Luis Marcano, Zuleima Del Valle González, Beatriz Ruiz, José Fernando Núñez y Helenis Del Valle Rodríguez son cinco de los de 33 magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) nombrados el 21 de julio por la Asamblea Nacional, de mayoría opositora. En represalia por lo que consideró un desafío a su poder autocrático —amparado por un TSJ que le responde como una secretaría— el régimen de Nicolás Maduro se propuso perseguir y arrestar a cada uno de los 33.
Para preservar su integridad física y su libertad, los cinco jueces solicitaron asilo político en la embajada de Chile en Caracas. Allí permanecieron 80 días, hasta que, a principios de octubre, decidieron dejar la sede diplomática en secreto para cruzar a Colombia. Tras tomar contacto con representantes de la delegación chilena en Bogotá, tramitaron su traslado a Santiago como refugiados.
Sin avisar a familiares, salimos una madrugada aprovechando la ausencia del embajador
Los magistrados se decidieron ahora a contar cómo fueron esas horas dramáticas en las que, sin ninguna protección y con las fuerzas del régimen al acecho, debieron viajar cientos de kilómetros hasta la frontera con Colombia. Ser descubiertos habría significado su inmediata detención.
"Tomamos el riesgo de evadir la persecución. Sin avisar a familiares, salimos una madrugada aprovechando la ausencia del embajador", contó Rodríguez a El Nacional Web.
Se desplazaron en dos autos. En su intento por pasar desapercibidos, se vieron obligados a tomar caminos alternativos, corriendo muchos riesgos. En esas condiciones debieron enfrentarse al momento más angustiante de la travesía: en medio de la noche, un camión embistió a uno de los vehículos en los que viajaban tres de los jueces.
"Quedamos golpeados y producto del impacto pensé que iba a salir disparada por el techo", relató la letrada, que además sufrió lesiones en la cabeza, en el seno izquierdo y en la cervical.
Quedamos golpeados y producto del impacto pensé que iba a salir disparada por el techo
Entonces debieron tomar una decisión drástica. Ir a un centro médico a hacerse tratar, con el enorme riesgo de ser descubiertos y detenidos, o seguir el viaje en esas condiciones tan precarias. Optaron por la segunda alternativa.
Fue la determinación correcta, porque a pesar de la ansiedad de esas horas finales en Venezuela, lograron pasar a Cúcuta, del lado colombiano. Una vez allí, todo se hizo más fácil. Las autoridades locales los acogieron con los brazos abiertos y les facilitaron los trámites para, finalmente, viajar a Santiago el 19 de octubre.
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