Periodista. Luis Carlos Díaz se define como "hijo de internet" y "tejedor de redes", pero probablemente ninguna palabra lo describa mejor que la primera. La voracidad con la que investiga y luego cuenta lo que hay detrás de las cosas que suceden a su alrededor lo convirtió en una referencia ineludible, en un país en el que informar e informarse se volvió una odisea por la censura generalizada.
Con 34 años, construyó una precoz carrera en el mundo de la comunicación, siempre dentro de la Venezuela chavista. Si bien trabajó en importantes periódicos y revistas, las plataformas con las que más alcance logró fueron la radio e internet, sobre todo, a través de su cuenta de Twitter, seguida por casi 370.000 personas.
Si bien su especialidad son las tecnologías de la información y la comunicación, la gravedad de la crisis venezolana lo fue llevando a cruzar ese conocimiento con la política. En parte, una consecuencia lógica de que la web se haya vuelto uno de los pocos espacios públicos que quedan en el país para hacer activismo político con ciertos márgenes de libertad.
Su insistencia en contar sin velos los pormenores de la debacle social y política de Venezuela lo volvieron un blanco cada vez más frecuente de las amenazas gubernamentales. El histórico apagón que dejó sin luz a gran parte del país durante varios días marcó un punto de inflexión. Desesperado por conseguir culpables para desviar la atención, un sector del chavismo hizo foco en él.
Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, lo acusó públicamente de ser parte de una conspiración internacional para sabotear el sistema eléctrico. Como supuesta "evidencia" presentó un video muy burdo en el que tomaban declaraciones suyas con consejos sobre cómo mantenerse informado en medio del "blackout" comunicacional como si estuviera refiriéndose al apagón eléctrico y lo hubiera anticipado.
El lunes 11 de marzo a las 5.30 pm, cuando iba desde la radio hasta su casa en bicicleta, fue secuestrado por agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (SEBIN). Durante más de ocho horas no se supo nada de él.
Creo que me terminó liberando esa suma de redes preocupadas por un periodista desaparecido
"Estuve desaparecido. No le dijeron nada a mi familia, ni dónde estaba. Ellos preguntaban por mí y les respondían que no me tenían", le cuenta Díaz a Infobae.
Pero no era una persona fácil de desaparecer. Naky Soto, su esposa, que también es periodista, se movió con extrema rapidez. Lideró una efectiva campaña en redes sociales pidiendo su aparición, y en poco tiempo su caso era un tema nacional e internacional. Esa misma noche, el SEBIN reconoció que lo había detenido y lo llevó a su casa para que presenciara un allanamiento.
"Se robaron el dinero, mis computadoras, hasta la comida", relató Díaz. Luego lo trasladaron al Helicoide, la temible sede del SEBIN por la que pasaron miles de presos políticos en los últimos años. Todos coinciden en las condiciones infrahumanas de reclusión.
Estoy profundamente preocupada por la presunta detención del reputado periodista @LuisCarlos por parte de los servicios de inteligencia venezolanos, y por su bienestar. La misión técnica de @ONU_derechos que se encuentra en Caracas pidió a las autoridades acceso urgente a Díaz.
— Michelle Bachelet (@mbachelet) March 12, 2019
Soto, que se recupera de un cáncer y que también fue amenazada, no se quedó callada. Contó lo sucedido y convocó a una movilización para el martes. El movimiento de presión no dejó de crecer. No había pasado un día de su desaparición, y ya habían pedido por él Amnistía Internacional, Human Rights Watch y hasta Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU.
A la mañana siguiente, todo cambió. Se esfumaron las acusaciones de terrorismo y traición a la patria por supuestamente haber saboteado el servicio eléctrico. En cambio, le imputan el delito de "instigación pública", por contar lo que pasaba. El martes al atardecer, 25 horas después de su captura, Díaz fue liberado.
"Lo que pasó afuera es que mi esposa habló con muchos medios internacionales. Armaron una protesta pública, liderada por ella, que dio vuelta al mundo. Gente como Amnistía Internacional me declaró preso de conciencia, y hablaron Bachelet y el Parlamento Europeo, entre otros. Creo que me terminó liberando esa suma de redes preocupadas por un periodista desaparecido".
Tengo todo para vivir afuera, pero acá está mi misión, lo que me da sentido
Pero Díaz no está tranquilo, porque el proceso sigue abierto y su situación legal es muy precaria. Le prohibieron terminantemente salir del país y hablar públicamente de su caso, y debe presentarse cada ocho días ante los tribunales. Hasta le querían impedir que asista a manifestaciones públicas, pero como eso equivaldría a quitarle su trabajo, debieron aceptarlo.
A pesar de estas amenazas, Luis Carlos —como lo conocen todos en Venezuela— trata de recuperar su vida y de volver al periodismo. Su razón de ser, su "misión", como él mismo lo define en esta entrevista con Infobae.
—Podría pensarse que el vuelco entre la decisión de detenerlo en un primer momento, pero liberarlo al día siguiente, responde en parte a las divisiones que hay en el chavismo. ¿Cuán importante es esa fractura interna?
—El poder no es monolítico y las cuotas de corrupción ya no alcanzan ni en bolívares ni en dólares. Se acaban esos fondos. Es desconocido cómo se han dividido, pero la última movida de Nicolás Maduro, de hacer que todos los ministros pongan sus cargos a la orden, responde a eso. Las decisiones que él tome a partir de allí nos van a indicar cómo va a ser su próximo gobierno. Podría haber una radicalización o quizás el cambio de un grupo por otro.
—Durante mucho tiempo, las divisiones más visibles eran las de la oposición, pero desde el 10 de enero parece que las dejaron de lado. ¿Cree que podrá mantenerse unida en adelante?
—La oposición entendió que este no es momento de tener crisis internas. Se han mantenido coordinados y han dejado en Juan Guaidó (declarado presidente encargado por la Asamblea Nacional el 23 de enero) el liderazgo de las acciones, lo cual fue muy inteligente. Pero llegaron a un punto en el que depende del gobierno, si cede, se entrega o cae. Entonces, cambió la tónica. Primero con una gira internacional, y ahora con una gira de movilizaciones nacionales que son rápidas, masivas, y que buscan levantar la efusividad de la gente. Pero no están planteando nada confrontativo y el Gobierno sigue teniendo poder de fuego.
Antes bromeaba con que tenía que buscar amigos con prohibición de salir del país, y ahora ese soy yo
—Hay dirigentes con posiciones más radicalizadas, como María Corina Machado y Antonio Ledezma, que piden abiertamente una intervención militar internacional. ¿Qué piensa de esa postura?
—Se asumen como líderes de opinión de una posición que creen necesaria para parecer más firmes que Guaidó. Desde su punto de vista, parece lógico. Lo importante es que no haya confrontación entre ellos y que no sea Guaidó el vocero de esas ideas. Pero no veo una ruptura. Tratan de forzarlo a ser más radical, pero no por eso generan conflicto. En ocasiones sienten que siempre tuvieron la razón cuando se ve la tozudez del gobierno, pero eso no significa que ellos imponen la agenda opositora.
—En su caso se vio claramente la importancia de la presión internacional, que escaló en los últimos meses con el no reconocimiento de Maduro y las sanciones económicas. ¿Cree que ha sido suficiente o que los otros países tienen que hacer más?
—Ha sido una presión muy fuerte. Pero se le suma que la propia crisis económica del gobierno le pasa factura. La caída de la producción petrolera no es por las sanciones, sino porque el chavismo es corrupto y acabó con todo. Lo que ves en Maduro es un gobierno con muchas crisis en simultáneo, que afectan su propia estabilidad. Pero se sostiene por las armas, que siguen fieles por una razón: muchos de los altos componentes de la Fuerza Armada están vinculados a delitos que van a ser investigados. Unos, a violaciones de los derechos humanos, otros, a corrupción e incluso a narcotráfico. Esa gente no tiene razones para salir.
—Por eso Guaidó insiste tanto en ofrecer una amnistía a los militares que se animen a romper con Maduro.
—Ese ofrecimiento no alcanzó. La oposición tiene que aceptarlo. Pero hay figuras que han tratado de hacer un quiebre, como el general Hugo Carvajal (ex encargado de inteligencia del chavismo, que reconoció a Guaidó como presidente en febrero). Es un juego de incentivos donde todavía no está claro qué reciben a cambio los que colaboren, y Guaidó no puede prometer lo que no tiene. Lo otro es que los juicios fuera del país han demostrado que la cúspide del chavismo es muy corrupta. Hasta sus testaferros se cayeron. Es obsceno que un líder de estos tenga 3.000 millones de dólares en Florida (alusión a Samark López Bello, presunto testaferro del ex vicepresidente Tareck El Aissami). ¿Cómo pueden tener más dinero que Messi o que Cristiano Ronaldo? Es grosero el robo que ha habido en Venezuela.
—Mucho se habla de quién gana y quién pierde en caso de que se prolongue esta situación, con un gobierno en crisis pero sobreviviendo, y un presidente interino que ejerce presión pero no logra imponerse.
—Me toca enterrar gente que muere por falta de medicamentos. Al final no gana nadie y pierde la gente. Maduro es el que alarga el tiempo que va a tomar su salida, y eso genera costos sociales enormes. Cada día del chavismo en el poder puede costar muchos meses de reconstrucción. Porque siempre se puede caer más bajo. Es un deterioro que se paga con vidas.
El poder no es monolítico y las cuotas de corrupción ya no alcanzan ni en bolívares ni en dólares
—Mientras tanto, se profundiza el éxodo, que ya supera las 3,4 millones de personas.
—Es que sacas cuentas y no te da con un salario de diez dólares al mes. Entonces, el que tiene un ahorrito por ahí prefiere tomar ese dinero y usarlo para irse del país.
—¿Y cómo hacen ustedes, que además tienen que tratar la enfermedad de su esposa en un país con un sistema sanitario colapsado?
—Por fortuna, trabajé durante años con ONGs especializadas en cáncer de mama. Entonces, cuando nos tocó vivirlo como pacientes, estuvimos con gente que nos acompañó y nos asesoró. Además, contamos con ahorros que nos permiten tratarnos en el sector privado, con profesionales de primera que aún quedan en el país. Esto me ha obligado a hacer más trabajos internacionales, la única manera de tener ingresos decentes, porque con lo que hago acá gano diez dólares al mes.
—¿Cómo es quedarse en el país cuando muchas personas a su alrededor se empiezan a ir?
—Habito en una ciudad de ausencias. Todo el tiempo piensas en los lugares en los que estuviste con gente que ya no está, y en cosas que tuviste y que ya no tienes. Además, está la pérdida de interlocutores, de gente especializada en mi área, que queda muy poca. Pero también es una oportunidad de hacer nuevas amistades, con gente sin plan B, que se va a quedar pase lo que pase. Antes bromeaba con que tenía que buscar amigos que tuvieran prohibición de salir del país. Bueno, ahora ese soy yo.
—Usted es ciudadano español y le sobran los contactos en distintos países. No tendría ninguna dificultad para irse al exterior. ¿Por qué decide quedarse, incluso después de lo que le pasó?
—Tengo todas las posibilidades para vivir afuera. Lugares a dónde llegar, trabajo, recursos. Pero no tendría la sensación de que puedo ser útil y estar al servicio de algo. He vivido la crisis venezolana desde niño y entiendo lo que pasa en Venezuela. Debo mis competencias profesionales a este contexto, y este problema es mi problema. Es una misión, es mi trabajo y es lo que me da sentido. Irme a otro país me permitiría tener tranquilidad y otras certezas, pero no me daría lo que me hace y me identifica.
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