Nicolás Maduro está acorralado. Atado. Se encamina a ser, por estas horas, lo más parecido a un paria. Cada vez más. En apenas 32 días recibió dos de los mayores golpes de su ya precaria subsistencia en el poder: el informe Bachelet y la última resolución del Gobierno de Donald Trump, que decidió embargar todas las propiedades del Estado venezolano en los Estados Unidos y disponer un bloqueo a sus operaciones.
John Bolton, uno de los asesores más cercanos al presidente norteamericano, había adelantado horas antes que la Casa Blanca tenía preparada una medida que ahorcaría aún más a la dictadura de Miraflores. Estaba en lo cierto: los activos de Venezuela en territorio norteamericano quedaron paralizados y no podrán "ser transferidos, pagados, exportados, retirados o manejados". Alguna otra nación quizás ensaye alguna regla similar.
Con esta inesperada resolución, Trump colocó a la administración del país latinoamericano al mismo nivel que las tiranías de Corea del Norte, Irán, Siria y Cuba. Pero, además: ¿se encarrila a un embargo total? El calibre de la medida se perfila en esa dirección.
Incluso, la voluntad de Washington parece no vacilar por estas horas: hoy mismo, minutos antes de la decisión adoptada contra Maduro había ejecutado un severo puñetazo contra China al declararla "manipuladora de monedas" luego de las maniobras que realizara hoy Beijing con el yuan, fruto de la guerra comercial que llevan adelante ambos países. La potencia oriental es, además, uno de los principales apoyos de Caracas.
La iniciativa de Trump contra la dictadura latinoamericana tiene como objeto impedir cualquier tipo de transacción por parte de individuos y empresas con el régimen chavista, lo que ahogaría económica y financieramente aún más a su demacrada economía.
Tal decisión también afectaría a empresas extranjeras que han resultado de oportuna ayuda para el programa represivo caraqueño. Son, en su mayoría, compañías alentadas -y patrocinadas- por aliados de Miraflores: Rusia, China, Turquía, principalmente, e Irán y Cuba. Esas firmas -en su gran mayoría corporaciones estatales o afines- dedican su tiempo a vaciar el rico suelo subterráneo de Venezuela a cambio de asistencia militar, venta de armamento, créditos o simplemente apoyo discursivo ante foros internacionales. Esto último se desbarrancó tras el lapidario informe elaborado por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Por otro lado, en los casos de los partners cubanos e iraníes –que no ofrecen soporte económico– proveen al chavismo de adiestramiento en inteligencia, capacidad militar o parapolicial y hasta en guerras irregulares. Desde luego, también perciben generosos (aunque no infinitos) recursos naturales.
Algo curioso ocurrió en Caracas cuando se conoció la sorpresiva sanción. Maduro prefirió mostrarse desentendido: "Primera vez en la historia de los Juegos Panamericanos que dos hermanos disputan una final de Esgrima. Un logro más de nuestra Generación de Oro y una muestra del avance del deporte nacional", escribió en su cuenta de Twitter. Fue apenas minutos después de que se hiciera pública la decisión de Washington. El mensaje bien podría ser parte de un capítulo freudiano: se refería a un deporte de espadas al mismo tiempo que recibía una estocada que desangra a su gobierno.
El alcance del golpe resonará en Moscú y en Beijing, fundamentalmente. Es que las compañías que invierten su tiempo en escarbar en Venezuela contaban hasta hoy con la posibilidad de operar libremente en el mercado internacional. A partir de esta medida, sus directores deberán estar más atentos y revisar contratos. Es que cualquier transacción que realicen con el Estado chavista afectaría a otros negocios e intereses. ¿Hasta qué punto martirizarse por Maduro?
El usurpador del Palacio de Miraflores tampoco cuenta con la simpatía sempiterna del Kremlin. Vladimir Putin sabe que el tiempo de quien dice ser su "amigo" en Caracas tiene impresa una fecha de vencimiento. Es por eso que ideó un plan de contingencia: en primer lugar, cualquier chavista que herede el poder; pero, en última instancia, tenderá mejores puentes con el presidente interino Juan Guaidó. O con quien sea.
El primero en su lista sería el actual gobernador de Miranda, Héctor Rodríguez, con quien el embajador ruso en Venezuela, Vladimir Zaemskiy, conversa con periodicidad. Es un fiel representante del Socialismo del Siglo XXI y de Hugo Chávez, su mentor. Sin embargo el Kremlin no deja nada librado a la fortuna. También mantiene vínculos -más tímidos- con la oposición.
Mismo camino recorrería la siempre enigmática diplomacia china, para la que lo único eterno es el propio Partido Comunista. Ni siquiera sus aliados.
Otra idea tendrá La Habana. Es que Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro saben que el tiempo es la clave de este ajedrez. Para eso alientan a Maduro. Lo hicieron en Cuba desde la Revolución y pretenden que se repita en Venezuela con el chavismo. Ese es el espíritu que alientan los supuestos diálogos, primero en Oslo y ahora en Barbados. El reloj siempre está a favor de quien posee el poder, nunca del que lo anhela.
Twitter: @TotiPI
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