Sumergida en la mayor crisis política, social, económica e institucional de su historia, Venezuela queda a merced de un país muy lejano, de una cultura aún más extraña a su historia: Rusia. Es que Nicolás Maduro, el jefe del régimen, cree que el Kremlin es el camino para retener el poder, aun a costo de entregar los recursos de su país.
Ayer, ambos países anunciaron que Moscú saldrá al "rescate" de Caracas con un plan para reestructurar su deuda. "Pagarán de acuerdo con un nuevo calendario", indicó el ministro de Finanzas ruso, Sergei Storchak. El proceso de salvataje está en proceso. Por el momento, de acuerdo con la agencia oficial Sputnik, es "informal". Sin embargo, el régimen caribeño no dejará pasar la oportunidad de conseguir un alivio en sus cuentas.
En 2018, Venezuela se aferró a Rusia de manera dramática. Y Rusia no dejó pasar la oportunidad de hacer pie con mayor fuerza en América Latina.
Pero el salvataje (o conquista) no es solo económico. También es militar y político. En diciembre pasado, los temibles -y clásicos- bombarderos nucleares Tupolev-160 exhibieron al mundo su poderío desde Caracas. Muchos analistas creen que esa demostración de fuerza no fue más que el anticipo de una probable instalación de una base militar en Venezuela.
Stephen Donehoo, socio y director de McLarty Associates, dijo a CNN: "Rusia está usando a Venezuela. Venezuela está tan desesperado en buscar a alguien que les abra las puertas, porque ya en el hemisferio tiene esa capacidad… que se tienen que ir hasta Rusia para que les preste ayuda y tengan un museo con este avión que es tan viejo que ya tiene más de 30 años, para demostrar que tienen amigos en el mundo".
La Rusia de Vladimir Putin -con control total de aquella nación desde el 31 de diciembre de 1999- ha vuelto a sentirse imperialista bajo su mando. Sus tentáculos se expanden a fuerza de dinero o fuego. Esta última opción bien la conocen sus vecinos más duros, los ucranianos, que resisten la incorporación de Crimea y Sebastopol a la Federación Rusa.
El Kremlin infiltró militares y agentes secretos en todo Ucrania para desestabilizar al país y hacerse con esas dos regiones. Kiev padeció en carne propia esa desestabilización en 2014. A tal punto fue la invasión rusa en tierra vecina que el 17 de julio de 2014 un avión de la compañía Malaysia Airlines fue derribado por fuerzas alentadas por Moscú desplegados en una granja cercana a la ciudad ucraniana de Pervomaisk. Murieron 298 personas. Holanda y Australia acusaron directamente a Rusia por la catástrofe. Pero Putin ordenó negar toda participación, directa o indirecta, pese a las evidencias.
La Venezuela de Maduro y la Rusia de Putin podrían entenderse fácilmente en la actualidad. Es que en el lejano país euroasiático tampoco se respetan las instituciones, la violación a los derechos humanos es sistemática, y el Parlamento y la Justicia funcionan al ritmo que les impone el ex agente de la KGB. El Kremlin es especialista en permitir que las dictaduras aliadas perduren en el tiempo.
El mayor ejemplo podría ser Siria. El país dominado por Bashar al Assad estaba al borde de una derrota a manos de los rebeldes hasta que recurrió al antiguo aliado de los tiempos de su padre, Háfez al Assad, quien entonces pedía asistencia a la Unión Soviética.
En los últimos años, Damasco contó con la asistencia rusa para salvar su régimen y aplastar a los opositores. Pero el costo fue absoluto, al punto que la nueva constitución siria fue redactada por juristas y políticos rusos. Los escasos recursos del país de Medio Oriente quedaron en manos de Moscú. Telecomunicaciones, pozos petroleros, energía… todo será controlado por empresarios rusos. El "agradecimiento" (o el costo) se tradujo, además, en una base militar en el Mediterráneo. El imperio, feliz.
¿Será la isla La Orchila el lugar elegido por los rusos para instalar su base en el Caribe venezolano? Ese podría ser uno de los blancos de Putin en Venezuela, pero sobre todo otra cosa lo obsesiona: los recursos naturales. Mejor traducido: el petróleo.
De acuerdo con un informe elaborado por el diario El Nacional en diciembre pasado, Maduro está comprometido con enviar unos 600 mil barriles de crudo por día a Rusia. Ese sería el eje sobre el cual presionará el Kremlin a la hora de pactar el "agradecimiento" por el salvataje. Desde 2006, Venezuela recibió del Gobierno ruso y de la petrolera de ese país, Rosneft, préstamos y líneas de crédito por 17 mil millones de dólares.
Rosneft, el gigante petrolero estatal, intenta extender su influencia a lugares en los que los Estados Unidos son vistos como un fantasma que asusta. Pero también, la empresa que responde a Putin también tiene la necesidad de expandirse en países parias, para intentar sortear las sanciones impuestas desde Washington y Europa. En 2016 Rosneft consiguió una participación del 49,9% en Citgo, la filial de PDVSA en los Estados Unidos, como garantía de un préstamo de 1.500 millones de dólares a la empresa venezolana. Igor Sechin, el director de la firma rusa, visita frecuentemente Caracas. Quiere llevar de cerca la relación con el lejano país por orden expresa de Putin.
Cuba, China, Egipto y Vietnam también figuran entre los clientes de la empresa de gas, esquisto y petróleo. Todas dictaduras.
En su última visita a Moscú, Maduro anunció nuevos acuerdos que involucran recursos naturales venezolanos. Son contratos con Rusia para la inversión de más de 6.000 millones de dólares en proyectos conjuntos en los sectores petrolero y aurífero. "Vamos bien. Hemos culminado una visita extraordinaria", dijo el pasado 7 de diciembre desde el frío de la capital rusa.
Esos 17 mil millones de dólares que Venezuela le debe a Rusia son cancelados -lentamente- por el régimen de Maduro mediante barriles de crudo. Y ahora serán reestructurados. Gracias al espíritu conquistador de Putin, quien solo pretende a cambio los recursos naturales del país latinoamericano y una pequeña isla en el Caribe para jugar a la guerra.