.
“A mi papá yo siempre lo vi como un hombre correcto, apegado a la norma, a las leyes. Siempre me decía: Loredana cuando cumplas 18 años tienes que saber que existe una Constitución que debes respetar. Iba a trabajar con el librito pequeño de las Constitución en el bolsillo”.
Reconoce que muchos oficiales que están activos se les han acercado para expresarles apoyo y decirles que lo cometido contra el general Hernández Da Costa es injusto.
Loredana revela que su papá, para pagar la Universidad Católica donde ella estudió, “pedía créditos bancarios”. Cuando a él lo encarcelan “le bloquearon las cuentas bancarias y mi mamá me dijo que tendría que esperar hasta el año siguiente para seguir estudiando porque no podíamos pagar la universidad; conseguimos una beca en la universidad y mis tías me apoyaron. Nunca tuvimos bienes”.
Habla de lo que llaman el Comité de Censura. “Si vas a pasar un libro, ese comité decide si el preso puede leerlo o no”. A la pregunta de qué tipo de libros no permiten entrar, dice que “por ejemplo libros sobre la Segunda Guerra Mundial o sobre el Muro de Berlín, son devueltos o los desaparecen. Incluso, una vez quisimos pasarle su propio libro, el que mi papá escribió de criminalística y desapareció”.
Asegura que “nunca nos permitieron ingresar fotos ni revistas. Eso lo están haciendo desde hace unos días por lo de la ONU. Ahora, como él está enseñando alemán en la celda a diez oficiales detenidos, le están permitiendo los libros de alemán”.
Recuerda que en la visita “mi primera impresión es que se veía pálido, pero muy pálido. Perdió muchísimo peso. Me asombró la primera vez porque, tanto a civiles como militares, los afeitaban a ras, vestidos con bragas militares super incómodas”.
Resalta que una de las cosas que más le impactó fue cuando “en mi desesperación yo gritaba y pedía ayuda porque se estaban llevando a mi papá, pero nadie hizo nada”.
La semana pasada, en el juicio “mi papá aleccionó al comandante Balaguera Hernández y le dijo que no podía estar dentro de la sala de juicio con equipo antimotines, más aun cuando ese oficial fue su alumno”.
-¿Cómo se ha sentido durante estos años en que el general Hernández Da Costa está detenido en la DGCIM?
-Ya son más de dos años que mi papá se encuentra ilegalmente detenido, y no porque lo diga yo como hija, sino porque recientemente salió un informe de Detenciones Arbitrarias de la ONU, donde se debatió por qué él es inocente. Cuando lo detienen, quedé desconcertada, con la duda, y como le digo a mi mamá y a mi hermano, se me fue la felicidad inmediatamente. Desde el primer día en que lo detienen empecé a escribir un diario que he llamado Cartas a mi Padre, anotando la esperanza hasta el día que él salga. Ahí reflejo todo mi desconcierto, mi tristeza. Desde que él no está, para mí ha sido muy difícil.
-¿Cómo fue esa noche en que detienen a su papá?
-Cuando lo funcionarios llegaron, mi papá estaba durmiendo; yo grabé en vivo lo que ocurría y gracias a eso se catalogó que fue una detención arbitraria. Irrespetan nuestro hogar, se roban varias cosas, entre esas la computadora donde estaba la tesis de mi hermano hasta algo tan banal como mi labial de maquillaje. Haciendo breve la historia, yo me voy corriendo por las escaleras del edificio; una de las cosas que más me impacta es una escena, con la que aún tengo pesadillas, cuando a mi papá delante de mí, lo apuntan tres hombres dentro del edificio, afuera había 20 más, y ordenan traer las esposas. Mi papá, que es un hombre que impone respeto, incluso por su figura, se para serio y los increpa: “¿Me van a matar? Respeten la Constitución”. Esa escena durante estos dos años ha sido como la tradición de mis sueños; no hay un día en que yo no llore.
-Hace muchos meses le permitían las visitas a su papá. ¿Cómo era ese momento cuando llegaban a la DGCIM?
-Voy a decir lo que me pasaba a mí. Siempre fue un irrespeto hacia mí; una vez me dijeron que yo era la novia de un custodio. Me imagino que era porque me veían jovencita y yo siempre me arreglo mucho. Cuando estaba (el coronel) Hannover Guerrero no nos permitían entrar juntos, sino que debíamos turnarnos, entraba mi hermano mientras yo esperaba arriba o viceversa. Cuando me tocaba esperar eso era un constante irrespeto, me decían que si tenía novio, que dónde estudiaba; además de las requisas donde te llevan al baño, te desnudan, es asqueroso, yo jamás me había desnudado delante de nadie y hacerlo en ese baño, con mujeres de quienes hasta duro de su inclinación sexual, por varios hechos que pasaron, era incómodo.
-¿Y cómo era al ver a tu papá?
-Ver a un hombre que estudió tanto, que escribió dos libros, que habla idiomas, que se ha esforzado tanto y a veces no tenía tiempo para nosotros, imagínese lo que significa verlo en La Pecera, sin poder hablar libremente, porque nos escuchaban. No sé si ahora es igual, porque quieren mostrar a la DGCIM como una casa vacacional, pero mi papá usaba en los zapatos, hebras con las bolsas plásticas para que sirvieran de cordones.
-¿Qué pensaba usted en momentos así?
-Que era incomprensible, porque mi papá siempre hizo el bien y jamás hizo algo para que lo coloquen aquí como un criminal. Y siempre yo tenía ganas de llorar- Más que una alegría era pensar en ir a ver a mi papá y tratar de entender cómo llegamos a esto. Nunca lo supe.
-¿Trataron ustedes de recurrir al Comandante General de la Guardia, al Ministro de la Defensa, para dilucidar qué estaba pasando con el general?
-A los pocos días de la detención de mi padre, nos dirigimos a la Comandancia de la GNB en El Paraíso. El Mayor General Richard Jesús López Vargas, a quien acudimos solo para solicitar una constancia de trabajo de mi padre, no nos quiso atender y nos mandó a decir con su asistente, Comandante Rito L., que nos retiráramos inmediatamente del cuartel, y que no deberíamos molestar en la institución castrense.
-¿Cómo era esa relación con el comandante general?
Lo irónico es que, antes de lo ocurrido, estando en el Táchira, López Vargas me habló con admiración y respeto hacia mi padre. No olvidé nunca la frase que me dijo: ‘Tu papá es excelente. Es uno de los mejores oficiales de la GNB. Lo respeto muchísimo’. El día de la detención, López Vargas cita a mi papá a su oficina, pero él no pudo acudir porque estaba convaleciente de su tercera operación; después supimos que lo había citado para apresarlo. Horas después, la comisión de la DGCIM con funcionarios de la PNB y colectivos, detienen ilegal y arbitrariamente a mi padre en nuestra casa. Me atrevo a decir que López Vargas es uno de los carceleros de mi padre.
-¿Qué creen ustedes que llevó a que hoy su papá esté detenido y tratado con tanta saña?
-Nos lo preguntamos siempre. Mi papá nada tiene que ver con ese intento frustrado de magnicidio, no conoce a ninguno de los imputados, nunca estuvo en Chinacota, Colombia, donde señalan que se habría planificado ese hecho. No existe ninguna conexión telefónica. Mi papá estaba convaleciente de tres operaciones. ¿Cómo llegamos a esto? La única respuesta es que siempre estuvo apegado a la Constitución, nunca fue corrupto. Creemos que está ahí por ser una referencia moral en la institución castrense.
-¿Cuáles son los problemas de salud que presentó su papá antes de ser detenido?
-Ocho o nueve meses antes de detenerlo, mi padre tuvo tres operaciones por los problemas gástricos, es operado del corazón; él es diabético y presenta síntomas que comprometen su salud. Los médicos le recomendaron estar acostado y él no podía ni siquiera ir a trabajar.
-¿Cómo lo han tratado estos años en la DGCIM?
-(silencio corto) A él lo han tratado mal. No la ha pasado nada bien. Le han violado sus derechos humanos, desde humillaciones, vejaciones hasta el extremo de tenerlo en la Casa de los Sueños. ¿Buen trato? Nada, será una utopía.
-¿Les contó su papá cómo es un día cualquiera en ese sótano de la DGCIM?
-No es que hablábamos mucho, porque siempre nos grababan. Mi papá decía que es muy difícil, porque no hay nada qué hacer; no te dejan salir, estuvimos dos meses sin llamadas telefónicas sin saber de mi papá. Estaba todo el día encerrado en una celda. ¿Qué peor castigo que ese? Mi papá se ha dedicado a enseñar alemán y crearon un grupo de rezo llamado los Soldados de Cristo.
-¿No había misa católica o cultos cristianos?
-No, no, no, nada de eso.
-¿Cómo es la situación con los alimentos?
-Tuvimos dos meses en que a mi papá le robaban los alimentos. Además de que a mi mamá le cuesta un montón conseguir esa comida, que además está carísima lo que se complica por el problema de la gasolina, le desaparecían la comida.
-El general Carlos Terán Hurtado, en una visita de supuestos fiscales, defensores y jueces que los presos, se refirió a canchas, patios y parque en la DGCIM. ¿Su papá habló de esos lugares?
-No, ¿Qué cancha? ¿Eso existe? ¿Qué parque? Nada de eso existe ahí. Ahí lo que hay es la pecera, la celda y cuando los sacan alguna vez es a un área que está por la parte de atrás, a la altura de la redoma. En la DGCIM no hay médicos, solo una enfermería. A mi papá no lo han visto los especialistas. De no ser por los medicamentos que se los lleva mi mamá, no sé qué sería de mi papá.
-¿Cuándo fue la última vez que vio a su papá?
-En noviembre del año pasado.
-¿Pudo abrazarlo?
No. Mi papá estaba en la cárcel de máxima seguridad de Fuerte Tiuna, donde uno lo veía por medio de un vidrio, sin contacto físico, sin contacto humano. Había que gritar porque el teléfono que ahí estaba ni siquiera servía. Era un cuarto pequeño y caluroso. ¿Por qué no puedo tocar a mi papá? Es mi padre. La última vez que pude abrazar a mi papá fue en julio del año pasado.
-¿Loredana, no le da miedo no poder volver a abrazarlo?
-¡Claro! Es una de las partes más dolorosas, porque somos una familia muy unida en las buenas y en las malas. La última vez que mi papá trabajó en la frontera, yo dormía en el cuarto de mi papá en un comando. Siempre hemos sido muy unidos. Pretender romper el lazo con mi padre solo puede ser parte de una conducta sociópata.
-¿El mal trato de los funcionarios de Dgcim era con toda la familia?
Con todos. A mí me desaparecieron mis cuadernos de la universidad, se robaron la computadora de mi hermano. En los allanamientos trataban muy mal a mi mamá. Incluso una vez pregunté en la DGCIM por qué nos hicieron eso y la respuesta es que ellos no saben quiénes nos allanaron.
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