En la silenciosa estrategia que aplicó Hugo Chávez y que ha continuado después de su muerte -de la destrucción progresiva de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB)-, encajan perfectamente las acciones que desarrolla un comisario de la policía, Freddy Alirio Bernal Rosales. A él lo designó Nicolás Maduro como Protector del Táchira, sin ningún basamento legal. Es un cargo paralelo al del que ganó en voto popular la gobernadora Laidy Gómez.
Bernal nació en Táchira pero se formó en la capital, Caracas, e ingresó a la Policía Metropolitana de esa ciudad, donde llegó a ser el jefe del temido grupo de operaciones especiales Comando Especial Táctico de Apoyo (CETA), grupo que Maduro incorpora en el 2017 al Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin).
Es así que Bernal es comisario de ese cuerpo de Inteligencia. Ha ocupado varios cargos en la administración pública por su relación con el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), incluso diputado, constituyente y ministro del gabinete de Maduro.
Aunque Bernal es solo un policía, ha ejecutado acciones por encima de la Fuerza Armada Nacional, de manera que incluso mayores generales y generales han quedado como sus subordinados. Sus primeras acciones fueron ocupar, allanar y apresar, actuando como un supra jefe que ordena al poder judicial, al Ministerio Público, a la Fuerza Armada y a los grupos policiales.
Fue él quien llevó a cabo la Operación Manos de Papel, que consistió en detener a quienes realizaron operaciones ilegales con el papel moneda (el bolívar), con transferencias de divisas desde el exterior e incluso con los vehículos usados que estaban en concesionarios privados, a quienes les retuvieron los carros y apresaron a los dueños de las empresas, a dos registradores públicos y a otros funcionarios.
Bernal maniobra para imponer jueces, fiscales y cuenta para los operativos con las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), un grupo élite creado por Maduro y que se ha convertido en una agrupación muy peligrosa por los excesos de la fuerza.
Los irregulares
Bernal pasó de la capital del Táchira a la zona fronteriza. Ahí le fue más fácil actuar en un escenario donde la ilegalidad es la característica principal. Una cosa es allanar y detener a dueños de concesionarios o meter presos a especuladores de alimentos, otra muy distinta es enfrentar a grupos de paramilitares o bandas criminales que pululan en la frontera.
El 23 de febrero, fecha en la que Juan Guaidó anunció el ingreso de la Ayuda Humanitaria, llegaron a esa zona de San Antonio del Táchira Ureña, muchos grupos llamados colectivos que rápidamente se integraron a los de la guerrilla colombiana: el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y Los Pelusos.
No le cayeron muy simpáticos a los paramilitares la invasión de nuevas agrupaciones, además de los elenos, a tratar de disputarles el territorio. Bernal prometió ocuparse de los irregulares, pero descubrió con el transcurrir de los días que no se enfrentaba con malandros cualquiera de barrio, sino con organizaciones sanguinarias, entrenadas y dispuestas a morir o a matar, según sea el caso.
Se desató una guerra con la guerrilla (Ejército de Liberación Nacional y Los Pelusos) contra paramilitares, quienes además atacaron con dureza, decapitando a algunas personas a quienes relacionaban con los cuerpos de inteligencia militares y policiales de Venezuela. La cantidad de muertos, crecía.
Uno de los temidos grupos paracos de la frontera se autodenomina La Línea, que conjuntamente con Los Urabeños y otras bandas, ha enfrentado a los simpatizantes del chavismo y alias El Paisa ha amenazado a Bernal.
La Fuerza Armada
Las batallas en territorio venezolano empezaron a ser muy cruentas, los paramilitares amenazaron a los militares venezolanos, al Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas, es decir a las autoridades civiles y militares, a quienes acusaban de ser tolerantes o aliados con la guerrilla colombiana.
Es así como en el marco de la Campaña Libertadora, Nicolás Maduro anunció, como excusa perfecta, los ejercicios militares que se llevan a cabo del 24 al 28 de julio: "Hoy arranca la primera fase de los Ejercicios Militares Campaña Libertadora Simón Bolívar 2019. Vamos a probar diversos armamentos que tiene Venezuela para defender la integridad territorial de la patria", indicó.
La verdad es que lo que se propuso fue meter a la Fuerza Armada con el mayor despliegue posible para enfrentar a los paramilitares que ya se habían apoderado de la zona sin que la guerrilla y los colectivos pudieran detenerlos.
Lo inaudito es que Bernal siguiera actuando como vocero, que pasara por encima de los jefes militares de la zona. La molestia de los oficiales era manifiesta, como la de todo aquel que se sienta segundón.
El 3 de agosto 2019 Bernal dijo que se llevaría a cabo un "despliegue militar permanente" en San Antonio y Ureña con el fin de reducir y prevenir la entrada de bandas de presuntos paramilitares colombianos.
Bernal añadió que no permitirá que bandas paramilitares "les roben la tranquilidad a los habitantes de San Antonio y Ureña", a la vez que aseguró que el Táchira no será un "territorio paramilitar ni norteamericano". Y fue quien informó sobre la captura de siete paramilitares del grupo Los Rastrojos en el sector la Palmita, municipio Panamericano del Táchira.
Nada casual es que Bernal anunciara después la incautación de 3 toneladas de narcóticos, 7 mil cartuchos y así mismo la captura de 28 paramilitares. El comandante estratégico operacional (Ceofanb), almirante Remigio Ceballos Ichaso, de inmediato empezó a informar sobre las operaciones ejercidas por la Fuerza Armada, lo que significó un respiro para los jefes militares de la zona, quienes no pueden disimular el malestar que les causa la presencia de Bernal.
Lo que indica todo lo sucedido en la frontera con los ejercicios militares y la actuación de Freddy Bernal, es que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana pierde peligrosamente terreno en lo que a sus funciones esenciales se refiere e incluso al permitir que un policía sea su vocero y actúe como jefe superior.
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