Si los libros de historia de Venezuela incluyeran la cultura pop del país, habría un capítulo especial para Emilio Lovera. Los diseñadores tendrían una labor difícil al elegir cómo ilustrar las páginas dedicadas al humorista. Habría que escoger entre la gran variedad de registros de sus rutinas como comediante o entre la galería de personajes que interpretó en los sketches de Radio Rochela, el programa humorístico que todos los lunes reunió a la familia venezolana frente al televisor.
En Radio Rochela, que empezó a emitirse en 1959, Emilio Lovera estuvo desde noviembre de 1982 hasta el 13 de mayo del 2005. Durante más de dos décadas interpretó a personajes como el errático locutor El Chunior, los Colombianos o la pareja Perolito y Escarlata, los indigentes que sobreviven a las vicisitudes de la calle.
Más allá de la Radio Rochela, que transmitía RCTV, también emprendió otros proyectos en la televisión como Misión Emilio, que se vio por la señal de Televen hasta 2014. Durante 14 meses no se supo de él. Solo sus más cercanos amigos sabían que atravesaba un mal momento, que él quiso resguardar, sin ánimos de ser noticia. Estuvo a punto de cumplirse su deseo, hasta que el 17 de agosto denunció a través de sus redes sociales que el Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat) había cancelado los dos shows que tenía previsto el fin de semana en el Anfiteatro de El Hatillo. ¿La razón? El humorista indicó que les parecía sospechoso que ni él ni su compañía hayan declarado durante el último año.
“El caso es que no se puede declarar lo que no se ha ganado, y no se ha ganado nada el último año porque prácticamente no he trabajado. Y no he trabajado porque en junio del año pasado fui diagnosticado con cáncer de colón y debido a la naturaleza de la enfermedad y a las complicaciones del tratamiento, tuve que retirarme para recuperarme”, escribió en su cuenta en Instagram, donde indicó que esas presentaciones iban a ser su regreso a los escenarios caraqueños.
Ambos shows se reprogramaron para noviembre, mientras, Emilio Lovera sigue un periplo por varias ciudades. Al momento de atender el teléfono se encuentra en Florida, Estados Unidos. Su calendario tiene fechas apartadas tanto para su espectáculo en solitario como para el show Histeria de Venezuela, que coprotagoniza junto con Laureano Márquez.
Al momento de realizar esta entrevista tenía en agenda ciudades como Roma, Londres, Manchester, Funchal, Tenerife, Madrid y Barcelona. Luego de ese periplo por Europa, vuelve a Estados Unidos, sigue a Venezuela y continua a Panamá, Colombia, Ecuador, Argentina y Chile.
-¿Alguna reflexión en todo este tiempo que ahora influya en su manera de hacer humor?
-Una vez me sentí mejor, cuando pasé todo el proceso rudo del tratamiento, la cabeza empezó a crear. Surgieron ideas. No había otro pensamiento que no fuera curarme, sobrevivir y mantenerme como pudiera.
-¿Y qué puede adelantar?
-Recopilé una serie de anécdotas reales de la carretera. Aunque en su momento algunas fueron tragedias, contadas en la distancia resultan graciosas. Cada vez que hablo de ellas, la gente se ríe mucho. Hablé con Laureano Márquez, quien tiene más cuentos que yo, y decidimos hacer micros para redes sobre estas vivencias surgidas en el ir y venir de los espectáculos.
-Comenzó su carrera a los 19 años de edad. Actualmente tiene 58. ¿Qué sintió al estar tanto tiempo sin la interacción con el público?
-Nunca había tenido una ausencia tan larga, pero no extrañé al público porque siempre pensé que volvería. Cuando me monté en esta vorágine del humor, siempre hubo donde trabajar, así fuera gratis. Pero cuando estuve con los tratamientos, nunca dudé en volver. Por eso no me preocupé.
-Y ese regreso fue amargo al cancelarse su show. ¿Por qué considera que hubo razones políticas?
-Porque actuaron directamente como si fuera el último recurso. Es decir, si ellos se extrañan que declaré el año sin actividad, acción que tengo que realizar semanalmente, tuvieron que ver todos los meses en cero durante todo este período. No hubo una investigación, ni una auditoría. Aguardaron muchísimo para actuar. Me imagino que la orden fue esperar a que tuviera un show.
-¿Y qué los motivó?
-Hay una cosa que para ellos es una ley. El hecho de no manifestarme a favor de ellos, arrodillarme o besarle los callos, significa que estoy en su contra. Por supuesto que cuando doy declaraciones, eso tiene que molestar. Va en contra de sus conductas, que son delictuales. Personas que actúan a lo malandro. Cuando los periodistas me preguntan, buscan mi opinión, yo me quejo. Y buscan la frase más violenta para encabezar el titular. La selección es qué le dolerá más al chavismo-madurismo, entonces abren con eso.
-¿Esas fueron las verdaderas razones por las que suspendieron su programa Misión Emilio en Televen?
-Mira, las personas que me notificaron que no iban a renovar el contrato me dijeron esta frase: ‘tu propuesta económica está muy buena, pero por razones económicas no vamos a continuar con el programa’. ¿Tú entiendes eso? Les dije que me imaginaba cuáles eran las razones económicas. Casualmente también ese año también salió el programa de Luis Chataing.
-¿Se siente más libre para hacer humor en otros países?
-Me siento igual de libre que en Venezuela. Acá no hago cosas diferentes a las de allá. La única diferencia es que le hablo a un público que no está en su país. Entonces, tengo que preparar algo para ellos. Tratar de involucrarme en su vida y que se sientan atendidos en las rutinas. Siempre me expreso igual en cualquier lugar.
-Claro, es también llevarle un pedazo de casa a los que están afuera.
-Es lo que me dicen esas personas que están en el extranjero y añoran el queso blanco, por ejemplo, o la forma de hablar. Cuando estuve en Dubái, había gente que conversaba conmigo porque deseaban escuchar el hablar caraqueño.
-Tiene más de un millón de seguidores en Instagram y Twitter. Me imagino que piensa aprovechar mucho más el auge de las redes para exponer su trabajo.
-Estoy tratando de preservar parte de los espectáculos que me gustan para que la gente los tenga a mano. También sería una forma de ganar algo. Hay esperanzas de que, si me ven millones de personas, reciba algún tipo de beneficio.
-Hay comediantes latinoamericanos que tienen shows en plataformas como Netflix. ¿Ha pensado en aprovechar estas nuevas formas de consumir contenido?
-Sí, no exactamente Netflix, pero hay otras que están interesadas en trabajar conmigo. Espero que se manifiesten realmente para ponernos de acuerdo. Una vez, a través de un intermediario, Netflix me buscó, pero no se llegó a nada.
-¿A quién recomienda seguirle el paso entre las nuevas generaciones de comediantes?
-Cuando tenía 10 años en este oficio, todavía era considerado el nuevo. Es una carrera tan larga, que la gente llega a los 80 años de edad y todavía está trabajando. Uno sigue siendo un muchacho nuevo para esas generaciones. Ahora bien, tengo 38 años de carrera y para un muchacho que apenas lleva 5, soy una especie de dinosaurio con un estilo que no se usa. Ahora bien, sí he notado que los comediantes que solo se presentan en entornos escolares, familiares o en sitios exclusivos de stand up, tienen limitaciones. Cuando van a un show en una cervecería en Puerto Ayacucho o en un club, el fracaso es estrepitoso. Los temas son ajenos a ese público. Cuando empiezas a trabajar en la provincia, y vas a distintos lugares, eres más universal. El que se forma exclusivamente en redes sociales, también tiene sus problemas cuando se presenta en vivo. Una de las cosas que aprendí con mis maestros de la Radio Rochela es que lo que se hacía en el programa de televisión, no se repetía en los shows frente al público.
-Son desafíos que se presentan en estos tiempos, pero también la corrección política de ahora ha llegado a ser también un reto.
-Es el mismo desafío de antes. Las redes sociales sustituyen otros medios. Nuestra gran red social era la televisión, pero también estaban la radio o el teatro. Todavía es difícil que haya una red en la que te vean 17 millones de personas al mismo tiempo. Mi autocensura la aplico en las redes. Mi regla es que puedo meterme con quien sea, siempre y cuando esa persona se pueda reír. Si un día me meto con el señor que vende zapatos en el centro comercial, no lo haré sistemático para evitar que piense que estoy empecinado con él. Esta es una profesión que sirve para entretener y una persona que se siente burlada, no se está entreteniendo.
-Muchas generaciones crecieron con Radio Rochela. Sin embargo, hay quienes critican ciertos sketches porque consideran que estereotipaban.
-Creo absolutamente que el estereotipo es necesario. Sirve para la identificación. Cuando ves la actitud de la ama de casa venezolana, y notas las coincidencias en otras que no se conocen, estás aportando características a un estereotipo. Cuando las usas, y alguien dice que así es su mamá, lo lograste. Ocurre también cuando una persona dice que así son todos los políticos, los carpinteros o los que cambian cauchos. Hablo de los personajes que están en la calle y te rodean.
-Dijo en una entrevista reciente que no quiere el país de antes ni el país de ahora, sino aquel que han visto los jóvenes que han viajado y presenciado un sistema que funciona. ¿Qué ha visto usted afuera que podría ser aplicado en Venezuela?
-La educación, tanto la que se imparte desde el preescolar como la que se da en la casa. Hay que fomentarla para la honestidad, para que se extirpe esa capacidad sistemática de mentir o ser el vivo inconscientemente. Lo tenemos tan sembrado que no sentimos culpa. Por ejemplo, cuando vas tarde a la escuela, tu mamá te incita a decir que se espichó un caucho. Cuando le dices la verdad a tu jefe, él prefiere la mentira. Ha pasado que le explicas que llegaste tarde porque te emborrachaste la noche anterior y el jefe prefiere que le digas que se te espichó un caucho.
-Usted popularizó personajes como El Chunior o Perolito. ¿Cuál crearía para reflejar los tiempos que actualmente vive el país?
-Nombraste Perolito, un personaje muy duro para esta época, pero que sigue. Por alguna razón, tiene una ventaja sobre nosotros. Perolito no ha variado su sistema económico. Sigue comiendo de la basura, como ocurría también en los años noventa. Ahora tiene muchas más cosas que contar. Si algo no varió, fue el estado de Perolito. No solo no cambió su condición, sino que ahora tiene muchos más compañeros que antes.
-¿Se siente uno de las personas más queridas de Venezuela?
-En Venezuela hay muchos personajes queridos y me siento contento de que la gente me meta en ese grupo. Creo que a pesar de que la carrera es larga y en contratiempo, ser humorista en Venezuela no es fácil. Hoy en día hay muchas más necesidades para serlo. Cuando yo estaba chamo, daba pena decir que uno quería ejercer esta carrera. Las madres querían que sus hijos fueran médicos, ingenieros, arquitectos o militares, pero ahora muchas se acercan para pedir consejos porque ven que sus hijos tienen habilidades para la comedia. Los tiempos han cambiado. Uno de mis objetivos ha sido adecentar el oficio para que vean al humorista como un artista.
-¿Por qué son necesarios los humoristas en estos momentos para el país?
-Los humoristas son necesarios en todo momento. No solo en tiempos de crisis. Por ejemplo, en Suiza, sin el humor la gente se suicidaría más. Cuando no pasa nada, el mundo se vuelve fastidioso. El humor te saca del ostracismo, te da una nueva visión, dispone al cuerpo para la emoción. Una carcajada es lo más sano para tu cuerpo. Hay gente que antes de hacer cualquier cosa, ve videos de Radio Rochela, y cualquier tarea posterior sale mejor. La disposición siempre es mayor luego de ver humor.
-¿Cómo ve el futuro de Venezuela?
-Brillante. Siempre he sido optimista, y no sin razón. Debería ser inminente la caída de este gobierno y el establecimiento de un nuevo orden. Imagina la alegría que eso producirá, especialmente entre los emigrados. El hecho de que resurja el estado de Derecho, que las personas sepan que su propiedad será respetada o que su trabajo no será arrebatado. Todas esas condiciones harán que se invierta en el país y que aguantemos un poco las dificultades que vamos a enfrentar. Porque la olla la rasparon y buscarán la forma de llevarse todo lo robado. Será difícil, pero la esperanza hará que sigamos adelante.
-¿Qué humor se hará en una Venezuela diferente?
-Pues un humor de posguerra. Tendremos que hacer el humor de la reconstrucción, de los personajes que van a surgir. Voy a fusilar a Laureano Márquez cuando dice que pasaremos a ser oposición otra vez. Vamos a imitar a Juan Guaidó y a todos esos personeros de los nuevos gobiernos. Porque a aquellos que pensaban que la época de Carlos Andrés Pérez fue buena, les digo que no hay que repetir el pasado.
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