Nicolás Maduro tenía todo para fugarse por aire. El destino inicial sería Cuba. Algunos creen que era sólo una escala para cruzar el Atlántico. Otros indican que la isla elegida era República Dominicana. La aeronave que lo trasladaría a tierra aliada estaba listo para ser abordado. Pero una orden impartida por el Kremlin lo obligó a cambiar de planes y refugiarse en el Palacio de Miraflores. El gobierno de Vladimir Putin lo instó a permanecer en Caracas.
La revelación fue hecha por el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo en la tarde del martes. "Él tenía un avión en la pista, estaba listo para irse esta mañana (por ayer) y los rusos le dijeron que debía quedarse". Ocurrió a pocas horas de que el presidente interino Juan Guaidó lograra con militares leales liberar a Leopoldo López. Pasaron menos de 24 horas para que Moscú intentara bajar el tono a las declaraciones del canciller de Donald Trump diciendo que estaba "desinformando". No faltará mucho para que también Caracas ensaye una desmentida.
Lo cierto es que no se supo nada de Maduro durante la crítica jornada de este martes en que los venezolanos tomaron las calles y fueron brutalmente reprimidos por parapoliciales y la Guardia Nacional. Las imágenes que recorrieron el mundo rememoraron los sucesos de Tiananmen, Beijing, en 1989. Parábolas de la historia: las tanquetas con que la dictadura chavista embestía a los manifestantes eran de origen chino. El usurpador, como lo llama Guaidó, sólo se mostró a la noche para decir que los altos mandos permanecían junto a él.
Era Diosdado Cabello -patrón de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela- el único que daba señales de resistencia en el poder. Su jefe directo sólo evaluaba vías de escape y la más ensayada era un avión con rumbo a La Habana. Fue allí cuando escuchó la orden rusa y cambió su decisión.
Un hecho extraño sucedió en las afueras de Caracas. A las 7:22 am (hora Venezuela) había despegado desde Moscú un jet que aterrizó a las 8:04 pm en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía. Se trató de un moderno Bombardier Global Express cuya matrícula es TC-TSR, de acuerdo a la información publicada por el periodista y ex preso político Sergio Contreras. Por el momento se desconoce cuál fue su objetivo. Lo que se sabe es que una hora y nueve minutos después de estar allí partió rumbo a Punta Cana. ¿A quién o qué transportó esa nave de lujo?
Rusia teme que un cambio de régimen impacte no sólo en sus finanzas y economía, sino que además pierda una oportunidad política histórica de hacer pie firme en América Latina. Hasta el momento, sólo mantuvo una presencia activa en Cuba durante los tirantes años de la Guerra Fría y de la extinta Unión Soviética. Esta vez con un castrismo cada vez más debilitado por la falta de oxígeno venezolano, Vladimir Putin apuesta por quedarse con los recursos y la administración caraqueña.
Ahogado financieramente, el régimen de Maduro recurrió a Moscú. Le prometió petróleo, refinerías, minas de oro y diamantes. Está cumpliendo. Pero, ¿qué ocurriría con esos contratos si llegara al poder un joven Juan Guaidó, quien mantiene buenas relaciones con Estados Unidos, la Unión Europea y la mayoría de los países democráticos de la región? Los acuerdos podrían ser revisados, no por deslealtad comercial o económica, sino por el saqueo que representan para el país.
Rusia, que apostó fuerte para penetrar en una región aún virgen de exploración en muchas áreas, cree que Venezuela sería la mejor base para extender sus brazos por todo el subcontinente. Al Kremlin no le preocupa si hace pie en una dictadura que viola los derechos humanos. Sabe que la corrupción que representa actualmente la administración de Maduro le facilita los trámites. No se ruboriza.
Desde 2009 Putin y la petrolera estatal Rosneft invirtieron 9 mil millones en PDVSA. A cambio, Miraflores se portó con generosidad: le dieron como garantía el 49 por ciento de Citgo, la refinería que la estatal venezolana tiene en Houston, Estados Unidos. De entrar en default por incumplir el pago de sus bonos, Rusia podría quedarse con toda la compañía. Es una de sus grandes apuestas. El gobierno ruso, además, ofreció salvatajes y refinanciación de préstamos por unos 10 mil millones de dólares.
Junto a él, hay otros actores que asisten al régimen caribeño para que continúe respirando. Los cubanos son los que más conocen los secretos venezolanos. Su servicio de inteligencia controla casi todas las instancias de sus fuerzas armadas y de seguridad. Irán retornó con sus vuelos y asiste con su Guardia Revolucionaria Islámica y Hezbollah. China apoya económica y técnicamente en asuntos de infraestructura. Todos, a cambio, buscan lo mismo: los barriles de crudo de una producción que supo ser ejemplar y hoy apenas sirve para pagar las cuentas.
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