Desde la llegada de Hugo Chávez al poder a finales del siglo XX, la Fuerza Armada Bolivariana de Venezuela (FANB) inició un proceso de renovación de su equipamiento virando de los sistemas mayormente estadounidenses y europeos a los provistos por Rusia y China.
De acuerdo a datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), que monitorea el flujo de armas en el mundo, Venezuela comenzó sus compras en 2006, y para el 2014 había desembolsado 3.850 millones de dólares en equipo de todo tipo de origen ruso.
El pico fue en 2013, cuando se gastaron 881 millones de dólares. En tanto las compras a China sumaron 619 millones entre 2006 y 2016.
Durante aquellos años Venezuela concentró sus adquisiciones en tres grandes áreas: vehículos blindados y armas cortas para sus fuerzas terrestres, cazabombarderos y helicópteros para la aviación, y diferentes sistemas de defensa antiaérea, entre ellos los S-300VM que habrían entrado en operaciones en los últimos días.
Este último despliegue y puesta a punto de un sistema antiaéreo arribado al país en 2013, sumado a la llegada el domingo de dos aviones de transporte de la Fuerza Aérea Rusa cargados de personal y equipamiento, han puesto una vez más el foco en estas grandes compras de armas y sus efectos en el equilibrio geopolítico de la región, pero también han generado dudas sobre la capacidad operativa del equipamiento en el marco de la aguda crisis social, económica y política que atraviesa Venezuela.
"El equipamiento ruso en términos generales ha funcionado bastante bien, sin grandes quejas", señaló el analista internacional Andrei Serbin Pont, en diálogo con Infobae. "Aunque los acuerdos logísticos son sumamente estrictos, Venezuela ni siquiera puede pintar los tanques o cambiar el tipo de aceite sin permiso de Rusia", matizó el director de investigaciones de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), un think tank latinoamericano y caribeño.
También, el reciente envío del personal ruso al país, que de acuerdo al Kremlin cumple con los contratos existentes de logística y garantía de los equipos, ha elevado la tensión entre Moscú y Washington, que apoyan diferentes facciones en la puja de poder dentro del país sudamericano.
En medio de una crisis económica sin precedentes, con una fuerte caída del PBI, hiperinflación, escasez, creciente criminalidad y el éxodo masivo de sus habitantes, además de los recientes colapsos del suministro eléctrico, la situación venezolana entró en una nueva fase cuando en enero la Asamblea Nacional, controlada por la oposición desde 2015 pero declarada poco después en desacato por el poder ejecutivo y virtualmente anulada, eligió a Juan Guaidó como presidente interino para hacerse cargo del país petrolero y llamar a elecciones.
El presidente Nicolás Maduro, heredero de Chávez y reelecto en 2015 en comicios fuertemente cuestionados por la falta de garantías, la persecución a opositores (que finalmente no participaron) y la baja participación, ha rechazado esta designación y se aferra al poder basado en su control sobre las FANB.
Estados Unidos, Canadá, Europa y la mayor parte de América Latina apoyan a Guaidó. Rusia, China, Cuba y Turquía, entre otros, sostienen a Maduro.
En este contexto, Estados Unidos y Rusia, que mantienen una tensa relación desde la anexión rusa de Crimea en 2014 y el despliegue de Moscú en Siria en apoyo del presidente Bashar al Assad en 2015, volvieron a trenzarse en una disputa por el futuro de Venezuela.
Incluso, comenzó a debatirse la posibilidad de una intervención extranjera, presuntamente liderada por Washington, en el país y para deponer a Maduro. Ante la cual la llegada de los técnicos rusos, la promesa del envío de bombarderos estratégicos Tupolev Tu-160 y la puesta a punto de sus baterías antiaéreas parece ser una respuesta directa, en el mejor estilo del "tit-for-tat" (ajuste de cuentas) de la Guerra Fría.
"Los rusos han querido mostrar su despliegue al aterrizar en Maiquetía, de lo contrario lo hubieran hecho en El Sombrero", consideró Serbin Pont en referencia al aterrizaje de los aviones de transporte, llegados desde bases rusas en Siria, en el aeropuerto en los alrededores de Caracas, a la vista de todos, y no en la base aérea 100 kilómetros al sur donde se emplazó la batería de misiles S-300VM.
"Los rusos y venezolanos han mostrado que consideran posible, aunque no inminente, una intervención norteamericana. Esto pone a Estados Unidos una decisión difícil, porque si se da la intervención, ¿se arriesgará a dañar al personal ruso manejando a los S-300?", señaló.
Para el analista argentino, "Estados Unidos no entraría en Venezuela si no anula los S-300VM", dado el alto costo que podría significar lanzar una operación con este sistema defensivo en operaciones, pero tampoco se arriesgaría a herir o matar soldados rusos.
Algo similar ya ha ocurrido en Siria, donde el despliegue de tropas rusas y las operaciones de su Fuerza Aérea contra distintas milicias opositoras al régimen sirio o grupos terroristas se ha hecho en coordinación, y muy lejos, de operaciones similares conducidas en el mismo país por Estados Unidos. Nadie parece querer, por ahora, el inicio de una Tercera Guerra Mundial.
Un escudo de defensa antiaérea avanzado pero difícil de mantener
Una de las compras más importantes realizadas por Venezuela a Rusia es la de diferentes sistemas antiaéreos que forman una defensa escalonada, desde cañones de corto alcance hasta sofisticados misiles.
La perla de este dispositivo la constituyen los S-300VM, cuya puesta a punto operacional fue detectada por la consultora israelí ISI. Pero también hay sistemas de misiles BUK-M2E y Pechora-2M, además de cañones de 23 mm Zu-23 y lanzadores portátiles Igla-S.
Estas últimas armas de tipo MANPAD, aunque de prestaciones más limitadas, están presentes en grandes números en el país y son fáciles y baratas de operar y mantener. Según estimaciones de Serbin Pont, habría entre 500 y 800 lanzadores y entre 6.000 a 8.000 misiles, en 43 unidades en todo el país. Su enorme número y descuidado almacenamiento son incluso una amenaza de seguridad, ya que podrían ser fácilmente robadas de sus arsenales por grupos delictivos.
Sus hermanos mayores, como los Buk, Pechora y S-300, son más capaces pero al mismo tiempo muy difíciles de mantener, y debido a la crisis venezolana los números de personal militar capacitado para operarlos han caído considerablemente. "Los ejércitos marchan con sus estómagos, y el soldado promedio no come bien", destacó el analista, en referencia a que el éxodo masivo de venezolanos buscando mejores condiciones de vida también ha tentado a los miembros de las Fuerzas Armadas.
"El sistema antiaéreo estaba pensando para disuadir a Colombia de un realizar un primer ataque aéreo", explicó el analista.
Desde los inicios del chavismo, pero especialmente durante la presidencia del colombiano Álvaro Uribe, fuerte opositor al denominado "Socialismo del Siglo XX", Caracas y Bogotá han estado constantemente en pie de alerta. Ambos países comparten una frontera terrestre de unos 2.200 kilómetros y se han acusado mutuamente de intromisiones en los asuntos domésticos del otro, especialmente por el presunto apoyo de Chávez a las guerrillas colombianas de las FARC y el ELN.
En la actualidad la tensión ha venido en aumento debido a la crisis política y social en Venezuela, que ha generado un masivo éxodo que suele tener a Colombia como primer y principal destino, forzando a la infraestructura fronteriza del país al límite.
Pero aunque el sistema es probablemente el más formidable de América Latina y un problema para Colombia, no está pensado, por número y tecnología, para hacer frente a una campaña aérea seria de Estados Unidos. "Sólo serviría durante un primer ataque", indicó Serbin Pont.
Los temibles Sukhoi Su-30
Recurrente muletilla del propio Chávez, que alardeaba de las capacidades de la aeronave, los cazas de superioridad aérea Sukhoi Su-30MK2 se convirtieron en un símbolo del poder de las FANB y de la presencia rusa en la región. Y, de hecho, no hay nada igual a ellos en América Latina.
Pero la crisis también ha afectado el mantenimiento de estas naves y el entrenamiento de sus pilotos, por lo que la brecha entre las unidades en el papel y las que se encuentran operativas es grande.
"Es muy difícil saber cuántos están en condiciones, pero históricamente han tenido una tasa de operatividad muy baja", explicó Serbin Pont. "Cada vez hemos visto menor disponibilidad, y en 2016 deberían haber mandado a Rusia a los aviones para reacondicionar y no lo hicieron. En el contexto de una crisis interna y ante la salida de personal, es posible que se concentren en unos pocos aviones y pilotos entrenados", agregó.
Aunque no se sabe cuántas de las 24 unidades inicialmente recibidas por Venezuela (una sufrió un accidente en 2015) están operativas, apenas un puñado de estas avanzadas aeronaves es suficiente para presentar una amenaza a Colombia.
De tanques y fusiles
Chávez también tomó la decisión de dar vuelta a su ejército terrestre con nuevas armas rusas. Aquí también cobraron notoriedad los "Kalashnikov", como les decía el fallecido presidente, es decir los AK-103 que se convirtieron en el principal fusil del infante venezolano. Y aunque se trata de armas robustas y capaces, el cambio de munición desde estándares OTAN a calibres rusos ha significado un problema logístico en el país que afecta a su capacidad de movilización, especialmente porque las armas de origen estadounidense y europeo siguen presentes en los arsenales venezolanos.
Otra experiencia distinta ha sido la de los tanques T-72B1, una vez más unidades muy avanzadas para la región, especialmente considerando la falta de este tipo de vehículo blindado sobre orugas en el ejército colombiano, que sin embargo tienen serios problemas de disponibilidad.
Y es que a diferencia de los transportes de tropas BMP-3M y BTR-80A, comprados a Rusia en el mismo paquete, los T-72B1 no eran nuevos. Habían salido de las fábricas en la década de 1980 y rodado intensamente con el ejército soviético y ruso, y registraron desde la llegada a Venezuela problemas con sus motores y el consumo de aceite, como señaló Serbin Pont.
Tampoco han recibido las modernizaciones más pertinentes y carecen de visores termales, una seria limitación en el campo de batalla moderno.
China, a la espera
El otro gran proveedor de armas del régimen venezolano es China, que ha dado también su apoyo a Maduro en la puja política pero que, al mismo tiempo, parece haber adoptado una postura más medida que Rusia, mientras intenta mantener sus diferentes proyectos de inversión en infraestructura y producción en toda América Latina.
"China va a mantener un perfil cuidadoso, concentrados en el soporte logístico. Pero no creo que vayamos a ver un despliegue en Venezuela, cuando hay una coordinación con Rusia, que tiene la capacidad y la experiencia para hacer estas operaciones que China no tiene", consideró Serbin Pont.
Pero aunque mantenga ese bajo perfil, China sigue siendo un actor en la situación, ya que de hecho es el proveedor del sistema de radares de alerta temprana instalado en Venezuela, parte esencial de las defensas antiaéreas de fabricación rusa.
MÁS SOBRE ESTE TEMA: