El periodista Joseph Poliszuk es uno de los fundadores y editor en jefe del portal digital Armando.Info, un sitio en donde se practica el periodismo de investigación. Esta frase, que podría ser una frase lógica en cualquier contexto, adquiere un valor singular si se le añade algo de información: Joseph Poliszuk es venezolano y el portal en el que vuelca su trabajo se ocupa de desentrañar el lado más oscuro del poder en su país, un país en crisis, con corrupción estructural, una severa deriva autoritaria y con instituciones resquebrajadas. Un país que viene siendo denunciado por organismos internacionales por abusos a los derechos humanos en una oscura gama que va de la represión indiscriminada a las manifestaciones opositoras por parte de las fuerzas de seguridad o fuerzas parapoliciales que responden al chavismo hasta ejecuciones extrajudiciales.
En 2017, una de las investigaciones del portal denunció que Alex Saab, un empresario colombiano de origen libanés ligado al presidente Nicolás Maduro y a su gobierno tenía contratos con un programa oficial para combatir el hambre y la escasez (conocido por las bolsas CLAP), que ha sido denunciado por repartir alimentos en mal estado en los barrios más pobres del país.
Los artículos trajeron como consecuencia para los periodistas amenazas, la publicación de sus datos personales en redes sociales a través de cuentas falsas y una demanda criminal por difamación agravada continuada e injuria agravada por parte de Saab, un empresario polémico cuyo nombre aparece además en los Panamá Papers. Advertidos de que no había manera de poder ganar ese juicio iniciado por Saab, ante la falta de garantías jurídicas cuatro de los periodistas de Armando.info, entre ellos Poliszuk, abandonaron Venezuela, como tantos compatriotas vienen haciendo en los últimos meses por diferentes razones.
Poliszuk -quien hace unos meses recibió el Premio Internacional Knight de Periodismo- ahora vive en Colombia, desde donde sigue trabajando como periodista y denunciando las arbitrariedades del gobierno de Maduro. Días atrás fue uno de los invitados del Festival Gabo, en Medellín, un evento organizado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Allí habló de la situación general del periodismo en su país y denunció los diferentes modos de censura que deben sortear los profesionales que buscan informar más allá de las presiones.
Según explicó Poliszuk, en los inicios de su carrera periodística, que coincidieron con la llegada al poder de Hugo Chávez, ya había algunas formas de censura. Sin embargo la situación empeoró notablemente cuando los simpatizantes del chavismo comenzaron a amenazar a los periodistas y, más tarde, cuando el Gobierno cerró o compró varios medios de comunicación.
"Ahora están usando el sistema judicial para censurar. Aunque hay otras formas de censura: algunos periodistas no tienen pasaportes, van a tomar un vuelo y cuando están en Migración el oficial les dice que no pueden viajar porque sus pasaportes fueron reportados como robados", dijo Poliszuk durante una de sus presentaciones en el Festival de periodismo, cuando mencionó formas más sofisticadas de censura como el corte de señal de internet en ciertas zonas del país. Infobae entrevistó al periodista en Medellín, en el marco del evento organizado por la FNPI. Lo que sigue es un resumen de esa conversación.
— Durante tu exposición mencionaste los cortes de señal de internet en ciertas zonas. ¿Ustedes piensan que esos cortes son deliberados y promovidos por el gobierno? ¿Son intimidatorios?
— No solo lo pensamos, estamos seguros porque está documentado por IPYS Venezuela (Instituto de Prensa y Sociedad), que es un organismo internacional que se encarga de monitorear los bloqueos digitales en el mundo. Y lo que decía es que me preocupa mucho y creo que es muy revelador que lo que nos pasó a nosotros les puede pasar a otros. Y es que esto ocurre por órdenes del gobierno, de CONATEL que es el organismo que regula las telecomunicaciones. Lo hace la operadora pública que tiene el 80%, es un monopolio de internet, pero también lo hace Movistar que es una compañía de Telefónica.
— Las empresas privadas muchas veces aceptan las regulaciones y condiciones que les imponen los gobiernos. Se ve en China, por ejemplo.
— Me pongo en los zapatos de Telefónica y los entiendo: lo que no quieren es salir del mercado, para cuando algún día haya mercado.
— ¿Cuánto hace que te fuiste de Venezuela?
— Hace seis meses, en principio me fui temporalmente. Nosotros tenemos un insider en el Tribunal que nos dijo: "Van por ustedes." Pero más que eso era que durante un proceso como el que tenemos, que no es común en Venezuela, o sea existe la ley, se puede apelar a un juicio por difamación e injurias, pero no era un mecanismo empleado con periodistas porque hay regulaciones, hay derecho a réplica, siempre buscamos hablar en los noticieros, etcétera, etcétera. Bueno, esta gente empleó eso y la idea era imponernos por vía legal que no los mencionáramos más. Hay una película colombiana que me encanta que se llama La estrategia del caracol, bueno, eso fue lo que hicimos: mudamos todo y desde acá empezamos a publicar.
— ¿Tuvieron algún riesgo concreto, alguno de ustedes fue detenido, secuestrado o retenido? ¿Les impidieron entrar o salir del país?
— La otra semana nos dictaron prohibición de salida del país como mecanismo de retaliación porque hemos seguido publicando.
— Es decir: saben que están fuera del país.
— Sí, es público. Incluso, y creo que esto es algo no sé si innovador pero sí novedoso en Venezuela, tenemos nuestras cuentas publicadas. Porque si queremos auditar al poder, el poder tiene derecho a auditarnos a nosotros. Todas nuestras cuentas pueden verse. Una vez me retuvieron, el año pasado, por otro trabajo y hubo un interrogatorio. Pero eso es algo normal, no solo a mí me pasa.
— ¿Cómo que es algo normal?
— En Venezuela se ha ido criminalizando la información. Y hay un trabajo en el que mencionamos cómo encontramos que el 50% de los jueces son parte del partido de gobierno. ¿Y qué hace un periodista cuando termina una investigación? Vas a contrastar la información. Entonces fui al organismo del Poder Judicial que se encargaba de recursos humanos, la Dirección Ejecutiva de la Magistratura. Y terminé siendo interrogado por ellos: que por qué yo estaba haciendo eso y las preguntas, un poco racistas, apuntaban a saber si yo era gringo. Yo soy maracucho (de Maracaibo), que es como la Cataluña venezolana y mi familia es de origen polaco.
— En Venezuela la corrupción no es la excepción sino la regla, ¿por dónde empezar a investigar?
— Por un lado no es fácil porque ciertamente hay muchas cosas, pero por otro lado es mi medio. O sea, sería mucho más difícil para mí empezar en la Argentina, por ejemplo. Pero hay varias metodologías que están funcionando en un país con fuentes cerradas. Y más allá de las metodologías, sí creo que se pierden muchos temas muy importantes porque lo urgente mató a lo importante. Por ejemplo, nosotros hace dos años publicamos una investigación sobre una epidemia de sida en las comunidades wuaraos, indígenas del delta del Orinoco, de la frontera con Guyana. Y es increíble que esas historias no están saliendo en los medios. Ahora, nosotros tenemos tres metodologías que creo que han funcionado muy bien: la primera es el periodismo tradicional. Que en una época de transición las viudas del poder siempre están allí y hay que saberlas identificar.
— Te referís a fuentes que han quedado resentidas y con ganas de hablar.
— Totalmente. Y hay que aprovecharlas. Hay que reconocer a quienes serán fuentes y están en transición a serlo, y creo que eso es el olfato periodístico. Y eso aún en Corea del Norte creo que puede existir. Luego, el periodismo de datos, aunque no somos expertos en datos. Pero es una forma de hacer precisión en medio de la imprecisión. Y lo tercero es armar redes de periodistas. A ver, hay tantos casos por ejemplo como la Argentina: si lo que buscamos no lo encontramos en Venezuela, muchas veces hemos encontrado papeles en la Argentina, en México, en otras partes. En relación con Argentina, las coimas con Venezuela por ejemplo en el estado de Guayana, al sur. Y otro que todavía estamos investigando: la hija de Chávez tiene un vínculo con un empresario argentino que exportaba arroz desde la Argentina. Todas esas cosas son interesantísimas.
— ¿Cómo evalúan la relación del kirchnerismo con Chávez en esta clase de negocios?
— La verdad es que los hechos muestran que había dinero oculto y que no todo era tan ideológico.
— En general, ¿qué pensaba el venezolano promedio de lo que era esa relación? ¿La mayoría confiaba en que era una relación amistosa e ideológica? ¿No se veían los negocios detrás?
— Estaba muy polarizado, como la sociedad venezolana, como la argentina tal vez. En su momento había quien apoyaba estas relaciones y quien no. Lo interesante es que la Argentina por ideología y por amistad fue por ejemplo la despensa de Venezuela durante mucho tiempo, estando Colombia al lado, históricamente lo había sido Colombia. Hubiera sido más barato, creo.
— ¿Cómo estás viendo las relaciones entre Venezuela y Colombia, dos países que se necesitan tanto mutuamente? ¿Cómo imaginas que seguirá ahora que se está dando el éxodo más grande de la historia?
— Es interesante porque por un lado Colombia es el país que más se parece a Venezuela, culturalmente hablando, pero son el positivo y el negativo. Colombia está en la derecha y Venezuela en la izquierda. Bueno, y ahora Colombia es la puerta de un problema que tiene toda Sudamérica con la migración. Esa relación de Colombia con Estados Unidos y Venezuela con Rusia creo también que es interesante.
— ¿Imaginas alguna clase de respuesta regional para la crisis de tu país?
— Es difícil predecir, uno no quiere hablar de invasiones y esas cosas. Es difícil hablar de hipótesis. Yo no veo a Sudamérica aceptando eso pero al mismo tiempo veo que la crisis venezolana está afectando la economía regional.
— En un muy mal momento para los precios de las commodities, por otra parte.
— Yo no quiero opinar directamente sobre el asunto pero es curioso que durante muchos años las declaraciones eran, y tenían razón tal vez, "La crisis de Venezuela debe resolverla los venezolanos", pero eso estuvo bien hasta que no pudimos. Creo que ahora lo que está demostrado es que, y duele decirlo porque es el fracaso de varias generaciones, no podemos resolverlo solos.
— ¿Y qué alternativa imaginas? Porque cada vez que habla Trump o algún funcionario de su gobierno menciona la posibilidad de una invasión es imposible no leer que le están haciendo un favor a Maduro…
— Creo que todos sabemos diagnosticar el problema… Pero no encontramos solución.
— Con los militares tan comprometidos en el gobierno chavista, pensar en alguna clase de implosión por parte de los militares se hace difícil. En Venezuela los militares son gobernadores, son ministros, están atados a todos los negocios. ¿Por qué habrían de terminar con la gallina de los huevos de oro?
— La lectura que yo hago es que el chavismo se ha afianzado aún más con la crisis, no es que va a implosionar, es que han aprovechado la crisis para anclarse. Pero siempre hay una posibilidad, un porcentaje, variables que el chavismo no puede manejar y esto es la crisis, el hambre. Pero más que el hambre ahora también es la falta de servicios. Sabes que desde hace muchos años está prohibido manifestar a las puertas del palacio presidencial, de Miraflores, pero hace como dos meses se fue la luz por veinte horas alrededor del palacio presidencial y espontáneamente la gente salió a protestar. Bueno, yo creo que en Venezuela sí hay ganas de protestar, la pregunta es cómo se canaliza eso.
— Sobre todo cuando desde la oposición tampoco hay un liderazgo totalmente representativo o respetado, ¿no?
— Y totalmente fragmentado. En el peor momento del chavismo, no sé cómo el chavismo trituró a la oposición. Era inimaginable, como lo era pensar que un país que había recibido siempre tanta gente de diferentes partes ahora expulsara a sus ciudadanos. Mírame a mí, yo soy nieto de europeos, Venezuela fue siempre un país muy abierto a la inmigración, nunca había sido natural emigrar.
—¿Cómo fue que decidieron irse?
— A ver, somos cuatro, y no estábamos de acuerdo, yo no estaba de acuerdo y otro compañero tampoco, de hecho fuimos los últimos en irnos. Y la condición para irnos es "nos vamos, publicamos desde afuera y regresamos". Pero hace algunas semanas nos dictaron prohibición de salida del país, ya están muy molestos, en el fondo nos estamos burlando de ellos. Pero además creo que la censura ha funcionado y la presión ha funcionado. Es psicológico. O sea, todos los periodistas, los más destacados y los más low profile, todos tienen miedo de que les quiten el pasaporte.
— Vuelvo a la idea de pensar en una solución para la crisis. ¿Por dónde crees que puede llegar?
— Voy a profundizar en lo que te había dicho porque yo tengo un dilema. Por un lado creo que los venezolanos debimos resolver nuestros problemas. Y fue un fracaso, no lo hicimos. Y también mucha gente que decía pero "bueno, ahora necesitamos del mundo". Y por mucho tiempo los problemas de los venezolanos son de los venezolanos pero hasta que no, hasta qué punto la soberanía y los derechos humanos coliden, hasta qué punto uno pasa por encima del otro. Después hay casos de países específicos. A mí me llama la atención por ejemplo que el nuevo gobierno en España se presenta muy abierto a la migración siria como un compromiso europeo frente a la crisis siria, pero yo no veo ese mismo espíritu con Venezuela por parte de la política interna española. Porque parece que es un problema electoral allá. Y creo que también el problema es que a Venezuela se la ha visto con ojos electorales y con ojos ideológicos. Y esto es un asunto de derechos humanos.
— ¿Qué porcentaje de apoyo genuino estimas hoy que tiene todavía el gobierno venezolano?
— Es difícil, pero creo que menos del 10%. El chavismo hizo elecciones hasta que no le convino. Yo no sé qué pasó en la oposición: en el momento que tenían la chance no la aprovecharon. No sé si los infiltraron. Creo que hay de todo, creo que hubo gente vendida, creo que hubo gente que no estaba a la altura. Y sobre todo es la incapacidad de darnos cuenta de que necesitábamos estar unidos. La unidad era más electoral que por objetivo político.
— Hay una crisis política, una crisis económica y una crisis humanitaria. ¿Pero qué clase de intervención diplomática puede haber cuando para lo que sigue no hay ni siquiera una oposición a la altura de las circunstancias?
— El problema es más que político porque la sociedad está fragmentada y no son solamente los políticos quienes no están haciendo su trabajo o que no se han podido poner de acuerdo. Ojo, yo entiendo a los dos bandos, a los que hablan de que es irreconciliable intentar algo con el gobierno y entiendo la gente que dice que hay que seguir, que hay que ir a elecciones y no hay otra forma de ganar. No es un asunto solo de la política, es un asunto de la sociedad civil. Las ONG tampoco se ponen de acuerdo, los propios periodistas tampoco. Es un desencuentro que además es físico. El nuestro es en un país en donde ya no hay ni transporte público: cómo logras llegar a un sitio… Es también físico. No sé si han visto que una de las cosas más increíbles es lo que llaman las perreras, que a falta de transporte público, porque también colapsó, hay unas camionetas en donde la gente viaja en la carga, en donde va la carga. Y ese es el transporte público que se está viendo ahora en nuestras ciudades. Imagínate en los pueblos. Cómo llegar al colegio, por ejemplo. O sea que ya no es ponerte de acuerdo en política, es cómo llegar al colegio. Pero además la maestra no está porque fue a comprar comida porque no tiene. Creo que, al final, en términos racionales de economía y de derechos humanos el chavismo fracasó.