"Hoy Venezuela padece los estragos de un proceso que se inició en 1959 y se dio, primero, con la insurrección de una extrema izquierda dispuesta a arruinar la novel democracia. Continuó con la infiltración en las Fuerzas Armadas y concluyó con la consolidación de Hugo (Chávez) y la capitulación de todo un país que cedió a la antipolítica para colaborar con la destrucción del sistema democrático".
El diagnóstico sobre el origen de la trágica situación del presente pertenece a Orlando Avendaño, quien acaba de publicar Días de sumisión: una historia sobre la intromisión cubana. En su libro, el periodista de 24 años, residente en Caracas, argumenta —con más de 150 fuentes y un año de investigación— el surgimiento de la revolución bolivariana de Chávez como algo escasamente intrínseco a la dinámica interna del país.
Cita al periodista Ramón Hernández, quien en su libro Contra el olvido preguntó al político e historiador venezolano Simón Alberto Consalvi si Fidel Castro, el líder de la revolución cubana, había querido aprovecharse de la riqueza venezolana para sostener su proyecto más allá de las fronteras de Cuba. "Por supuesto —respondió Consalvi—. Si petróleo es riqueza, petróleo fue la obsesión de Castro".
A partir de esa noción, Avendaño analiza la injerencia de La Habana en su país, y el papel de la izquierda y la izquierda extrema en lo que llama, sin ambages, "el desmantelamiento de la democracia venezolana". Porque durante cuatro décadas el palacio de Miraflores fue sede de poderes democráticos, explicó.
Tras el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, los gobiernos civiles y democráticos se sucedieron en Venezuela hasta que, en 1998, llegó al poder un militar, Chávez, que si bien fue elegido en esa ocasión, antes había liderado un golpe contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Diversas modificaciones a las leyes venezolanas, incluida la Constitución, permitieron que, sobre la base de profundas divisiones en la ciudadanía y a pesar de la muerte de Chávez en 2013, su grupo permaneciera dominante.
Sintetizó Avedaño: "El 2 de febrero de 1999, Fidel (Castro) estuvo en el Palacio de Miraflores. Ya antes había visitado la sede de la presidencia de Venezuela; pero esta era su primera entrada triunfal. Entraba como lo hizo en Santiago y, luego, en La Habana, pero de una forma mucho más discreta. Sin bulla y con prudencia. Nadie lo notó, pero ese 2 de febrero, quien tomaba el poder era él, no Hugo Chávez. Los hechos lo demostrarían y todos los venezolanos comprenderían, quizá de la forma más odiosa y detestable, que en las elecciones de 1998 no triunfó la democracia; en cambio, se impuso la dominación de un Estado sobre otro".
Días de sumisión se ordena en tres partes: "La insurrección", "La infiltración" y "La consolidación", que ofrecen un marco de antecedentes y hechos. Si "La insurrección" habla sobre los años de la lucha armada en Venezuela y el papel "como norte moral y financista" de Castro, "La infiltración" explica cómo, una vez aplastadas, las aspiraciones revolucionarias continuaron de otra forma: con "la conformación de logias dentro de la Fuerza Armada", por medio de las cuales "la izquierda fue penetrando el mundo castrense, siempre bajo la tutela de Fidel Castro".
Por último, "La consolidación" describe los días finales de los movimientos dirigidos por Chávez, William Izarra y Francisco Arias Cárdenas, entre otros, y el modo en que los intelectuales venezolanos facilitaron el desarrollo del chavismo y el castrismo en el país.
"Luego con Lula (Da Silva), Cristina (Kirchner), Evo (Morales), Rafael (Correa), Michelle (Bachelet), Daniel (Ortega) y Manuel (Zelaya) obtendría sus siguientes victorias. Pero ya había logrado la primera y más importante en Venezuela. El triunfo con el que podría financiar la expansión de su propósito de décadas", argumentó, en alusión al petróleo. Eso fue posible, interpretó, porque "al caer Venezuela, fracasó Latinoamérica".
Avedaño señaló que toda la región se alineó en un eje que implicó seguir "la voluntad, directa e indirecta, de Fidel Castro". Observó una paradoja: "Países que erigieron el estandarte del socialismo para autoproclamarse territorios libre de la injerencia de Estados Unidos" fueron "doblegados ante una débil isla cuyo líder era capaz de cautivar a cualquiera".
Las consecuencias, enumeró: "La expansión de la miseria, la debilidad ideológica, el resentimiento, el conflicto y la destrucción".
En la contratapa de la obra, el ensayista cubano Carlos Alberto Montaner valoró: "Orlando Avendaño ha escrito un magnífico libro sobre la historia de la subversión antidemocrática en Venezuela y el relevante papel que ha desempeñado Cuba en esos innobles propósitos". Tras elogiar la investigación y la documentación, destacó que Días de sumisión tiene la virtud de la ponderación: "No es neutral, lógicamente (y no debe serlo), pero es objetiva, como se espera de un ensayista serio. Avendaño le ha hecho un gran favor al análisis de los asuntos venezolanos contemporáneos".
“Un magnífico libro sobre la historia de la subversión antidemocrática en Venezuela y el relevante papel que ha desempeñado Cuba en esos innobles propósitos”, calificó Carlos Alberto Montaner.
En su prólogo, la historiadora de la Universidad Católica Andrés Bello (donde Avendaño se graduó en Comunicación Social) María Soledad Hernández Bencid elogió el "riguroso hilo cronológico" que siguió el autor para mostrar los años "de avatares, de sinsabores, de aciertos y desaciertos, de imperdonables irregularidades, que permiten el ascenso de una generación de oficiales que, organizados en logias, propagan una narrativa golpista en los cuarteles, contrastando con los mecanismos institucionales y democráticos que guían la república durante 40 años".
Entre los testimonios inéditos que reunió Avendaño, se destacan las entrevistas al guerrillero Douglas Bravo, el general Clíver Alcalá Cordones (miembro de la logia de Chávez), el diplomático Diego Arria (amigo del presidente Carlos Andrés Pérez), Enrique Aristeguieta Gramcko (miembro de la Junta Patriótica) y el general retirado Ángel Vivas.
En la presentación de su texto en Panampost, el joven periodista agradeció a muchos de los que lo ayudaron a completar su libro. "Pero también, de forma paradójica, es un deber que reconozca a la dramática coyuntura que hoy padece Venezuela", agregó. "Los oscuros días han servido para impulsar esta investigación".
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