Lo que siempre fue una presunción, ya hoy es una absoluta realidad. La injerencia es una política de Estado. Los ministros, con naturalidad, asumen la posible tutoría de un embajador en un espacio privilegiado para los altos funcionarios del ejecutivo nacional. La presencia, la observación y las sugerencias u órdenes de un funcionario que responde a los intereses de otro país. A otro gobierno.
“Los embajadores, prácticamente que forman parte del Consejo de Ministros, el embajador de Cuba, aquí, tiene que estar puertas abiertas en cada ministerio para coordinar, para avanzar…” dijo, entre otras cosas, Nicolás Maduro. Detrás, una bandera de Venezuela y otra de la república de Cuba.
Ocurrió en cadena de radio y televisión. Público, notorio y comunicacional. Como diría un abogado. Sin grises. Sin matices. Sin una pizca de precaución de parte de Nicolás Maduro, sin una insinuación de asombro por parte de los ministros. Un anuncio de Estado. ¿Una sugerencia o una orden presidencial?
“Le he dicho a nuestro hermano mayor y protector, Raúl Castro Ruz y está de acuerdo”, dijo Nicolás Maduro en alocución presidencial. ¿Nuestro qué?, ¿hermano de quién?, ¿protector de qué?, estas son algunas preguntas simples que cualquier venezolano que se oponga a la injerencia extranjera se hace después de escuchar lo que está entre comillas.
“Reformatear para mejorar”, siguió. ¿Reformatear qué? Ley Orgánica de la Administración Pública Nacional dice que el Consejo de Ministros es un órgano superior que diseña y ejecuta políticas públicas de alto nivel, está integrado por el presidente y vicepresidente de la república, los ministros y un secretario. Para ocupar los cargos antes mencionados, la constitución establece un requisito particular: hay que ser venezolano de nacimiento. Es lógico, no pueden integrar el Consejo de Ministros, personas o funcionarios que respondan a intereses de otras naciones. Sería ilógico. Pero ocurrió.
¿Desde cuándo el ministro o funcionarios cubanos conviven en los ministerios?
Desde el año 2002 sobran las denuncias de injerencia. Desde filas de la oposición se ha denunciado la presencia -incluso- de militares en los cuarteles venezolanos. ¿También fueron invitados a la fuerza armada?, desde que se crearon los convenios de cooperación deportiva, cultural, o cuando se creó la Misión Barrio Adentro, para construir ambulatorios de salud en los sectores populares con atención de médicos cubanos, desde hace casi 18 años se denunció la injerencia. ¿Desde cuándo vivimos en intimidad con Cuba?
El pasado 12 de noviembre de 2019, el Instituto Checo de Derechos Humanos presentó ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) su informe anual titulado “Represión sistemática y torturas, la influencia cubana y los cambios sustanciales en los métodos de tortura en Venezuela”. Esta es solo una denuncia que probaría la intervención de funcionarios extranjeros en los cuerpos de seguridad y, responsables en este caso, de torturas.
La abogada Tamara Sujú denunció ante la OEA, en el marco de la presentación del informe del Instituto Checo de Derechos Humanos, que más de 126 personas fueron sometidas a torturas con métodos cubanos. En su mayoría funcionarios militares, generales y coroneles con esposas ajustadas por largos periodos de tiempo, hombros dislocados y costillas fracturadas. Uniformados torturados y humillados.
El verbo del patriota
La ironía más grande de este anuncio presidencial es quien lo dice. Los llamados patriotas de la revolución son los que han encendido el verbo por más de 20 años contra la injerencia. Es Nicolás Maduro el heredero de un discurso anti-imperialista, anti-colonial. La ironía es que hoy anuncia que la sumisión es una política de Estado, que necesita de un protector, de un hermano mayor. Que los ministerios de un país soberano deben estar de puertas abiertas para que un embajador entre y salga cuando mejor le parezca. No es romanticismo, es política.
La injerencia mala es la de Estados Unidos, la de Colombia, la de la Unión Europea y los países de occidente. La buena, es la de la Cuba, la de China, la de Rusia, Turquía e Irán. La verdad es que un país que desea ser potencia, una nación que defiende la autodeterminación de los pueblos rechazaría cualquier intromisión. Así sea la de sus aliados, la de sus cooperantes. Los límites de la soberanía los pone la cordura.
No se trata de hacer un show con las declaraciones de Nicolás Maduro. No se trata de si es o no chistoso lo del embajador. La cuestión es que va en contra de la ley. Es un retroceso para el país que se ganó a pulso y espada la independencia. Sería inaceptable presentar el caso al revés. No podríamos consentir -tampoco- que un funcionario venezolano meta las narices en las decisiones de otro país. La soberanía no se limita a pegar cuatro gritos en una tarima en contra de las potencias occidentales.
¿Por qué el embajador de Cuba tiene que estar en los Consejos de Ministros?, ¿No somos capaces los venezolanos de diseñar nuestras propias políticas públicas? La soberanía se ejerce.
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