La conmovedora carta de un famoso chef “profundamente católico” a su hija Dumel, transgénero no binario

Sumito Estévez es uno de los cocineros venezolanos más reconocidos en el mundo. Hace 24 años nació su hijo a quien bautizó Pablo. Sin embargo, ahora decidió que la llamaran como verdaderamente se siente

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El siguiente texto es una carta abierta del chef Sumito Estévez a su hija de 24 años Dumel, quien se encuentra en transición luego de vivir durante todo este tiempo como Pablo. En ella cuenta las sensaciones que atravesó y cómo experimentó el dificultoso camino de la valiente joven.

La imagen que eligió Sumito
La imagen que eligió Sumito Estévez para ilustrar su carta a su hija Dumel

"A Dumel. Mi más grande amor*.

Cuando leí el comentario de Juan en su propio Facebook me asusté. Sentí un escalofrío que me impulsó a cerrar el programa. Al rato volví abrirlo, releí y lo desactivé como mi amigo de Facebook. No tanto por rabia hacia él, sino más bien con desazón. Juan es una persona bastante inteligente, alguien que aprecio. Aun así, ese día escribió ‘a esas mierdas habría que matarlas’. Una de esas ‘mierdas’ es mi hija. Mi Dumel.

Dumel fue bautizado Pablo hace 24 años. Ahora nos pide que no le digamos más Pablo. Nos pide que le digamos ella.

Ha sido dificilísimo para su madre y para mí. Pero este escrito no es sobre mí. Yo, su orgulloso padre, yo el que la ama con absoluta parcialidad, yo que la admiro mucho, yo soy simplemente el mecanismo para explicar qué significa ser transgénero no binario.

Ni siquiera estoy seguro de entender todavía quién es ahora mi hija. Pero da igual lo que yo hubiese preferido. Da igual algo que inclusive choca con algunas de mis creencias religiosas. Sólo sé que Dumel nunca ha sido una persona impulsiva, contestataria con ánimos de crear caos a su alrededor por frivolidad. Alguien que hubiese tomado una decisión por llamar la atención o por moda generacional.

Estoy absolutamente seguro de que Dumel se lo pensó un montón antes de hablar con nosotros. Y luego de hablar con ella en muchas jornadas, me puso a pensar. A revisar. A leer. Inclusive le pedí que me recomendara textos porque quiero entender.

Dumel es una alumna excepcional. Le resulta gracioso cuando afirmo que ella es una intelectual y lo niega riendo. Pero para mis parámetros lo es. Me gusta dialogar con ella, escucho con mucho cuidado lo que tiene que decirme y suele responder mis cartas con una redacción y ortografía preciosas. Ese hecho me enfrentó al primero de mis prejuicios. Me di cuenta que el que me impresionara que alguien ‘intelectual’ fuese trans significaba que en el fondo veía a los trans como personas incapaces de serlo. Me dio vergüenza darme cuenta que podía pensar así. Así ha pensado antes la humanidad de los negros (brutos e inferiores intelectualmente), de los gays (frívolos, promiscuos y sólo buenos para el arte), de las feministas (machas frígidas que nunca le ven el lado bonito a la vida), de los inmigrantes (sucios e incivilizados que sólo sirven para obreros)… pero resulta que tengo una hija que es alumna excelente y que me recomienda que me lea los textos de filosofía de Paul B. Preciado o de Judith Butler.

La historia está alfombrada de ejemplos históricos en donde hemos empujado a distintos grupos a guetos y luego nos quejamos porque en ese encierro formen comunidades. Son guetos que en lugar de buscar la manera de entenderlos, integrarlos en diálogo de comunidades o al menos tolerar, convertimos con nuestra mirada en círculos paralelos. Que los negros vivan entre negros o los blancos entre blancos y terminen por crear culturas paralelas, que los pobres vivan entre pobres en lugares lejanos olvidados por las políticas culturales del estado y luego digamos que son pobres porque les gusta serlo, que los gays se encuentren solo en bares gays porque en nuestro restaurante todo el mundo se reiría si uno le pide matrimonio a otro (ícono del romanticismo gastronómico que siempre levanta ternura), que los inmigrantes vivan en edificios gigantes de apartamentos minúsculos que terminan por ser naciones extranjeras en sí mismos para que luego digamos que no les gusta integrarse a la nación que los recibió, o que los judíos vivan en urbanizaciones de judíos; no es un triunfo humano. Todo lo contrario, es nuestra derrota como humanos.

Esta carta para mi es en extremo difícil. Sí, porque cuesta mucho contarle a tu familia, a tus amigos, a tu fraternidad religiosa, a tantos que te han escuchado hablar con frecuencia con admiración y amor sobre Pablo, que ahora tienes una hija. Otra más. Que no volverá a ser Pablo y mis dos hijas, sino mis tres hijas. Y me da rabia sentir ese pudor, porque es ella la que ha sido valiente en extremo y soy yo quien sigue poniendo el foco sobre mí. No, el protagonista de esta historia no soy yo. Tampoco ella. Es en extremo difícil además porque me enfrento a un escenario del que honestamente no sé bien qué pensar. Sólo sé que la amo.

II

¿Por qué me decidí a escribir y pedirle permiso a ella para publicarlo? Hay dos razones. Por un lado porque hace un tiempo Dumel me dijo por teléfono: ‘Papá a ti te sigue mucha gente en las redes. Quizás si escribes, otros entiendan’. En ese momento pensé que esto me sobrepasaba como para que de paso me pusiera a hacerlo público. La otra razón es porque en tiempos en que es muy mal vista la homofobia, quienes ejercen el odio usan la transfobia para expresar su frustración. El Juan amigo mío jamás escribiría hoy, refiriéndose a un gay, ojalá maten a esa mierda; pero ese Juan se sabe en territorio más seguro si su odio lo dirige a un trans.

Me decidí a escribir esto porque si consigo al menos que una persona se sensibilice y decida no agredir a una persona trans, sentiré que habré ganado a una persona hacia el territorio de la misericordia cristiana (en la que creo con alma y convicción absolutas) y la habré alejado de la posibilidad de agredir a mi propia hija.

Yo hubiese preferido que Pablo siguiese siendo Pablo. No lo voy a negar. No por prurito moral sino porque tengo mucha historia con un él y no con una ella, y ¿por qué no? Porque me da un poco de pena con mis amigos. Así como ella tiene derecho a decirme ‘Papá preferiría que te dirijas a mí en femenino’, yo tengo derecho a que ella sepa eso de mi. Que sepa que me da todavía un poquito de vergüenza cuando me preguntan ¿Cómo está Pablo? Y no sé si decir sólo bien o echar el cuento completo.

Pero desde que me lo dijo, luego de pasar el trago amargo, nuestra relación es más bonita, más cercana. No siento que esto es una prueba (para empezar no creo que Dios nos 'pruebe’ pero eso es harina de otro artículo) e, irónicamente, siento que el ser tan profundamente católico como soy me preparó muy bien para lo que nos viene a ella, a su Mamá y a mí como padre, madre e hija. Yo no termino de entender bien qué es un transgénero no binario, pero entiendo perfectamente que jamás podría agredir o dejar de amar a alguien por ser distinto. Eso lo aprendí de mi relación con Dios.

Hace poco él me decía: -Una cosa es negarnos la identidad (que ya es un montón) pero ¿pedir que nos maten?- y yo le contesté: -Así fue hace nada con los gays, pero el mundo termina entendiendo. Eso es lo bello de la humanidad, mi amor-. Releo este párrafo mientras corrijo el escrito y noto que lo empecé con él y no con ella. Ella quiere que le diga ella y mis dedos siguen acostumbrados a escribir él. Mi tentación fue corregir, pero también siento que es parte de nuestra historia y lo seguirá siendo por un tiempo. Ambos estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo. Ella y su Papá.

¿Qué su Mamá y su Papá están aterrados? Obvio. Da terror la agresión gratuita, la mirada capciosa, las oportunidades laborales, los aeropuertos con sus policías. Pero Dumel es excepcional y en un momento nos dijo: ya tengo suficiente miedo como para tener que sumar los suyos.

III

Resumido groso modo, una persona trans no binaria es alguien que por una parte no se siente identificada con el género que se le asignó al momento de su nacimiento, y por otra -esto es lo más difícil-, no necesariamente se siente ni hombre ni mujer.

Y esto no tiene nada que ver con sexo. Nuestra obsesión con el sexo es tan profunda y binaria que hasta hace nada si conocíamos una pareja gay nos preguntábamos ‘¿quién será el hombre y quién la mujer?’ en lugar de pensar en su vida intelectual, empática, emocional.

No pretendo que entiendan. Esto no se trata de entender sino de derechos humanos. Del derecho de cualquier persona a tener una vida digna, un trabajo, un techo, a caminar sin miedo, a ir un museo, a tener pareja… una identidad.

Insisto, no pretendo que entiendan. Yo mismo no termino de entender que el mundo no sea binario. Es decir, hombre y mujer con sus respectivas permutaciones. Yo soy absolutamente binario, pero Dumel me explicó algo tremendo: obviamente hay mucha gente que se opera y toma hormonas porque ese cambio de corporalidad son símbolos que necesitan para sentirse de su género, pero también hay muchas personas trans que han terminado por tomar hormonas u operarse porque sienten que la sociedad sólo los aceptaría hombre o mujer. Así sea hombre o mujer “con operación”. La imagen de que alguien que no quería operarse lo hizo (eso es una mutilación) para poder encajar en una sociedad me persigue.

Así que, nos guste o no, hay humanos hombres, humanos mujeres, humanos gays, humanos que nacieron con el genero al revés y humanos que no se sienten ni hombre ni mujer. Humanos. Insistiré hasta el cansancio: humanos.

IV

Siendo honestos cuando veo fotos de Dumel no es ni un macho-macho ni una hembra-hembra. Desde mi visión binaria (voy más allá, para la comunidad trans yo soy un 'cis’ porque me identifico con el género que me fue asignado al nacimiento) me cuesta entender a este ‘hombre disfrazado de mujer’, pero tengo suficiente millaje en la vida para entender que ni es la única, ni le está haciendo daño a nadie con ello. Todo lo contrario.

Probablemente me pide que le diga ella porque claramente no se siente un él… y porque en español no tenemos un pronombre para ese caso.

Todos los años el diccionario de habla inglesa Merriam-Webster elige las palabras de uso cotidiano que la población incorpora (antes de Gutenberg nadie decía ‘imprimir’ porque no se había inventado la imprenta, por ejemplo) y este año 2019 la palabra del año fue ‘THEY’. En inglés, al igual que en el español, no existe neutralidad de género en palabras como todos/todas o algunos/algunas. Tampoco existen pronombres singulares sin género (es she/he en inglés o él/ella en español)... pero el ‘ellos/ellas’ del español sí es neutro en inglés y se escribe THEY. Es decir, si traducimos al inglés ellos o ellas, en ambos casos la palabra es They. Esa es la razón por la que They se ha adoptado para referirse en inglés a quien se identifica como no binario. Así que a falta de un they en español, es natural que Dumel me pida que me dirija a ella en femenino… o al menos así lo sentía yo hasta que Dumel leyó lo que acabo de escribir. Copio textualmente algo que me escribió al respecto cuando leyó el párrafo anterior:

‘Pues tenemos el uso de la <e> o la <x> que muchas personas no binarias lo ocupan. No invisibilices esto que por más que no está aceptado por la gran mayoría de las instituciones es algo que se está dando popularmente (y es ahí donde se transforman los idiomas en realidad). Yo prefiero el femenino porque me cuesta usar el neutro y no me termino de sentir cómoda y porque me siento bastante dentro del espectro de la femeneidad’.

Los trans no binarios estaban encerrados en el clóset. Como tantos otros antes en la historia de la humanidad. Escondidos como alguna vez lo estuvo cualquiera que pensara o sintiera distinto en cualquier circunstancia. Estar encerrado en el clóset es estar sometido o sometida a humillaciones abyectas, a guetos. A escaleras para subir que no tienen los peldaños.

Las estadísticas asociadas a la comunidad trans son un espanto. Las ONG manejan los 35 años como cifra de expectativa de vida y recientemente CNN decía en una noticia que 12% de las personas trans son agredidas en el mismo trabajo. En particular ese miedo no lo tengo porque Dumel no viene de un gueto y obviamente posee recursos emocionales y una familia que lo apoya, lo que obviamente no es el caso de quienes han sido expulsados y expulsadas de su casa a la mala para que tengan que sobrevivir como puedan.

Esa realidad del gueto mi hija la tiene clara. Está por ir a Europa a especializase en sus estudios de agricultura y me comentó que en algún momento le gustaría crear una empresa de paisajismo urbano que forme y contrate trans. Su idea es empática y es muy inteligente por pragmática. Son esos pequeños pasos los que construyen sociedades que, aunque no se toleren, aprendan a dialogar.

Hasta hace poco decíamos ‘tengo un amigo negro pero es inteligente’. Hasta hace poco decíamos ‘tengo un amigo gay pero es chévere’. A mi Dumel le tocará vivir eso una y mil veces. La gente dirá cosas como ‘Sumito tiene un hijo que ahora es una vaina rara trans pero es inteligente’. A Dumel le tocará equilibrar sus búsquedas con las de su padre católico que pertenece a una iglesia que lucha contra lo que califica de ideología de género, pero de algo estoy seguro: Dumel podrá con eso y no habrá un día que no sea parte del bien común.

Y sí Dumel, mi amor, tu Padre al hacer público este escrito tiene miedo como también lo debes haber tenido tú cuando saliste del clóset. Pero debes tenerme paciencia. Tu padre tiene miedo. Es natural".

* NOTA: Este escrito fue ampliamente discutido entre Dumel, su Mamá y su Papá. Los tres acordamos que se publicara. Más allá de la intención confesional y de búsqueda de sensibilización ante un escenario complejo, publicarlo es una decisión muy meditada.

(La carta fue publicada originalmente en el blog de Sumito Estévez).

El chef venezolano Sumito Estevez
El chef venezolano Sumito Estevez debió exiliarse en Chile por la crisis de su país (Instagram @sumitoestevez)

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