Migrantes internos abarrotan las ciudades fronterizas de Venezuela

La población de San Antonio ha pasado de 66.000 a 113.000 personas en dos años. Hasta allí llegan miles de personas que intentan salir del país pero no cruzan a Colombia

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La mayoría de los migrantes
La mayoría de los migrantes internos que llegan a la frontera aprovechan las oportunidades laborales del impresionante flujo de personas en la zona

El mediodía se acerca y la estación de autobuses en esta localidad es un hervidero de actividad.

Los comerciantes que viajan al centro de Venezuela suben a autobuses y los llenan de sacos de arroz, cajas de medicamentos, paquetes de pasta de dientes e incluso neumáticos que compraron en la vecina Colombia. En la terminal de llegadas, viajeros agotados bajan de los autobuses y se dirigen a la frontera, donde comprarán comida o verán sus pasaportes sellados para salir de Venezuela sin fecha de regreso.

Entre los gritos de los vendedores ambulantes y el jaleo de los peatones, docenas de hombres jóvenes con carros de metal pasan de un lado a otro de la estación y la frontera, cargando maletas y mercancías. Se les conoce como “lomo taxistas” porque pasan buena parte del día cargando bultos pesados sobre la espalda.

“No me esperaba quedarme acá pero como no me pude ir más adelante me tocó”, comentó Ricardo Rocha, un lomo taxista del centro de Venezuela y que llegó el año pasado a San Antonio.

Rocha dijo ganar unos 8 dólares al día cargando sacos de mercancías por la estación de autobús de San Antonio, que se encuentra a unas cuatro cuadras de la frontera. Puede ser un trabajo agotador, con temperaturas extremas que a menudo alcanzan los 40 grados Celsius (104 Fahrenheit), pero el joven de 26 años dijo que era mejor que quedarse en casa, en su estado natal de Aragua.

“Allá en el centro del país no hay casi comida. Y está muy difícil conseguir trabajo”, señaló.

La escasez de alimentos y la hiperinflación en Venezuela empuja a miles de personas que dejan el país cada día buscando una vida mejor. Pero muchas personas que tienen poco dinero para emigrar o prefieren quedarse más cerca de casa se están instalando en localidades fronterizas como San Antonio, donde la economía informal de bienes del mercado negro y venta ambulante les ofrecen oportunidades de trabajo.

La población de San Antonio ha pasado de 66.000 a 113.000 personas en dos años debido a la migración interna, indicó el acalde, William Gómez. La de lomo taxista es una de las ocupaciones informales que han surgido conforme llega más gente del interior de Venezuela.

“Son muchachos que quieren ganarse su día a día trabajando (...) y con ello paliar un poco lo que es la situación de bloqueo económico hacia el país”, dijo Gómez, del gobernante partido socialista de Venezuela “

En la terminal de autobuses, Rocha culpa al régimen de Venezuela y su política económica por los problemas del país, afirmando que algo “tiene que cambiar” para que los que ahora son niños no tengan que afrontar tantas penurias.

Rocha vive con sus dos hijos pequeños y su esposa embarazada en una sala que la familia arrienda por tres dólares al mes. Los apagones son frecuentes, como en otras zonas fronterizas de Venezuela. Solo hay agua corriente una vez por semana. “Es un poco incómodo porque tenemos que compartir el baño”, comentó Francis Sosa, de 20 años, esposa de Rocha. “Pero acá se come bien. En Aragua teníamos nuestra propia casa pero era difícil conseguir comida”.

Rocha trabaja cada día de 7 de la mañana a 9 de la noche para ganar suficiente para pagar el alquiler, algo de comida y tener un poco de dinero para cubrir las necesidades de los niños.

De camino a casa pasa junto a varias tiendas que dejaron de vender ropa o electrodomésticos debido a la crisis en Venezuela. Ahora, sus propietarios arriendan esos espacios a migrantes del centro de Venezuela, que duermen en el suelo por un par de dólares la noche.

En ocasiones, Rocha se pregunta si la vida sería mejor en países cercanos como Colombia o Perú. Pero se le quitan las ganas de mudarse cuando ve venezolanos que regresan sin un centavo, con historias sobre sufrimiento y penurias.

“Uno nunca sabe cómo le va a ir por allá”, dijo. “Mientras estoy acá y haya trabajo estaré acá un tiempo”.

Con información de AP

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