La crisis económica que sacude con fuerza a Venezuela está arrojando resultados concretos y precisos en indicadores sociales. Investigadores de organizaciones no gubernamentales se han dedicado a hacer pesquisas de lo que pasa con la población en un país cuya economía se ha reducido 50% en seis años y que en noviembre cumple dos años en hiperinflación.
La “Encuesta de condiciones de vida” del año 2018 (Econvi), efectuada por técnicos de cinco universidades venezolanas, señala que 94% de los habitantes de este país no cuenta con el ingreso suficiente para adquirir todos los productos de la canasta básica de alimentos. En tanto que la expectativa de vida se ha reducido 3,5 años.
En relación con el tema alimentación, un estudio de la ong Ciudadanía en Acción, detectó que los venezolanos consumen solo 14% de las proteínas que requieren por día. El trabajo obtenido por Infobae señala que de acuerdo a la dieta prototipo nacional, una persona debería consumir 75 gramos de proteína por día y hoy ingiere solo 18 gramos.
“Y no solo es la posibilidad de adquirir alimentos con lo poco que ingresa a familias de escasos recursos. La poca capacidad de producción de la industria nacional afecta el acceso a una dieta completa”, señala el estudio.
Dieta monótona
“En los últimos cinco años cambió el patrón de consumo de la familia venezolana”, informó la médica nutricionista Marianella Herrera, en entrevista con Infobae.
Aseguró la directora del observatorio venezolano de la salud que en este país una canasta alimentaria completa está costando alrededor de 150 dólares. “En una nación donde el ingreso mínimo está en 15 dólares, es muy cuesta arriba que una familia promedio pueda adquirirla. La dieta actual del venezolano es monótona, desbalanceada y poco saludable; se privilegia el carbohidrato frente a las proteínas de origen animal. Las frutas, los tubérculos y las verduras fueron sustituidos por arroz, harina de maíz precocido, grasas y pasta”.
Advierte Herrera que otro informe de la organización social Bengoa detectó que 80% de los hogares venezolanos vive en inseguridad alimentaria por el cierre de establecimientos, la escasez y costos de la comida y las dificultades para cocinar por falta de agua, gas y electricidad.
“La falta de alimentación va a afectar el desarrollo de las próximas generaciones, hemos detectado retardo cognitivo y sicomotor en niños cuyas madres no tuvieron un control de su embarazo y que no tomaron medicinas o suplementos durante los nueve meses de gestación”, añade la nutrióloga.
Uno de los hallazgos del estudio de la Fundación Bengoa señala que para fines de 2018 había en Venezuela 25.000 embarazas sin ningún tipo de control prenatal, 7.500 se controlan tardíamente en el octavo y noveno mes de embarazo, poniendo en riesgo sus vidas y las de sus hijos en un contexto de emergencia alimentaria.
“También se detectó que hay desnutrición crónica en 33% de los niños entre 0 a 2 años quienes residen en sectores populares”, añadió Herrera.
—Visto este cuadro, ¿el venezolano está desnutrido?
—No me atrevería a decir que todos están bien nutridos. Pero si estoy segura de que una proporción importante de venezolanos ha perdido peso y muy especialmente en sectores de escasos recursos.
—¿El gobierno de Maduro tiene alguna política pública que atienda a este tipo de necesidad? ¿Se ha reconocido aunque sea en privado la dimensión de la crisis?
—Al menos si se ha reconocido la crisis y se le adjudica al tema sanciones del gobierno de Estados Unidos pero hay que recordar que esta crisis tiene varios años. Es un tema de crisis económica y de ausencias de políticas públicas que atiendan a los vulnerables. Hay un plan específico dirigido a mujeres lactantes y para embarazadas. Son lineamientos que no se han ejecutado. Son palabras que se las lleva el viento.
—Maduro rescata la distribución de alientos mediante el sistema Clap (Comités locales de asistencia y nutrición) como uno de los principales logros de su gobierno, en donde el venezolano compra alimentos a bajo costo mediante un subsidio…
—Es un sistema que se basa en el control político y social y es una iniciativa que no soluciona las deficiencias nutricionales de la familia venezolana. Su contenido no es balanceado y solo contiene harinas, grasas y un pequeño porcentaje de proteínas. Hay quien denuncia que la caja o bolsa Clap llega a las comunidades cada seis meses…
Proyecto Nodriza
La doctora Marianella Herrera señala que ante el recrudecimiento de la crisis alimentaria, organizaciones sociales trabajan en toda Venezuela para atender necesidades que el Estado ha descuidado. “El diagnóstico está hecho hay una crisis humanitaria compleja y tenemos que trabajar para que los niños reciban la mejor alimentación posible”.
Señala que una de muchas iniciativas que adelantan organizaciones de la sociedad civil en toda Venezuela es el Proyecto Nodriza.
Es un acompañamiento a madres en situación de vulnerabilidad económica que son atendidas en comedores populares en donde reciben almuerzos balanceados para que puedan lactar a sus niños pequeños. “no hay mejor alimento que la leche materna, por eso apoyamos a estas jóvenes para que produzcan mejor”, interviene Herrera.
También acuden niños con problemas de peso y talla quienes comen e ingieren suplementos nutricionales.
Actualmente hay tres comedores de Proyecto Nodriza en Caracas en donde se atienden a 200 niños y 70 madres. Infobae visitó el ubicado en el barrio (asentamiento) San Isidro, en Petare, uno de los barrios más grandes de América Latina.
“Este centro recibe donaciones de alimentos y medicinas de empresas privadas y de particulares. Un equipo multidisciplinario trabaja en el barrio y selecciona a las mujeres y niños con cuadros de desnutrición. Hacemos operativos médico- asistenciales para hacer seguimiento y atención a todos los casos”, explicó a Infobae Berenice Moreno, una de sus coordinadoras.
Señala que la selección de los beneficiarios del proyecto es una tarea difícil. “analizamos casos en mujeres y niños quienes residen en las comunidades en donde se instalaron los comedores. Hay muchas necesidades y tratamos de hacer la selección más justa. La idea es que si un niño o mujer superan la crisis nutricional, salgan y dejen espacio para otras personas”.
Además de la alimentación, las madres que acuden al Proyecto Nodriza reciben capacitación y charlas sobre salud sexual y reproductiva, emprendimiento, hábitos de higiene, diseño, corte y confección, entre otros temas.
Con las mamás
Desire Rodríguez es la jefe de la cocina del comedor de San Blas. No recibe dinero por su trabajo, “pero sí alimentación este es un trabajo voluntario que me llena de satisfacción, cocinamos pollo, carne, granos. La gente de la comunidad respeta la labor que hacemos en esta casa, donada por un sacerdote católico. Trabajamos de lunes a viernes. Los fines de semana llega acá comida caliente, donada por una organización internacional de chefs, entre ellos un venezolano; esto no para nunca”.
Dice que las madres apoyan con la limpieza e higiene de las instalaciones. “Tenemos cocina, nevera, deposito. En estos momentos tenemos problemas con el suministro de agua y de gas. Es una lucha que libramos; cargamos agua, hacemos cola para comprar la bombona (tanque) de gas. Espero que los servicios públicos mejoren para beneficio de todos”.
Francis Ojeda tiene 33 años y cuatro niños. Todos van al comedor “yo tengo un peso bajo y uno de mis niños es el que tiene más problemas. Confío en que podamos superar esto y poder seguir adelante. No tengo empleo aunque me gustaría hacer algo para que la situación de mi familia mejore”.
Génesis Caraucán se define como madre sustituta porque “cuido y le doy cariño a varios niños acá. Yo me alimento muy bien porque quiero amamantar mas, tengo tres hijos. Acá todos nos apoyamos y he ganado amigas que quieren echar para adelante como yo. No hay trabajo en la calle y este barrio está muy lejos de los sitios de empleo. Si al menos hubiese un buen transporte me atrevería a bajar todos los días del cerro (colina) para ir a trabajar”.
María García es la mayor del grupo. Tiene 42 años y va con sus hijos al comedor. Se queja de que no le llega la caja Clap a tiempo. “Pasan dos y tres meses y nada. Yo la pago puntual cuando las señoras del consejo comunal (organización oficialista) me dicen que lo haga. Eso no es un regalo yo lo compro. Cada vez que me llega tiene menos productos y no trae carne, atún, sardina. Yo no tengo dinero para comprar carne, pollo o pescado”.
Katiuska cuenta su historia. “Yo trabajaba con mi mamá en su taller de corte y costura quien le hacía los uniformes a una ferretería grade, cosíamos de todo, tenemos máquinas. Pero por la crisis económica recortaron los gastos y quedamos sin trabajo y eso me afectó mucho. Yo quiero trabajar y ganar dinero. En este momento no es negocio salir a la calle por el sueldo mínimo, es muy poco, todo se me iría en transporte. En este comedor me siento muy bien y estoy agradecida con este proyecto. A veces me siento triste y deprimida no sé qué va a pasar con el país, que está muy mal”.
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