El secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo, ofreció este martes una conferencia telefónica con medios del Hemisferio Oeste -Infobae entre ellos- para detallar los esfuerzos de la administración de Donald Trump para lidiar con la pandemia de Covid-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus, a nivel regional.
El envío de ayuda humanitaria a distintos países fue el tema principal. Y, predeciblemente, el foco estuvo posado sobre Venezuela, cuya infraestructura sanitaria ya se encuentra en estado de colapso aún antes de enfrentar el pico de la pandemia producto de la crisis política, económica y humanitaria que atraviesa desde hace años.
Pompeo remarcó que Estados Unidos ya ha enviado recursos para mitigar el impacto de la pandemia -contribuyó, por ejemplo, a un cargamento de 90 toneladas enviadas por la ONU la semana pasada- y dijo que han tomado recaudos para evitar que ellos caigan en las manos del régimen de Nicolás Maduro, que, aseguró, los robaría. Indicó que para ello no es necesario levantar las numerosas sanciones impuestas, debido a que la ayuda humanitaria se encuentra exceptuada de su alcance. Pero destacó que, en todo caso, “la mejor ayuda sería retomar las condiciones para que se recupere la democracia”.
“La asistencia siempre ha estado y estará disponible para el pueblo venezolano. Pero la ayuda más grande sería retomar las condiciones para que se recupere la democracia”, expresó desde Washington. Respecto de los recursos materiales, Pompeo detalló que el Gobierno ha enviado al martes USD 9 millones al país caribeño.
“Las agencias en las que confiamos, como la ONU y la Cruz Roja, van a convertir ese dinero y esos recursos en asistencia y la distribuirán en el terreno. El presidente (interino, Juan) Guaidó está convencido de que lo podemos hacer”, agregó.
“El dinero irá a las agencias que lo usarán y no lo robarán como lo harían Maduro y sus secuaces”, expresó. E indicó que para evitar este desenlace los esfuerzos serán “muy cautelosos”.
Con respecto al régimen, dijo que su único vínculo será “permitirle a las agencias recibir esa ayuda". Y volvió a reiterar su llamado a que Maduro deje el poder: “Se tiene que ir y hemos ofrecido un plan”, dijo, en referencia a la iniciativa presentada por el Gobierno que contempla la instalación de un gobierno de transición formado por miembros del régimen y la oposición -que no lo incluya a él ni a Guaidó- y que tenga como objetivo restablecer las instituciones republicanas y llamar a elecciones transparentes.
Pompeo remarcó a su vez que las agudas limitaciones de la infraestructura sanitaria venezolana para responder al avance de la pandemia son, en su vasta mayoría, consecuencia de las “privaciones del régimen” que achicaron la economía de país petrolero en dos tercios. “En Venezuela hay un desastre que fue producido por el hombre y está exacerbado por el virus”, graficó.
Según reportó The New York Times, alrededor de la mitad de los médicos del país -es decir, unos 30.000 profesionales- se han marchado en años recientes. Y los que quedan se enfrentan a múltiples desafíos aún antes de llegar a tratar a los pacientes.
La escasez de combustible en Venezuela está complicando que los médicos lleguen a sus trabajos y los deja atascados en enormes filas para cargar gasolina. Pese a que las autoridades han prometido a los médicos y otros trabajadores del sector un acceso preferencial en las estaciones, los profesionales de la salud suelen hacer colas desde la medianoche para llenar sus tanques, y a veces no lo consiguen pese a las horas de espera.
Ya en los hospitales, las carencias se multiplican. José Félix Oletta, ex ministro de Salud, dijo a la AFP en marzo que solo el 35 por ciento de los hospitales del país dispone de agua corriente, y el 90 por ciento carecía entonces de un protocolo para el coronavirus, según una encuesta de la ONG médicos por la salud.
Oletta estimó que en un escenario “moderado, leve”, el país vería entre 1.000 y 1.500 hospitalizaciones. No obstante, entre los 46 hospitales que el régimen dispuso para combatir la pandemia se cuentan 206 camas de cuidados intensivos.
Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados, equiparó a Venezuela con Siria y Yemen y avizora un desastre. “Habrá también una carnicería cuando el virus llegue a regiones de Siria, Yemen y Venezuela en donde hospitales han sido destruidos y los sistemas de salud colapsaron”, dijo.
Sin embargo, resulta difícil cuantificar el impacto de la pandemia en el país. No solo por la imposibilidad de los ciudadanos de acceder a cuidados, sino también por la falta de transparencia del régimen a la hora de proveer cifras. A la tarde del martes (hora local), se han reportado 189 casos positivos y nueve decesos.
El régimen informó del primer caso positivo en el país caribeño el 13 de marzo. Desde entonces, la cifras en los balances diarios aumentan a cuentagotas. Y más allá de la crisis estructural y la consecuente ruina del sistema sanitario del país, el régimen asegura tener la pandemia bajo control.
“Por primera vez se cruzan las curvas, tenemos más casos recuperados que casos positivos”, informó el vicepresidente sectorial para Comunicación, Cultura y Turismo, Jorge Rodríguez.
China e Irán, también acusados de manipular cifras, son casi los únicos dos países con miles de casos que aseguran haber podido invertir la cantidad de recuperados con casos activos. Alemania recién lo pudo hacer en los últimos días.
La tasa de recuperación también genera dudas. Pese al colapso del sistema, el régimen aseguró que el porcentaje de pacientes dados de alta es de 53%, casi ocho veces superior a la de Colombia (7%) y 66 veces más alta que la de Brasil. También lo hace la cantidad de pruebas de diagnóstico que asegura haber hecho en la población.
Según las mismas cifras, en Venezuela se han realizado 6.377 tests por millón de habitante, cantidad que equivalente a unas 25 mil pruebas diarias. En comparación, el Reino Unido tardó varias semanas en elevar la cifra diaria de diagnósticos a más de 10 mil, y su meta total es llegar a las 20 mil por jornada, objetivo que aún no alcanza.
Según un reporte del portal Efecto Cocuyo, Venezuela cuenta con un laboratorio para realizar las pruebas, mientras que Chile cuenta con 49 y Colombia con 40. Estas sedes son necesarias para los diagnósticos de PCR, los más precisos. En cambio, la mayoría de pruebas que fueron donadas por China son las consideradas "rápidas”. Estas son aconsejadas por la OMS solo para seguimiento pero no para confirmación, porque pueden dar falsos positivos o falsos negativos.
No obstante, las cifras contrastan con un informe de la ONU. Publicado a fines de marzo, este señalaba que se habían realizado 1.779 pruebas, unas 99 diarias y cerca de 56 por cada millón de habitantes, uno de los ritmos de diagnóstico más bajos del mundo. Teniendo esta cifra en consideración, la cantidad de tests diarios que se tendrían que haber hecho desde entonces sería extremadamente alta.
En cuanto a las cifras proporcionales de víctimas fatales, las diferencias reportadas también contrastan con el resto de la región. El ministerio asegura que se ubica en 0,3 muertes por millón de habitantes, con creces la cifra más baja del continente: Brasil reporta alrededor de 5,9 muertes por millón; Chile marca 4,3; Ecuador, 19,5; y Argentina, 2,1.
El pasado 11 de abril, Maduro extendió por 30 días el estado de alarma decretado el 13 de marzo, una decisión que implica prolongar una cuarentena nacional que, para una mayoría de la población exacerba los ya altos riesgos alimentarios.
Según una encuesta del Programa Mundial de Alimentos (PMA), dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una de cada tres personas en Venezuela ya tenía dificultades para llevar comida a la mesa y consumir los mínimos nutricionales necesarios. La cifra representa un total de 9,3 millones de personas que sufren lo que se denomina como “inseguridad alimentaria” moderada o grave.
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