(Bloomberg) - Una generación de niños venezolanos está perdiendo la oportunidad de recibir una educación adecuada ante un absentismo masivo, el deterioro de los edificios y el éxodo de maestros cualificados. La educación era una prioridad para el Gobierno del difunto presidente Hugo Chávez, quien aumentó el gasto en educación pública y amplió los programas de alfabetización para los pobres. Cuando Chávez asumió el cargo en 1999, se comprometió a eliminar el analfabetismo en el país.
Veinte años después del comienzo del experimento socialista en Venezuela, las aulas están medio vacías conforme el sistema escolar se desmorona en medio de una crisis económica en espiral y de la hiperinflación.
En la Unidad Educativa Estatal Cecilio Acosta, a una hora de Caracas, el hedor de las aguas residuales impregna los pasillos sin luz y la pintura cae a trozos de las paredes. El edificio principal se inunda varias veces al mes, y los alumnos deben evacuar cuando llueve. La cafetería está cerrada porque está al lado de una alcantarilla abierta después de que el agua de la inundación colapsase las tuberías el año pasado. El jardín de infantes, para niños de 3 a 6 años, está abandonado. El centro en su conjunto tiene menos del 10% de los estudiantes que debería tener, según la maestra de primaria Nayibe Moreno.
“Los estudiantes se adaptan a las condiciones”, dijo. “Es realmente muy difícil para ellos ir a otro lado, debido a sus circunstancias económicas”.
Los maestros también tienen que adaptarse: Moreno gana US$8 al mes.
La escuela, que se encuentra en la ciudad satélite de Los Teques y lleva el nombre de un escritor del siglo XIX, no tiene personal de seguridad, y ladrones entran y salen a su antojo a través de un agujero en la pared. En septiembre, robaron la bomba de agua, lo que hizo que los estudiantes dependieran de las entregas de un camión para calmar su sed.
La crisis se agudizó particularmente con el inicio de hiperinflación, que erosionó los salarios de los maestros a casi nada, dijo Leonardo Carvajal, profesor de política educativa en la Universidad Andrés Bello en Caracas. Los maestros del sistema estatal con plena cualificación a menudo no ganan lo suficiente para cubrir los costes de transporte al trabajo.
“La deserción de los docentes es tal que muchas veces ya ni siquiera se molestan en ir a renunciar formalmente sino ya lo dejan”, dijo, solo aquellos con un profundo amor por la profesión aún se presentan a trabajar.
La cancha de baloncesto está llena de malezas, ante la falta de gasto en mantenimiento.
“Antes el colegio era uno de los mejores”, dijo Moreno, y agregó que era un centro de capacitación para maestros.
Cecilio Acosta tiene 159 estudiantes matriculados este año académico, en el pasado llegó a tener 1.700, dijo. Es un caso extremo, debido a las inundaciones, pero el absentismo ha aumentado considerablemente en todo el sistema. En el extremo oeste de Venezuela, miles de niños cruzan la frontera al amanecer para estudiar en Colombia.
El número de niños no escolarizados en escuela primaria aumentó a 325.000 en 2017, según datos recabados por la UNESCO. Es el doble de la cifra de 2013, el año en que murió Chávez. El número de adolescentes fuera de la escuela en edad escolar aumentó un 46%, a 481.000. Los maestros que hablaron con Bloomberg dijeron que las tasas de absentismo han aumentado desde entonces.
Muchos padres dicen que no pueden permitirse el transporte a la escuela o los uniformes escolares. Los programas de nutrición también son una sombra de lo que fueron, según Carvajal. En Cecilio Acosta, los niños comen lo que está disponible y a veces tienen el mismo menú durante semanas. La dieta es rica en almidón (arroz, arepas, plátanos) y tiene poca proteína. A veces se les da mortadela de sardina, una salchicha hecha de puré de pescado que provoca una rebelión entre quienes deben comerla.
“Un niño tiene que estar bien nutrido para capacitarse intelectualmente”, dijo Carvajal.
Una consecuencia de la escasez de maestros ha sido la aparición de los llamados maestros “piratas”, dice Carvajal. A veces, con 17 años, carecen de la titulación adecuada para impartir las clases que se les asignan. También carecen de autoridad, ya que con frecuencia apenas son mayores que los niños que se supone que deben enseñar, agrega.
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