Un nuevo funcionario chavista decide apartarse del régimen de Nicolás Maduro. Este lunes, Isaías Rodríguez, embajador chavista en Italia, le envió su carta de renuncia al dictador chavista.
"Desprovisto de alardes y con un inmenso respeto por esta batalla digna y valiente que ha librado contra el imperio declinante, me dirijo a usted en la oportunidad de presentar mi renuncia al cargo de Embajador Plenipotenciario de la República Bolivariana de Venezuela ante la República de Italia", comienza la misiva del también ex vicepresidente del país caribeño.
"Su causa, que es la mía, me ha retenido como un campo de fuerza, como un imán. Con fe absoluta me he aferrado al chavismo (…) He llegado, sin embargo, a comprender que no puedo convertir el agua en vino, ni resucitar a los muertos", agrega.
Si bien le expresa su lealtad al dictador, sin dar nombres Rodríguez no esconde sus diferencias con el chavismo: "He visto mucho marketing al lado suyo y también al lado de Chávez. La gente constantemente se bautiza, pero jamás se libera de sus pecados; sepa usted, Presidente, que su pueblo no solo es insobornable sino, también, difícil de engatusar".
En su carta, el diplomático le comunicó a Maduro que, a sus 77 años, le llegó la hora de ser abuelo.
"Me voy (del cargo) sin rencores y sin dinero. Mi esposa acaba de vender las prendas que le regaló su ex esposo, para poder mantenernos frente al bloqueo norteamericano. Estoy intentando traspasar el vehículo que compré al llegar a la Embajada y, como usted sabe, no tengo cuenta bancaria, porque los gringos me sancionaron y la banca italiana me echó de su lonja. Clavaron mi honestidad en una pica, pero cuando muera sabrán exactamente cual patrimonio dejo a mis hijos", indicó.
Días atrás, Rodríguez denunció que la embajada no puede pagar los salarios ni el alquiler. En una conferencia de prensa, indicó que esto se debe a las medidas adoptadas por los bancos internacionales para estrangular al régimen de Maduro.
"Debemos tres meses de alquiler y hemos recibido ya un aviso para desalojar la sede, aunque, como llevamos 25 años con esa inmobiliaria, han esperado tiempo de manera excepcional", apuntó el pasado 7 de mayo.
Por su parte, reveló que once empleados de la embajada llevan cuatro meses sin recibir su salario: "Dos de ellos han renunciado a su trabajo, pero los otros, que llevan mucho tiempo con nosotros, se han mantenido por solidaridad y porque tienen esperanzas de que se resuelva la situación".
Según indicó, la deuda pendiente con las autoridades italianas es "de casi 9 millones de euros".
La carta completa:
Estimado Presidente:
Desprovisto de alardes y con un inmenso respeto por esta batalla digna y valiente que ha librado contra el imperio declinante, me dirijo a usted en la oportunidad de presentar mi renuncia al cargo de Embajador Plenipotenciario de la República Bolivariana de Venezuela ante la República de Italia.
Debo reconocer que nací para martillo y del cielo me caen los clavos. No he aprendido a regatear indulgencias y ello es terrible y agotador en la política del día a día. Afortunadamente, el dolor proporciona confianza y seguridad; el dolor es necesario y opcional, cuando los pasajes duros se atraviesan frente a nuestra dignidad. Sepa usted, Presidente, que sigo senderos rectos como los de una lanza.
Su causa, que es la mía, me ha retenido como un campo de fuerza, como un imán. Con fe absoluta me he aferrado al chavismo, cual una tabla en este océano de contradicciones que rodea su Gobierno. He llegado, sin embargo, a comprender definitivamente que no puedo convertir el agua en vino, ni resucitar a los muertos. Muchos de sus discípulos tienen muy poco de apóstoles, y es cuando todos nos preguntamos ¿si es la iglesia o dios quien está fallando?
Como San Pablo, el gran faquir, renuncio a mi trabajo de recaudador y me largo al infierno. Puede usted estar seguro que cantando enfrentaré cualesquiera de las muertes que me esperan ¡Ya no aguanto más! Se ha irrespetado la Embajada donde lo represento, y tengo 77 años. Mi frente está y estará en alto, no soy de los que se quedan mirando los zapatos. Toda la vida he rechazado las injerencias que pretendan humillar o alterar mi consciencia y mi espíritu.
Quiero que sepa usted, que estoy y estaré a su lado. Pero espiritualmente. Es mi turno de ser abuelo. Lo he diferido mucho tiempo y no quiero morir sin ejercer este oficio que lo ha retardado la política. Me alisto en la Fuerza Espiritual de Operaciones Especiales para los Nietos. Necesito mucho de ellos para poder contar y escribir las historias de este tiempo, vivido desde 1.998 hasta la fecha en la cual suscribo esta carta
La fe, Presidente, es una lección, pero también una elección. No tengo nada de que arrepentirme; he sido feliz entregándome a una de las causas más bellas de la vida: la libertad de mi país. He querido ser un compañero leal y no un diletante adulador y temeroso. No me metí en esto para sacar una espada de una piedra y convertirme en el rey Arturo. Creo en su causa y puedo bailar mazurcas con Ana Karénina. La cruz que he cargado durante estos años la acepto con benevolencia y afabilidad, como un gesto de gracia. No soy de quienes se rajan la camisa para luego decir: "mira lo que hice por ti".
He visto mucho marketing al lado suyo y también al lado de Chávez. La gente constantemente se bautiza, pero jamás se libera de sus pecados; sepa usted, Presidente, que su pueblo no solo es insobornable sino, también, difícil de engatusar. Mucho más allá de los partidos, ese pueblo, es una gran familia que debe superar el odio. Con el tiempo sabremos quienes somos, y a quienes nos hemos parecido, a Bolívar o a Santander.
Me voy (del cargo) sin rencores y sin dinero. Mi esposa acaba de vender las prendas que le regaló su ex esposo, para poder mantenernos frente al bloqueo norteamericano. Estoy intentando traspasar el vehículo que compré al llegar a la Embajada y, como usted sabe, no tengo cuenta bancaria, porque los gringos me sancionaron y la banca italiana me echó de su lonja. Clavaron mi honestidad en una pica, pero cuando muera sabrán exactamente cual patrimonio dejo a mis hijos. Guardaré los recuerdos que de usted tengo en una caja con pelotas de naftalina.
No tiene usted que aceptar o reprobar esta carta. La haré pública porque es definitiva. No es irrevocable porque nada es irrevocable en la vida. Es simplemente definitiva, señor Presidente. No me vea ni me sienta vulnerable. Esa expresión es "neonazi" y no suena bien.
Créame que me siento orgulloso de haber sido su Embajador y su compañero, y que, en este momento, siento como si me quitara una de las tantas contracturas que tengo (son tres) en la columna. Renuncio, Presidente, a mis dosis de insomnio, estrés, aflicción y a las víboras con cabeza triangular que desde hace mucho tiempo lo acompañan.
Me voy "pelado", como el ala de un murciélago, como si una
ola turbulenta me empujara; sin ningún tormento, con la verdad de lo íntimo, de lo justo y de las convicciones intactas. Le juro que continuaré perfeccionando mi dignidad para reconocerla en mis silencios y poseerla hasta mis últimos días, y para emplearla como escudo y hacha frente a los adversarios (no tengo enemigos Presidente).
Su amigo
Julián Isaías Rodríguez Díaz
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