La crisis venezolana se acerca a un punto de inflexión. El presidente interino Juan Guaidó -reconocido por Estados Unidos, la mayor parte de América Latina y Europa- ha señalado al 23 de febrero como el día para movilizar toneladas de ayuda humanitaria al territorio.
En el interín, Maduro mantiene cerrados los pasos fronterizos a través de los cuales la oposición y la vasta facción de la comunidad internacional que la apoya pretende ingresar los suministros: la frontera con la ciudad colombiana de Cúcuta permanece bloqueada por contenedores gigantes desde hace semanas, mientras que este martes el régimen ordenó cerrar la zona fronteriza con las Antillas holandesas.
Maduro ha rechazado la ayuda y advertido que no planea permitir su ingreso en reiteradas ocasiones. Asegurando que Venezuela no está en crisis y no es "mendigo" de nadie, ha denostado la iniciativa al considerar que la ayuda ha sido "fabricada desde Washington" para "intervenir" Venezuela.
Sin embargo, el dictador anunció el martes que llegará desde Rusia un avión con 300 toneladas de ayuda humanitaria. "Eso sí, la hemos pagado con dignidad, de Rusia, de China, de Turquía, del mundo entero, con la ONU. Con todos los organismos de la ONU tenemos asistencia técnica", afirmó.
La oposición, no obstante, se mantiene firme en su intención, sustentada por el apoyo de la comunidad internacional, que tiene a Estados Unidos a la vanguardia. Al igual que lo ha hecho Guaidó, el presidente Donald Trump apeló directamente al ejército venezolano en un discurso el lunes, llamándolos a que permitan el ingreso de la ayuda humanitaria.
"Están arriesgando su futuro, están arriesgando sus vidas y el futuro de Venezuela por un hombre controlado por el ejército cubano y protegido por un ejército privado de soldados cubanos", afirmó Trump.
En este contexto de tensión y expectativa, Infobae habló con el director del programa América Latina del Woodrow Wilson Center y ex director para Venezuela y el Cono Sur del Consejo Nacional de Seguridad de Barack Obama, Benjamin Gedan, para conocer su análisis de la coyuntura venezolana y las consecuencias que pueden tener para el país los eventos del próximo sábado, dependiendo de la manera en que se desarrollen.
Los efectos de una invasión estadounidense, el rol de Uruguay y el papa Francisco en el conflicto, y el potencial enfoque que hubiera tomado la administración de Obama son algunos de los temas que abordó Gedan.
—¿Qué cree que sucederá el 23 de febrero?
—A pesar del apoyo internacional con el que cuenta, Juan Guaidó no tiene un terreno firme sobre el cual pararse. Nicolás Maduro controla el ejército, los servicios de seguridad, de inteligencia y todo el territorio venezolano.
—¿Qué piensa sobre la decisión, desde un punto de vista estratégico?
—Considerando las trágicas condiciones humanitarias que Venezuela atraviesa en este momento, tiene sentido que Guaidó confronte con las autoridades por la ayuda humanitaria. Al generar que Maduro rechace donaciones de alimento y medicina, Guaidó pone de manifiesto la crueldad del régimen, el sufrimiento de sus compatriotas. Tal vez hasta logre avergonzar a algunos miembros de las fuerzas armadas al punto de distribuir suministros, una muestra manifiesta de insubordinación que podría provocar defecciones.
—A pesar de lo que pueda llegar a suceder el fin de semana, ¿qué necesita Guaidó para mantener el momentum?
—A menos que haya defecciones en los altos mandos del ejército, los factores más importantes de este político venezolano son la frecuencia, tamaño y poder de persistencia de las protestas. A pesar de que el rol de los actores internacionales es importante, es improbable que Maduro abandone el poder a menos que enfrente un levantamiento nacional.
—¿Cree que Maduro le dio una entrevista a la BBC porque se siente acorralado?
—Hace tiempo ya que Venezuela ha abandonado la influencia de la que gozó durante la era de Chávez, cuando su carisma y la riqueza petrolera del país elevaron su perfil. No obstante, Maduro retiene un puñado de aliados importantes, entre los cuales se encuentran China, Rusia y Turquía. Con sus bravuconadas, Maduro parece reasegurar a sus aliados que está comprometido a defender su régimen, y que va a usar su apoyo para desafiar a los Estados Unidos.
—¿Qué opinión le merece el rol del papa Francisco en el conflicto, así como los extractos de su carta a Maduro, publicados por el diario italiano Corriere Della Sera?
—El Vaticano favorece el diálogo en Venezuela y tiene una admirable voluntad de sumergirse en su salvaje ambiente político para contribuir a la prevención de un conflicto civil. Pero en el ámbito internacional, los llamados al diálogo no son neutrales. Dada la naturaleza del régimen venezolano, y su renuencia a hacer concesiones significativas, ofertas foráneas a facilitar el diálogo en los últimos años sólo han servido para dividir a la oposición venezolana, quitarle momentum a movimientos de protesta y lograr que líderes opositores que rechazan la propuesta parezcan intransigentes.
—¿Cree que la declaración conjunta de Argentina y Uruguay fue una victoria para Macri?
—A pesar de su fuerte compromiso con la democracia en el plano local y su dolorosa experiencia con la dictadura, Uruguay raramente ha tenido un rol positivo en la crisis venezolana. De manera reticente, ha aceptado suspender a Venezuela del Mercosur, a pesar de sus claras violaciones al protocolo de Ushuaia; no participa del Grupo Lima; en la OEA, se abstuvo en la votación que decidió condenar las elecciones fraudulentas; y se ha rehusado a reconocer a Guaidó. Ahora, Uruguay está liderando otro esfuerzo internacional para intimidar a la oposición venezolana a entablar otro diálogo contraproducente.
—El 12 de febrero, el senador norteamericano Marco Rubio dijo en un evento en la "Heritage Foundation" que él no estaría dispuesto a darle una amnistía a Maduro o a Diosdado Cabello. ¿Qué piensa sobre esta declaración? ¿Cree que si Maduro llegara a pisar un país con el que tuviera un tratado de extradición, Estados Unidos haría uso de la jurisdicción universal?
—La justicia transicional está llena de transigencias desgarradoras, y la comunidad internacional y el pueblo venezolano tendrán que determinar cuánta impunidad están dispuestos a tolerar para lograr una transición que sea pacífica y democrática. En el proceso, los Estados Unidos no deberían socavar potenciales ofertas de amnistía realizadas por la oposición amenazando con juzgar a Maduro y su cúpula.
—Algunos miembros del Partido Demócrata -al igual que miembros de la izquierda argentina y el kirchnerismo- han definido la proclamación de Guaidó como un golpe de Estado liderado por Estados Unidos. ¿Cree que lo hubieran apoyado si la administración de Trump no se hubiera puesto a la vanguardia de la comunidad internacional?
—Un puñado de demócratas de extrema izquierda, quienes no representan la corriente con mayor consenso del partido y generalmente no está familiarizada con la coyuntura latinoamericana, han caracterizado al apoyo de Estados Unidos a Guaidó como un intento de golpe. Esas nociones son infundadas. Dicho esto, se los puede perdonar por su escepticismo para con la política exterior de Trump sobre Venezuela. Al fin y al cabo, fuera de Venezuela, la Casa Blanca se ha mostrado completamente indiferente ante el abuso de los derechos humanos y el autoritarismo.
—¿Por qué cree que Trump eligió a Elliott Abrams como enviado especial a Venezuela? ¿Podría ser detrimental para el consenso bipartidario?
—La designación de Abrams polariza al crisis de manera innecesaria cuando más se necesita la unidad. Al mismo tiempo, la retórica agresiva del gobierno ahuyenta aliados naturales – tanto en el congreso norteamericano como el resto de Latinoamérica – quienes aborrecen a Maduro pero se oponen a una invasión estadounidense.
—En una entrevista reciente con Estadão dijo que "una intervención militar liderada por Estados Unidos es improbable pero no imposible". ¿Cree que hay algún hecho que pueda ser la gota que rebalse el vaso para el gobierno norteamericano? ¿Cuál cree que sería la respuesta de la comunidad internacional?
—Una invasión norteamericana sería algo temerario, considerando la posible pérdida de vidas civiles; daño a la infraestructura venezolana; potencial resistencia caótica de los colectivos; y daño seguro al amplio consenso en Latinoamérica y Europa respecto de la crisis. Pero Trump es impaciente, propenso a la improvisación y reticente a tomar consejos de personal calificado. En ocasiones parece estar en busca de casus belli. Por ejemplo, al poner en riesgo la seguridad de diplomáticos norteamericanos al rechazar la demanda de Maduro de retirarlos y dar lugar a un potencial asalto a la embajada.
—¿Cree que la administración de Obama hubiera respondido a la crisis de manera similar?
—A diferencia del gobierno de Trump, la Casa Blanca bajo el liderazgo de Obama era una férrea defensora de los derechos humanos y de las normas democráticas, y tenía una fuerte predilección por las respuestas multilaterales a las crisis. A pesar de que el enfoque con respecto a Venezuela contrasta con la política exterior de Trump, en este caso se parece al estilo de Obama. Dicho esto, la administración de Obama hubiera obrado diferente en dos aspectos importantes: no hubiera amenazado con una invasión, y hubiera provisto más apoyo a los millones de venezolanos que han huido del colapso de su patria.