El envejecimiento es un fenómeno global en ascenso, según datos de especialistas en demografía. Se estima que para el año 2050 el número de adultos mayores en América Latina se duplique. En tal sentido, los gobiernos de la región diseñan políticas públicas para atender a sus ancianos que son calibradas por el Indice Global de Envejecimiento. Este mide el bienestar de las personas mayores en 96 países en cuatro áreas: ingresos, acceso a servicios de salud, y entornos vitales favorables.
La organización no gubernamental Help Age international elabora el índice global de envejeciendo el cual lo lidera Suiza con 90,1 en una escala del 1 al 100. Lo secundan Noruega 89,3, Suecia 8,4, Alemania 84,3 y Canadá 84.
En el otro extremo el peor país del mundo para envejecer es Afganistán con 3,6, seguido de Malawi 4,1, Mozambique 4,5, Cisjordania 12,3 y Pakistán 12,7.
En América Latina, el ranking de los cinco mejores para el adulto mayor son Panamá 67,7, Chile 66,3, Uruguay 59,8, Costa Rica 59,6 y Argentina 57. Y los peores sitios para envejecer son Honduras, 34,1, Venezuela 35,9, Paraguay 38, República Dominicana 43,7 y Guatemala 44,7. Sin embargo, los datos del estudio son de 2015.
Así lo explicó a Infobae el director de la ONG venezolana Convite, Luis Francisco Cabezas. "No se han hecho más estudios globales por la poca colaboración de algunos gobiernos del mundo pero lo que tenemos nos da indicadores de dónde estábamos y estudios propios nos dan luces en qué situación estamos actualmente en nuestro país, el cual está inmerso en una crisis humanitaria compleja".
(Video: Insara Rodríguez, padece mal de Parkinson y obtiene medicinas mediante donativos)
Paralelo a estudios internacionales, Convite hace estudios que involucran la medición de la calidad de vida de los adultos mayores venezolanos "y las cifras son dramáticas. Aquí hay unos 3 millones 800 mil personas que superan los 60 años y son una población en riesgo debido a la crisis económica, social y sanitaria", comenta a Infobae.
No solo es la crisis interna la que afecta a los mayores. "La diáspora es un elemento que agrava la crisis en muchos casos pues hemos detectado que los ancianatos venezolanos se han convertido en depósitos de adultos mayores, no hay quien se ocupe de ellos. Hemos escuchado testimonios que señalan que la gente no tiene con quién dejar a su viejos, sobre todo el que se va del país", expresó.
Cabezas advierte en Venezuela hay 180 ancianatos entre públicos y privados, "los que maneja el gobierno son unos 60 y son los que más problemas de suministro de alimentos y medicinan presentan. En Venezuela, la política social para el anciano se redice al pago de una pensión mensual de Bs. 40.000 (menos de dos dólares al tipo de cambio oficial. El Banco Mundial dice que una persona es considerada pobre si percibe por día 0,008 centavos de dólar. Los adultos mayores venezolanos están en situación de miseria".
No es solo en los sitios de cuidado en donde se vive la crisis "las fallas en los servicios públicos como el suministro de agua potable, gas, electricidad y en la recolección de basura y el abastecimiento de alimentos de calidad afectan a todos los venezolanos pero hacen mella en la salud de los mayores. Hemos detectado casos de ancianos que cocinan con leña y usan agua no potable para atender sus necesidades básicas".
La escasez de medicinas es otro tema que ocupa a activistas de derechos humanos venezolanos. Para otra investigadora de Convite, Francelia Ruiz la crisis de suministro de fármacos se ha profundizado en los últimos meses.
"Nuestro más reciente estudio de índice de escasez de medicamentos señala que en las patologías más comunes de los adultos mayores hay 60% de fallas de suministro de fármacos. Para la diabetes 64,9 %, hipertensión: 53,6 % infecciones respiratorias agudas: 78,7 %, diarrea 53,6%, depresión 78%, convulsiones 82,2%
"Y lo poco que se consigue se ofrece en dólares. El desabastecimiento de medicamentos es una violación del derecho humano a la salud", dijo la investigadora.
Con los abuelos
Insara Rodríguez, 65 años. Padece Mal de Parkinson desde hace 15 años. Esta maestra jubilada tiene tres hijos. Dos viven fuera del país y a la tercera la ve eventualmente. A veces, duerme en casa de su hermana menor, otras tantas se queda en casa de amigos.
"Vivo en el estado Vargas (vecino a Caracas) y en estos momentos busco un lugar en un ancianato del gobierno. No tengo los 30 dólares que me están cobrando por rentar una habitación con baño privado en una casa grande. Recibo jubilación por mi edad y por el ministerio de educación. Apenas me alcanza para comer y las medicinas para tratar la patología las consigo mediante donaciones y entre mis amigos enfermos como yo. Desde 2015 dejé de recibir una caja de medicamento al mes que me asignaba el gobierno. Bajo el mandado de Maduro suspendieron el programa que nos ayudaba a muchos. El año pasado recibí dos cajitas de remedios en una jornada que hizo el ministerio de salud".
Asegura a Infobae: "Mis hijos tienen sus responsabilidades dentro y fuera del país. Vivir en otra parte es difícil y costoso por lo que no exijo nada. Si me mandan medicina o algo de plata está bien pero no es mi prioridad".
Quiere que la situación política de Venezuela cambie, "para que se estabilice la economía y podamos comprar los remedios con lo que recibimos los retirados. Este país tiene que estar mejor".
Para su vida quiere paz y confort. "En poco tiempo no estaré en condiciones de salir sola a la calle y me tengo que preparar para estar en un sitio tranquilo por eso quiero estar en un ancianato".
Candelaria Rojas, 78 años, reside en el sector San Antonio de El Valle, localidad popular de Caracas. Asegura a este medio digital que los Bs. 40.000 mil que recibe por pensión del seguro social "no alcanza para nada, ni para comprar algo de carne o pollo. Lo uso para pagar transporte público si tengo que salir".
De lunes a viernes, al mediodía, acude a un comerdor popular que está cerca de su casa y que mantiene una ong llamada "Alimenta la solidaridad". Sus directivos reciben dinero de venezolanos que reciben en el exterior. "Con ese dinero llevan comida y medicinas a muchos barrios (favelas) en varios estados de Venezuela. Yo vengo con mi nieta y hemos comido carne, pollo, caraotas (frijoles), pescado, cerdo y recibimos suplementos alimenticios y leche. Me llevo frutas para mi casa para merendar o cenar. Sin esa ayuda nos morimos de hambre. Cada tres meses llegan al barrio médicos y nutricionistas que nos pesan y hacen estudios médicos. Si pueden, nos dejan remedios".
Tiene dos hijas una está en Perú desde hace meses y la otra trabaja como aseadora en un edificio del este de Caracas. "Gana poquito y come poquito por eso mi nieta y yo tenemos que ir al comedor popular".
Ana Cabrera, 81 años. Vive en Macarao al oeste de Caracas. Esta ama de casa va varias veces por semana a un mercado, ubicado en el centro de la cuidad "a buscar en los rastrojos (desechos) verduras, plátanos, cambures (banana), o lo que me de la gente. No tengo dinero para nada y viajo en metro para no pagar transporte. La gente me ayuda, estoy contenta. Siempre como alguito".
No quiere sabe nada de los políticos venezolanos. "Todos roban y comen y nadie ayuda a los pobres. Si no me muevo, no consigo nada".