El triste destino de las mascotas en Venezuela: la calle o la muerte

Ante la falta de recursos para mantenerlos, muchas son abandonadas por sus dueños y a otras les aplican alguna inyección para que duerman el sueño eterno, una decisión que nadie quiere tomar

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A Rosa Strefezza la persigue a diario el pensamiento de la muerte. Pero no la suya sino la de sus 14 gatos y tres perros, porque con la crisis se le ha vuelto un sacrificio mantenerlos.

—Yo no me puedo desprender de ellos así —se le quiebra la voz—, pero no sé si tendré que hacerlo y me duele, me duele toda esta situación, pero tendría que mandarlos a dormir porque no quiero que sufran por nada y no quiero botarlos a la calle. A veces le digo a mi esposo "toma tú la decisión" pero sé lo que me va afectar a mí esto. Es duro y fuerte.

En promedio, un gato de seis kilos de peso consume tres kilos de comida por mes, que se consiguen en Venezuela por unos 21 dólares. Tres kilos de alimento para perros cuestan USD 26 en Venezuela, mientras que en Estados Unidos, su precio ronda los USD 15. El salario mínimo, tras el último aumento, apenas alcanza a los 20,9 dólares según el cambio oficial, que en realidad son menos de USD 6 en el mercado paralelo, el único al que tienen acceso la mayoría de los venezolanos.

Desde hace diez años, Rosa viene recogiendo gatos, que le han ido dejando en la puerta de su casa o que ha recibido de personas que migran de Venezuela, o de otras que ya no podían mantenerlos, para evitar que quedaran en la calle. Además tiene loros y tortugas, con lo que llega a 20 mascotas.

Los refugios municipales de Caracas no reciben los recursos necesarios para atender la creciente cantidad de perros que llegan cada día (fotos: Guillermo Suárez)
Los refugios municipales de Caracas no reciben los recursos necesarios para atender la creciente cantidad de perros que llegan cada día (fotos: Guillermo Suárez)

La crisis económica la forzó a dejar de darles gatarina y ahora les da comida para perros, sardinas y arroz. Pero tampoco es una opción rentable porque debe gastar casi el 7% de su ingreso para comprar, tan solo, un kilo de sardinas.

—Por la mente se me ha pasado ponerlos a dormir, porque yo digo "nadie los va a cuidar mejor que yo ni en la forma que los tengo". Para mí son un miembro más de la familia. Ellos se enferman, cada día la situación es peor. El problema es que cualquier veterinario tampoco toma esa decisión, ellos no te lo duermen así nomás.

Ni siquiera puede vacunarlos ya porque no le alcanza el dinero en un país donde este tipo de atención es, incluso, más costosa que en Estados Unidos. En un centro veterinario en el estado de Connecticut, en Estados Unidos una vacuna para perros cuesta USD 28. En Venezuela, el equivalente a USD 30.

Aunque Rosa es profesional de la publicidad, vive de la pensión de su mamá junto con su esposo y sus dos hijos de 6 y 5 años de edad. No trabaja porque le resulta más rentable quedarse en su casa cuidándolos que salir a la calle a trabajar. Además sufre de depresión producto de la crisis económica que vive Venezuela, y no consigue los medicamentos para tratar su afección. Su esposo es técnico en reparación de electrodomésticos y trabaja cuando le sale arreglar algún aparato.

Gregory Sepúlveda, esposo de Rosa, es testigo de cómo semana a semana en Los Caobos, uno de los parques más populares de la zona centro de Caracas, perros que son mascotas de hogar son abandonados por sus dueños.

—Todos los domingos que voy troto, me reúno con mis compañeros ahí en el parque y todas las semanas hay perros abandonados. Todas las semanas dejan perros abandonados, los dejan amarrados a su suerte en los árboles. Hay muchos perros en la avenida México atropellados, y no son perros de la calle, son perros que tú ves que son perros de casa.

Los dueños de mascotas buscan opciones más económicas para poder alimentarlas. En una carnicería en Los Palos Grandes, un barrio clase media -en extinción- en el este de Caracas, se consigue un alimento preparado para perros o gatos, dependiendo del caso, que consiste en una mezcla de carapacho de pollo molido, recortes de carne,hígado de pollo y su piel por un precio de USD 0,71 por kilo. Los clientes frecuentes llevan 300 kilos al mes, el equivalente a USD 213, lo que representaría casi 36 veces un salario mínimo. Otros compran entre ocho y diez kilos semanales, por un monto al cambio en el mercado negro de USD 2,84 mensuales, que representa casi la mitad del salario mínimo mensual.

Para Aranza Roselló, bioanalista veterinaria, la eutanasia, nombre médico que se le da a la acción de ponerle fin a la vida de un humano o de un animal, es una decisión difícil de tomar pero para ella es una opción ante una enfermedad incurable de una mascota.

—Al momento de que alguno se enferme en una situación que sea incurable, se tomará la decisión mucho más rápido, por el tema de alimentación. Yo tuve un perro que estuvo seis años enfermo de un problema renal, fue una situación muy difícil, era otro país, se podían conseguir los alimentos, se podían conseguir las medicinas. Hoy en día, no se consigue nada de eso, así que si alguno se enferma, se eutanasia de una vez y no vamos a luchar mucho por eso, porque no vamos a poder curarlos.

En algún momento, en medio de la crisis que vive Venezuela, Arantza pensó en ser una migrante más y no lo hizo porque no tenía el capital necesario para poder llevar a sus mascotas con ella y "ponerlos a dormir" no era una opción.

Entre 50 y 70 dólares es el monto mínimo de los trámites veterinarios (documentos y vacunas) que tiene cumplir el dueño de una mascota para migrar de Venezuela hacia los países Mercosur, y si es para Europa se incrementa hasta 400$.

—No puedo con ese nivel de consciencia. La idea de irme a vivir la buena vida y matarlos, porque eutanasiarlos o ponerlos a dormir es matarlos, sobre todo si están sanos…

En Venezuela el precio de la eutanasia depende del tamaño y peso de la mascota, pero arranca a partir de USD 20. La cremación va luego desde USD 36.
La muerte de los animales a la par de la muerte propia

Desde que era niña, Milagros Fernández ha tenido animales. Así que hoy a sus 71 años no concibe la vida sin ellos. Trabajó como docente en una escuela durante casi 25 años.

Cuando su hijo murió hace 12 años, le recomendaron tener animales y compró una perra en el vientre y la fue pagando poco a poco hasta que la recibió. Vivió con ella hasta que el animal murió.

Ahora tiene un perro y un gato, Panchito y Benito. A Benito le falta una pata. Además cuida otra perra que está en las áreas comunes del edificio y que llegó huyendo, la navidad pasada, del ruido de los fuegos artificiales.

—La crisis me ha afectado muchísimo. Compré una bolsa para Panchito y fueron (el equivalente a) 8 dólares el kilo y medio para el gato, porque la comida de gatos es más cara que la de los perros.

Milagros vive de su pensión, equivalente a USD 6 mensuales, y de la ayuda que recibe de una hija que vive en el extranjero. Pero cada día el dinero le alcanza menos por la situación del país.

—Anoche estaba pensando que debe haber muchas familias que botan a los animales para la calle pensando que pueden sobrevivir en allí más que en la casa, porque no tienen ni para comer ellos. A lo mejor ellos en la calle jurungan (revisan) bolsas, las rompen y a lo mejor tienen un poquito más de sobrevivencia que teniéndolos en la casa, porque hay gente comiendo basura, gente que come una vez al día.

—¿Ha pensado en "poner a dormir" al perro y al gato si no los puede mantener?

-La única forma en que yo los duerma a ellos es que yo me enferme más de lo que estoy y llegue a una posición de morir. Si yo me siento —ya mi hermano lo sabe— le he dicho que me los duerma a los dos, no quiero que vayan a ninguna parte, me da miedo que se vayan algún sitio y en ese sitio me los boten o me los tiran a la calle. Pero yo haré hasta lo que pueda porque hasta ahora no les ha faltado comida, a mí tampoco…

El alimento y las medicinas para los animales cuestan una fortuna inaccesible para la mayoría de los venezolanos. En algunos lugares ofrecen compuestos más económicos, pero otros optan por la eutanasia.
El alimento y las medicinas para los animales cuestan una fortuna inaccesible para la mayoría de los venezolanos. En algunos lugares ofrecen compuestos más económicos, pero otros optan por la eutanasia.

El cuadro de Milagros no es nada alentador. Tiene un tumor en la cabeza que, aunque no es maligno, ha afectado su parte motora en la pierna y el brazo. Además se cayó cerca de su casa y se le desplazaron algunas vértebras. Encima tiene una úlcera sangrante que le causa problema y dolor.

—¿Cuándo fue la primera vez que pensó en dormir a los perros a causa de su enfermedad?
-Siempre lo he pensado, desde que empecé a sentirme muy mal hablé con mi hermano y le dije "Mira, si a mí me pasa algo, mi hija te mandará dinero para que tú duermas a los dos animalitos".

Para estas venezolanas, al igual que para otros tantos, sus mascotas son parte de su vida. Pero hay quienes ante una situación de complicación prefieren dejarlos incluso amarrados a un poste y avanzar sin mirar atrás.

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