“Operación Centurión”: el plan de Nicolás Maduro para reprimir la marcha opositora del 16N

La dictadura venezolana intentará crear escenarios de conflicto y violencia en las manifestaciones de este sábado en todo el país. La convocatoria fue hecha por el presidente interino Juan Guaidó. La extraña parábola personal de Andrés Manuel López Obrador con Evo Morales

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El dictador venezolano Nicolás Maduro
El dictador venezolano Nicolás Maduro (Reuters)

¡Este 16N toda Venezuela despierta!”. Bajo ese concepto Juan Guaidó -presidente interino de la nación- convocó a una marcha que promete ser histórica no sólo en las calles de todo el territorio, sino en diferentes partes del mundo. Nicolás Maduro y su máquina represiva lo saben y ya se preparan para contrarrestarla. Lo harán como saben hacerlo. En Caracas, el punto de encuentro será la Plaza José Martí, en Chacaito. El régimen ya tiene un plan: lo bautizó “Operación Centurión”.

Nervioso y preocupado por las revueltas populares que terminaron por empujar a Evo Morales de La Paz hasta Ciudad de México, el dictador venezolano pretende sostenerse en el poder y no tener que recurrir a su pasaporte. Al menos por ahora. Es por eso que utilizará todas las armas “formales” que tiene a su alcance más aquellas que logró desvirtuar durante su estadía irregular en el Palacio de Miraflores para evitar cualquier aventura libertaria.

Si para alzarse, sobre la población boliviana pesó el desprecio demostrado por Evo hacia la voluntad popular y su fraude histórico cometido el pasado 20 de octubre, mucho más pesará sobre la espalda de cada venezolano las más de 7.000 muertes extrajudiciales y torturas que la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas halló con las huellas impunes de la autocracia. Sumado a la hambruna y desnutrición generalizada de su población, a la corrupción pandémica y los irreales índices de inflación y pobreza. Por tal motivo, se espera que las manifestaciones y protestas programadas para el próximo sábado sean multitudinarias.

Por un lado, el hombre que habla con aves ordenó militarizar a partir del viernes 15 de noviembre la capital y las principales ciudades del territorio. La orden descendió del mismísimo Maduro y el plan fue confeccionado por el Alto Mando Militar que hará lo posible por entorpecer y hacer casi impenetrable la populosa urbe. Los principales accesos estarán bloqueados, se cortarán las comunicaciones e internet, habrá racionamiento de gasolina y hasta de electricidad.

Sin embargo, más allá de la decisión antidemocrática de boicotear la marcha con las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas, el sucesor de Hugo Chávez juega con fuego. Y municiones. Todo podría terminar en una masacre. Real. Decidió armar a unos 320 mil milicianos con fusiles para que realicen patrullaje en las calles. Lo anunció este martes, cuando su amigo Morales ya volaba hacia los brazos de Andrés Manuel López Obrador. “Tenemos 321.433 fusiles que están siendo distribuidos por las vías seguras de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para nuestros milicianos”, dijo el patrón. El peligro de un manto de sangre está latente.

El reparto de las armas en manos de activistas comenzará este jueves y se mantendrá en las calles hasta el 31 de diciembre. “Ordené a la Milicia Bolivariana poner en marcha el Plan de Fortalecimiento y Reforzamiento del Patrullaje de Calle para garantizar unas navidades de Paz y felicidad. ¡Misión Especial para los Milicianos y Milicianas!”. El operativo debió llamarse “Felices Fiestas” en lugar del secreto plan “Centurión”, como si se tratara de los antiguos guerreros romanos. Quizás Maduro, en su esoterismo, se crea reencarnado en Augusto.

La “Operación Centurión” también cuenta con otro elemento: es el propuesto por Diosdado Cabello. El régimen prepara una gran contramarcha que fue anunciada once días atrás por el actual presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela, el conductor de los colectivos chavistas y de gran parte de la maquinaria de inteligencia del país. “Sábado 16, vamos a hacer una gran concentración, marcha y concentración aquí en Caracas. Vamos a ver qué pasa. Nos vamos a mover de todos los estados para Caracas”, anunció el general.

Por su parte, fue el diputado Jorge Millán quien denunció días atrás el plan para combatir a la ciudadanía que pretenda manifestarse este sábado. “Van a montar ollas de terrorismo, de planes subversivos asociados al 16 de noviembre. Tenemos información de las fuerzas policiales que son instrumento del régimen para reprimir, hay diputados y líderes políticos”, dijo el legislador. “No nos van a detener”, insistió.

El sábado, Maduro se apresta a diferenciarse -en el manejo de las calles- de Evo Morales: usará el aparato militar liderado por el generalísimo Vladimir Padrino López para reprimir o entorpecer las marchas en su contra. Quizás pueda hacer lo que su compinche en la región no pudo por la negativa del mando militar boliviano a matar a sus compatriotas, lo que pedían a gritos varios nostálgicos de los años mágicos del Socialismo del Siglo XXI para sostener al líder carismático que cosechaba votos allí donde no había tierra para sembrar.

La parábola de AMLO

"Yo tengo elementos suficientes para sostener que hubo un fraude y que le costó mucho a México”. Las palabras tienen su dueño: Andrés Manuel López Obrador. Habla de 13 años atrás, en 2006, cuando Felipe Calderón lograba quedarse con la primera magistratura del país. Casi en simultáneo, ese mismo año, Evo Morales, su reciente huésped, también iniciaba su maratónico mandato.

Las pronunció hace cuatro días, luego de que el depuesto presidente boliviano anunciara nuevos comicios. Sin embargo, horas después, la suerte de Morales se precipitaría y tendría que buscar refugio en algún país simpático con su línea de pensamiento o conducta. De inmediato, México hizo honor a su tradición y ofreció su territorio como la casa en el exilio para el ex jefe sindical.

Pedíamos el ‘voto por voto, casilla por casilla’, la transparencia, y se negaron las autoridades, hubo una imposición que hizo mucho daño a México”, dijo AMLO ese mismo día. Quizás haya vacilado. O pensado en la gran contradicción que enfrentaba: sería el anfitrión de un hombre acusado -con pruebas contundentes- de haber insultado la voluntad popular al falsificar urnas en las pasadas elecciones del 20 de octubre. ¿Le daría cobijo a alguien que cometió, quizás, el peor de los pecados democráticos?

El actual mandatario mexicano dijo haber sufrido en carne viva las contingencias del fraude. Tal vez prefirió honrar la tradición histórica mexicana. Quizás, simplemente, el negocio de la ideología sea más fuerte. O puede que haya sentido el llamado divino de erigirse como un nuevo líder regional. Esa tampoco sería una gran noticia para Maduro.

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