"Fuimos sorprendidos por el SEBIN, al negarnos salir de nuestro vehículo, utilizaron una grúa para trasladarnos de manera forzosa directamente al Helicoide. Los demócratas nos mantenemos en pie de lucha", escribió Edgar Zambrano desde el interior de su auto blindado. El vehículo era trasladado a la fuerza a la sede del servicio de inteligencia chavista, y el presidente de la Asamblea Nacional se transformaba, así -mientras resistía-, en el relator de su propio secuestro.
Ese fue su último mensaje, y desde entonces nada se sabe de él. La dictadura no lo presentó ante la Justicia… Aunque está probada la connivencia del Poder Judicial con el régimen, su traslado ante un juez hubiese servido, al menos, para constatar su estado de salud.
No es azaroso que Zambrano haya sido trasladado al Helicoide, la prisión es conocida por ser el destino de dirigentes políticos, periodistas y activistas secuestrados en plena noche, ciudadanos de a pie detenidos en las manifestaciones contra el régimen, pero también llegan allí criminales comunes. Muchas veces, sus familiares pasan días sin saber cuál fue su destino, hasta que se enteran de que los llevaron al temido Helicoide.
El último detenido tristemente célebre en llegar a sus mazmorras fue Roberto Marrero, jefe del despacho del presidente encargado de Venezuela Juan Guaidó, quien fue detenido el 21 de marzo pasado en su casa y se le imputaron los delitos de traición a la patria, conspiración y usurpación de funciones.
La sede del SEBIN es la prisión más cruel del régimen, y está ubicada en la zona centro-sur de Caracas, entre las comunidades de San Pedro y San Agustín del Sur. Nació como un ícono arquitectónico y terminó convertido en el centro de detención y torturas más temido de la dictadura.
Según detalló la periodista Veda Everduim en Infobae, el edificio vanguardista con forma helicoidal comenzó a levantarse con fines recreativos en la década del 50, durante la era de la bonanza económica de Venezuela por el auge petrolero. Iba a ser un gran centro comercial, con helipuerto, club, salas de exposición, parque, hotel, 300 tiendas y ascensores traídos desde Viena hasta Caracas… Pero su construcción se demoró por problemas financieros.
Finalmente, en 1984, tomó sus instalaciones casi en ruinas la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), luego reconvertida por el chavismo en Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), cuyas oficinas ocupan hoy los pisos superiores del Helicoide, junto con los de la Policía Nacional Bolivariana (PNB). Entre ambas fuerzas, convirtieron el edificio en un temible centro de reclusión y tortura de presos políticos.
El centro penitenciario, o la mazmorra del régimen de Nicolás Maduro, como la llaman algunos, cuenta con siete óvalos. El sexto de ellos, que está ocupado por el SEBIN, tiene celdas, oficinas, cuartos de aislamiento y espacios pequeños que parecen baños, pero que son utilizados para realizar torturas.
Lorent Saleh, activista por los Derechos Humanos, sabe de lo que habla cuando describe el Helicoide como un edificio viejo y sórdido. Estuvo secuestrado allí por cuatro años luego de participar en las protestas contra Maduro en 2014. Para Saleh, entre sus muros reinan la depravación, la extorsión y la tortura. En la primera entrevista que concedió al salir de la temible estructura de concreto, publicada por El Mundo, el defensor de los derechos humanos contó cómo era la prisión: "Era ruido, mugre, hacinamiento, depravación. Presos políticos y opositores se mezclaban con presuntos corruptos y con 200 presos comunes (…) El Helicoide es la pura expresión del Estado mafioso. Ahí reina la extorsión, sobre todo económica. A niveles que nadie es capaz de imaginar".
En esta cárcel, el terror no solo alcanza a los venezolanos. Extranjeros como Joshua Holt, un misionero mormón de origen estadounidense, también sufrió tras las paredes del Helicoide. Holt, detenido en 2016 y liberado en mayo de 2018, perdió 27 kilos, sufrió de bronquitis, de sarna, de cálculos renales y de hemorroides. No recibió atención médica, solo una inyección con analgésicos. Mientras tanto, su esposa era torturada para obligarla a firmar una confesión en su contra. Se negó, y a cambió, fue electrocutada con una pistola Taser y sus dedos fueron colocados en un sacapuntas. "Fue lo más cercano al infierno (…) Tenemos suerte de haber salido con vida", aseguró el norteamericano durante una entrevista desde su casa en Riverton, Utah.
Lo que pasa intramuros se esconde con disciplina -y castigo- militar. Los carceleros del régimen no revelan lo que allí sucede. Es que su temor más profundo es terminar en una de sus celdas…
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