Cuando uno lo ve en las fotos se lo imagina un hombre de alta estatura y fornido, con cierto mal carácter. Pero al hombre que encontré sentado esperando por mí, en un rincón de Colombia, es de un aspecto totalmente distinto. Es más bien pequeño y delgado, con unos ojos penetrantes y curiosos. Sereno. Casi no sonríe. Oye con mucha atención, como un niño ansioso tratando de absorber las primeras lecciones de vida. Es discreto, quizá en exceso, pero solo para algunas cosas. Otras las dice sin reservas, incluso si son temerarias. No tiene prurito al hablar de su participación el 4F, las sanciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) o el apoyo a la revolución bolivariana, como tampoco lo tiene al criticar con dureza a Nicolás Maduro o a Diosdado Cabello. Él es el mayor general retirado del Ejército Cliver Antonio Alcalá Cordones.
Se ha convertido en un tema recurrente en los informes de Inteligencia de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim). Él lo sabe. No mostró un solo gesto por tener prisa. A diferencia de muchos militares que enfrentan al Gobierno, éste alto oficial no habla de miedos, no se declara víctima de nada, enfatiza cada expresión con seguridad absoluta, parece que da pasos firmes y no dudó en decir con convencimiento, cuando le hablé de sus enemigos, que “verdugo no pide clemencia”.
Fue el número 10 de la promoción “General de División León Febres Cordero” 1983. Colaboró con Hugo Chávez en el intento de derrocar a Carlos Andrés Pérez el 4F. Comandó las guarniciones de Valencia en el 2008 y luego la de Maracay, llegando a jefe de la Región de Defensa Integral (REDI) Guayana en el 2013. Los EEUU lo incluyeron en la lista OFAC por las relaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), argumentando que sería el encargado de establecer rutas para el tráfico de armas y narcóticos de las FARC. Libró un enfrentamiento con el narcotraficante Walid Makled, quien lo amenazó desde el Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN) diciéndole, palabras más palabras menos: “Voy por tí”.
Para Alcalá Cordones el programa de TV que Diosdado tiene en un canal del Gobierno “disminuye la venezolanidad, convierte en faranduleros a los hombres y mujeres de uniforme, y escarnece a los presentes a quienes pone en ridículo. Lo que hace es exponer a los ausentes mostrando falsamente perfiles de personalidad”.
Diosdado Cabello amenaza con tomar acciones contra los aliados de una invasión extranjera, insinuando que lo harán contra venezolanos que apoyen la intervención militar. ¿Qué consideración le merece esa afirmación?
El teniente Cabello Rondón olvidó todos los valores, principios y normas que rigen en la institución armada. Deformó de tal modo su conducta que es imposible calificarlo como militar, ni siquiera de civil subordinado a las reglas de un buen ciudadano. La invasión a la que debería referirse es endógena, porque el país está infectado por el tráfico de alimentos, de medicinas, de repuestos y accesorios, de oro, coltán, aluminio. carbón y tierras raras, entre otros bienes, y ese tráfico se lleva a cabo por el estercolero conformado por un sector civil y militar sin escrúpulo y que sólo tiene el afán del enriquecimiento sin importarle que el 85% de la población viva en condiciones precarias. Tampoco les importa que haya más de seis millones de venezolanos viviendo fuera de la patria en mendicidad y pobreza. Esa invasión también ha penetrado las capas medias de la sociedad: en los barrios populares reina la cultura de la muerte, haciendo retroceder el amor por la vida digna. Además, es una invasión exógena.
¿Cómo se refleja eso?
En los acuerdos infames celebrados con países que nada tienen que ver con nuestra historia, nuestra vida social y cultural. A esa contraparte, con la que el Estado negocia, no le interesa para nada nuestra República, excepto la explotación de las riquezas con las que Dios nos ha bendecido. Estamos invadidos por grupos irregulares de diferente procedencia, entre los que se encuentran bandas armadas, con concesiones para la extracción de minerales, mediante arreglos radicalmente ilícitos e inaceptables. Estas marañas complejas, auspiciadas por el teniente Cabello, son las que deben ser contrarrestadas por la fuerza de la razón u otra si fuere necesario.
A propósito de eso. Varios funcionarios del Gobierno lo señalan a usted de estar entrenando a militares para invadir militarmente a Venezuela. ¿Qué responde a eso?
Mi conducta de ayer como la de hoy es esencialmente la misma. En su oportunidad juré cumplir con la Constitución y la Ley, y defender la República aun a riesgo de perder la vida. Ese juramento ha sido rector en mi vida; nunca lo olvido, y lo tengo presente todos los días. Justamente por estos tiempos debo tener muy vivos los compromisos esenciales que he asumido y debo cumplir sin vacilaciones lo intrínseco de su contenido.
¿Cuál es la respuesta entonces?
Bueno, sobre esa base, sostengo intercambios con jóvenes y adultos, hombres y mujeres, venezolanos y extranjeros, militares y civiles, funcionarios públicos y personeros del sector privado, patronos y trabajadores, pastores de iglesias de diferentes credos, en fin. El tema dominante está relacionado siempre con el estado actual de Venezuela y los caminos que pudieran recorrerse para reencontrarnos con nuestros valores patrios, y el modo que deberíamos emplear para salir de esta situación escalofriante que vive con dolor cada venezolano y la sociedad venezolana. Para llevar a cabo esta tarea se impone moverse de un lado a otro, visitar diferentes países del continente, viajar a Europa, tener encuentros en diferentes rincones venezolanos, e ir aprendiendo mucho de cada interlocutor, sea intelectual prestigioso o un campesino de Tumeremo, o un pescador de nuestro extenso Caribe, o un andino de las sierras profundas, o un guajiro de Paraguaipoa o un llanero de Socopó.
Entiendo lo que trata de decirme, que tiene una actividad constante de comunicación con diversos sectores. ¿Qué más?
Quiero demostrarle que es un ejercicio rutinario, como el que hacía siendo un cadete o un oficial de alta graduación. Ha sido un trabajo realizado sin fanfarrias ni aplausos atronadores, sin exhibiciones innecesarias y decantando frivolidades. Es algo así como el trabajo de nuestros labriegos, ha sido una actividad paciente pero que rendirá, en su momento, los frutos dulces de pan, salud y libertad.
Ya le entendí general. No me va a responder con si o no.
(Risas)
Está bien, dejémoslo así. Cuando usted era militar activo ocupó varios cargos de jefatura en la Fuerza Armada. ¿Qué diferencia hay entre la Fuerza Armada que usted conoció y ésta que existe hoy?
Nunca desvié mi carrera militar hacia funciones públicas encumbradas. Alcancé mis grados en el marco de la disciplina que establece nuestro oficio. Jamás acepté ocupar posiciones que conducen a enriquecimientos fáciles y regresar después para obtener una estrella o un sol sin tener los méritos que se requieren para ostentar jerarquías que distinguen los rangos dentro de la Fuerza Armada. Llevar las cosas de ese modo me hizo acreedor de una ascendencia moral que provocó el respeto de mis subalternos, y aún despierta la enorme consideración y el liderazgo de quienes hacen vida activa en los cuarteles. A la Fuerza Armada la han querido convertir en un ejército de mercaderes que practican desde el trueque hasta el acaparamiento y la especulación. Muchos, débiles de espíritu han caído en las tentaciones de la plutocracia y están indigestados con dinero mal habido, joyas de bisutería, fiestas cursis para publicarse en páginas faranduleras, y aceptantes de boatos y pompas que corrompen el cuerpo y el espíritu.
Parece bastante sombrío ese panorama.
Si, no obstante, en todos nuestros componentes encontramos zonas sanas en las que rige la disciplina, el honor y el decoro militar, el propósito definido de estar al servicio de la Nación y de la Constitución y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna. La mayoría de nuestros mandos medios no están infectados y enarbolan fundamentos inalterables: Institución esencialmente profesional, sin militancia política alguna, subordinada a la autoridad civil, garante de la independencia y soberanía de la Nación, y preparada militarmente para garantizar sin mutilaciones el espacio geográfico que históricamente nos pertenece. Una tarea titánica que nos toca es el impulso con determinación para comulgar con estos valores que están en la naturaleza de los cuatro componentes de nuestra Fuerza Armada.
Usted participó el 4F. ¿Alguna vez imaginó que la FANB llegaría a ser la institución que no puede ni siquiera cumplir con la función esencial que tiene de defender el territorio y la soberanía?
Hoy esa Fuerza Armada está en una coyuntura en la que se juega su existencia. Sigue el camino de la desarticulación que le han marcado los mandos degenerados de estos tiempos aciagos, o subvertimos radicalmente nuestro espíritu para encontrarnos con las esencias del alma que nacieron con nuestros Padres Libertadores. Por supuesto que el 4 de febrero fuimos movidos por ideales asociados a la re-fundación de la República, procurando una sociedad equitativa, inclusiva, próspera y protagonista de su destino. Para nuestro infortunio, quienes hoy conducen al Estado y detentan el poder de la República, distorsionaron los propósitos aspirados, e impusieron el plutocratismo, el nepotismo, el testaferrato, y la acción criminal.
¿Fue un error?
Pongámoslo así, podemos decir, sin equivocarnos, que la administración de nuestro Estado está en manos de carteles que se han dividido el territorio o sus ramos y espacios de actuación, y la infección es tan extendida que, hasta el tráfico de estupefacientes, en escalas menores y mayores, se ha establecido, con serias dificultades para erradicarse.
¿Qué propone?
Si queremos tener una República sana y próspera tenemos que convocar a los ciudadanos de alta valía en las actividades que desempeñan. No se trata de juntar al grupo de los cuatro con el grupo de los dos, ni de juntar a los de la mesita con los de la mesa o el mesón. No se trata de co-habitaciones ni colcha de retazos. La realidad nos obliga a producir un salto asombroso, inesperado y de alto impacto que mueva hasta las fibras más escondidas. Estamos en un momento de tales características, que nos paralizamos y dejamos que la resignación nos envuelva, y permitimos que simulacros de conflicto desvíen nuestra atención, o nos movemos con la fuerza y determinación necesaria para deslindar la enorme cantidad de vicios acumulados, y damos paso a las virtudes que subyacen en el alma de nuestro cuerpo social.
¿Cuál cree usted que sea la respuesta de la Fuerza Armada de llegar a ocurrir una intervención militar desde el exterior?
La respuesta de nuestra Fuerza Armada, frente a cualquier acontecimiento estelar que se presente, será la misma que la de nuestra sociedad. De hecho, el pueblo venezolano con o sin uniforme, se comunica mediante murmullos, susurros y redes sociales, y el denominador común es ¨Algo tiene que pasar¨. Desde el subterráneo de la sociedad se espera una erupción volcánica. El modo de intercambio es ese porque no puede haber otro. Cuando se vive aplastado por una tiranía o dictadura en la que el chantaje, la estafa, y la trampa son las reglas de juego, se paga con la persecución, la desaparición, o con la muerte, cualquier disidencia, ¿Qué decir de los casos de Alcedo Mora, Fernando Albán, Oscar Pérez o el capitán de corbeta Acosta Arévalo? Es muestra de lo que acontece en esta Venezuela aparentemente muda. Mucha gente se pregunta ¿Quiénes tomarán una iniciativa contundente y quiénes podrán ayudar?
Dígamelo usted.
Yo no tengo ninguna duda en la respuesta. Son venezolanos los que asumirán el riesgo y el sacrificio para producir un cambio real del estado de cosas en la Venezuela hoy, y ayudarán, quienes quieran ayudarnos. Cuando un país está al borde del abismo ocurre lo mismo que experimenta un hombre frente al vértigo, no se pregunta si la mano que lo auxiliará es asiática, americana, africana o australiana, sólo agradecerá a quien sea capaz de rendirle auxilio, toda vez que lo que está en juego es la vida o la muerte.
Finalmente, general Cliver Alcalá, usted nunca aceptó a Nicolás Maduro. Desde que él asumió la Presidencia usted lo retó. ¿Por qué tuvo tanta resistencia ante él, aunque fue el elegido por Chávez?
La Constitución Nacional establece claramente que la potestad para elegir al presidente de la República es del pueblo, mediante el cual se ejerce la soberanía. El pueblo venezolano ha rechazado sistemáticamente, de diferentes modos y maneras, el ejercicio de la autoridad del señor Maduro Moros y de toda la banda que lo acompaña. Esa situación la intuí desde el principio, ya que este señor no estaba en capacidad para guiar los destinos de la República. No me equivoqué. No está en capacidad de administrar la hacienda pública, ni conducir las relaciones exteriores, ni impulsar la reglamentación de las leyes, ni dirigir la Fuerza Armada, ni nada. En él concurren todos los vicios, y no es capaz de exhibir ninguna de las virtudes.
¿Tan malo lo consideró?
Si, y lo peor es que produjo una calamidad de tal magnitud, que el restablecimiento de la República, tanto en sus condiciones materiales como espirituales, llevará tiempo, mucho trabajo, y la concurrencia de gente con la mayor sabiduría, las mejores destrezas, la ética más alta posible, y una tenacidad a toda prueba. Debemos retratar la Venezuela de este momento, hacer un censo que permita saber cuántos somos, dónde estamos, los grupos etarios a los que pertenecemos, el número de emigrados, educación recibida, oficios desempeñados, concentraciones poblacionales, espacios desocupados y tantas cosas necesarias para poder planificar nuestro porvenir. Sobre esa base se podrá realizar la democracia y desarrollar todas sus potencialidades. Una coalición restablecedora del orden constitucional será imprescindible, como será imprescindible el tránsito de un tiempo razonable para llevarla a cabo. Se trata de un reto descomunal que vale aceptarlo para no morir de mengua, y si queremos una República en la que valga la pena vivir.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: