Los militares también sufren las estadísticas que ubican a Venezuela como el país más peligroso de la región

José Saavedra es un teniente de la Fuerza Aérea, que vive junto a su familia en Caracas y que ha sufrido los embates de la criminalidad. “Solía tener el uniforme en la parte de atrás del carro, por fortuna ese día no lo tenía. De haberlo cargado conmigo no estuviese relatando esta historia… Con seguridad me hubieran asesinado porque le temen a las represalias”.

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Los militares también sufren los efectos de la crisis humanitaria de el país caribeño. (EFE)
Los militares también sufren los efectos de la crisis humanitaria de el país caribeño. (EFE)

Por Fernando Dos Reis - Publicada originalmente por La Gran Aldea

La grave situación de inseguridad que afecta al país ha enlutado a miles de familias venezolanas, entre ellas a la Fuerza Armada. Este sector no escapa de las estadísticas que ubican a Venezuela como el país más peligroso de la región y uno de los 5 más inseguros del mundo. De acuerdo con el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) en 2018 hubo más de 23.000 homicidios, lo cual representa una tasa de 81,4 asesinatos por cada 100.000 habitantes.

De acuerdo con la Fundación para el Debido Proceso (Fundepro) en 2018 al menos 54 militares cayeron abatidos a manos del hampa. Del total de funcionarios castrenses asesinados el año pasado, más del 70% correspondieron a la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

En las muertes violentas de los funcionarios de la Fuerza Armada se repite un mismo patrón: Despojo de armas, dinero, joyas y celulares. Los miembros de la institución castrense son víctimas constantes de robo a sus residencias y secuestros.

José Saavedra es un teniente de la Fuerza Aérea, que vive junto a su familia en Caracas y que ha sufrido los embates de la criminalidad.

“Lo que los delincuentes ignoran es que el 90% de la FANB pasa trabajo al igual que todo el país”

En marzo de 2017, cuando estaba en medio de unos ejercicios militares ordenados por Nicolás Maduro, se supo del acribillamiento de dos compañeros de armas. Los sargentos Miguel Borrero Escalona (24) y Andrés José Ortiz (23) fueron asesinados a puñaladas en el Bulevar de Sabana Grande en Caracas. De acuerdo con las investigaciones del caso, los autores del hecho fueron un niño de 10 años y un adolescente de 15, quienes le propinaron severas heridas para despojarlos de sus pertenencias.

Saavedra no conocía a las víctimas, pero fue un episodio que lo afectó emocionalmente. “Yo solía pasar por Sabana Grande con frecuencia, caminaba desde Plaza Venezuela a Chacaíto. En esa zona hay muchos jóvenes, sólo pensar que cualquiera de esos te puede arrebatar la vida es totalmente escalofriante”, destaca.

Dos meses después, nuevamente la familia militar fue enlutada con el homicidio de Ferwind Bastidas Valbuena (32), sargento primero de la Guardia Nacional Bolivariana. Antisociales le dispararon para robarle su arma. Saaveda recibió a los días de este trágico hecho un comunicado del Ministerio de Defensa donde se le indicaban una serie de medidas de protección ante la ola de violencia que azotaba los cuarteles.

“Evitar salir de noche, abstenerse de visitar lugares de dudosa reputación o que representen riesgo para la seguridad personal, no hacer uso nocturno de cajeros automáticos y restringir el uniforme militar”. Estas fueron las recomendaciones que el máximo órgano en materia militar les recetaba a todos sus adscritos.

Las indicaciones de seguridad contrastan con la realidad que relataba el ministro de Interior Justicia y Paz de Nicolás Maduro, Néstor Reverol, quien desde 2017 sostiene que existe una disminución de la tasa de homicidio en el país.

El uniforme

En 2014 la familia de Saavedra sufrió una baja sensible: Su cuñado fue interceptado por dos sujetos en la Autopista Caracas – La Guaira. Los antisociales dispararon para robarle su vehículo y sus pertenencias. Desde entonces el teniente ha vivido con miedo y muchas restricciones, al punto de que ha preferido dormir en la base militar antes que irse a su casa a altas horas de la noche.

Por ello, desde 2016 optó por no lucir su uniforme militar en actividades civiles y lo hace así como una medida de protección frente a la inseguridad.

Una mañana en el Centro Comercial La Casona, en Los Teques, estado Miranda, Saavedra esperaba en su vehículo Chevrolet Aveo a su esposa, que estaba haciendo un chequeo médico. Tenía su carro encendido dentro del estacionamiento y eso evitaba que escuchara los ruidos a su alrededor. Sonó su teléfono, lo contestó porque era su esposa, quien le pidió que fuera a ayudarla porque estaba de compras en una tienda. Al bajarse del carro sintió un revólver en su cabeza y una voz silenciosa que le decía “dame el celular y las llaves del carro”. Entregó el teléfono y procedió a cumplir las órdenes de su verdugo. Subió al vehículo, le quitaron su reloj, su cadena, unas bolsas donde guardaba frutas y dinero en efectivo. Los delincuentes encendieron el carro y con él a bordo se fueron hacia una zona cercana, El Tambor, donde lo abandonaron sin sus pertenencias.

“Quienes tienen las armas para defender la nación terminan también siendo víctimas”

Cuenta el militar que a los días apareció el vehículo completamente desvalijado, modalidad con la que, según las autoridades policiales, actuaba la banda de la que fue víctima. Saavedra asegura que no cargar el uniforme consigo fue su mayor protección. “Solía tener el uniforme en la parte de atrás del carro, por fortuna ese día no lo tenía. De haberlo cargado conmigo no estuviese relatando esta historia… Con seguridad me hubieran asesinado porque le temen a las represalias”.

Según afirma, “hay un mito urbano de que los militares tenemos dinero y accedemos a mejores cosas que los civiles, eso nos convierte en blanco de grupos delictivos. Lo que los delincuentes ignoran es que el 90% de la FANB pasa trabajo al igual que todo el país”.

Para Saavedra la situación de inseguridad mejoraría con acciones. Pero las autoridades siguen aferradas en atacar las consecuencias y no las causas del problema. De hecho, todo indica que este año cerrará con un repunte en las cifras de militares asesinados. Así, quienes tienen las armas para defender la nación terminan también siendo víctimas.

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