Cada vez más venezolanas desesperadas recurren a la prostitución en Colombia

Un crudo informe de The Economist señala que miles de mujeres cruzan la frontera para ofrecer sus servicios sexuales, buscando escapar de la pobreza y el hambre producto de la dictadura de Nicolás Maduro

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Una trabajadora sexual venezolana en Colombia puede ganar en una hora el equivalente al salario mínimo de un mes en el territorio controlado por el régimen de Nicolás Maduro. Para miles de mujeres que cruzan la frontera buscando proveer un sustento para sus familias, los pesos colombianos tienen un verdadero valor y les permiten cubrir sus necesidades básicas de alimentación, algo que la promesa revolucionaria chavista no les puede ofrecer.

Un reportaje del semanario The Economist publicado en los EEUU alerta sobre la oleada de mujeres provenientes de las grandes urbanizaciones de Venezuela que llegan a ciudades como Medellín en busca de un ingreso ante la falta de oportunidades en su país de origen.

La historia de Bárbara, de 27 años, sirve como un lamentable ejemplo de cómo las vidas de millones de personas han sido cambiadas para, probablemente, nunca volver a ser las mismas, víctimas de un proyecto caprichoso que sus impulsores se niegan a declarar como fallido, resistiéndose a dejar paso a una alternativa que pueda sacar a Venezuela de la tumba que Hugo Chávez y sus secuaces le han cavado.

Cansada de no conseguir insumos básicos, como esmalte de uñas y champú, para mantener su salón de belleza funcionando –algo que se suma a la todavía más alarmante escasez de productos básicos como medicamentos y alimentos–, Bárbara decidió cerrar las puertas de su pequeño comercio y migrar a Medellín para trabajar como prostituta. "Al menos aquí uno puede comer un desayuno y almorzar" dijo.

En medio de la desesperante situación de emergencia humanitaria, medios colombianos han alertado sobre una "disputa a muerte" por la zonas de trabajo en las calles de las principales ciudades, antes bajo control de prostitutas colombianas y hoy disputadas con las mujeres recién llegadas de Venezuela.

Estas últimas manejan tarifas de entre los USD 10 y 13 dólares por una sesión de 20 minutos, mientras que las trabajadoras sexuales colombianas cobran entre USD 13 y 17 por el mismo servicio. Esto ha generado una verdadera batalla que obligó a las mujeres nativas a bajar sus propias tarifas, todo en un país que dista de ser una panacea económica,  con un pronóstico de crecimiento cuando menos conservador y una tasa de desempleo del 9,6 por ciento.

Según The Economist, muchas mujeres venezolanas han decidido migrar a países como Ecuador donde sus clientes pagan en dólares estadounidenses y no deben lidiar con la constante amenaza de ser corridas de su zona de trabajo.

La relación entre ambos países se ha vuelto más tensa en los últimos meses, mientras Colombia se encuentra a la espera de la llegada de una nueva oleada de inmigrantes. Reportes del Miami Herald indican que el paro general de 48 horas muy probablemente genere una nueva migración en masa a través de la frontera de ambos países en los próximos días.

Muchos colombianos sienten que las condiciones de vida en su país pueden verse afectadas por la llegada de miles de nuevos venezolanos y no olvidan cómo, en 2015, el propio Nicolás Maduro culpó a Colombia por el desabastecimiento en su país y deportó a 1.100 personas, muchas de los cuales se vieron forzadas a cruzar a través de ríos.

El semanario enfocado en el mundo económico estima que unas 4.500 mujeres venezolanas que ejercen la prostitución se encuentran trabajando actualmente en Colombia, un oficio que se ha legalizado en ambas naciones. El pasado abril la corte constitucional colombiana decretó que las trabajadoras sexuales venezolanas tienen derecho a solicitar una visa de trabajo, lo que ayudó a frenar las deportaciones masivas tras ser detenidas por agentes de la ley.

La resolución fue tomada, en parte, debido al destino que deberían enfrentar en su país natal en caso de ser expulsadas, además de que las deportaciones en masa violan las leyes internacionales, en lo que respecta a derechos humanos.

Daniel Pagés, representante de la Asociación de Venezolanos en Colombia, asegura que el reciente fallo probablemente sirva como aliciente para que trabajadores de otros rubros decidan migrar a Colombia, sobre todo si se considera el clima político y social actual tras la muerte de alrededor de 100 manifestantes víctimas de la represión del régimen chavista.

En una entrevista con The Economist, Pagés dijo que alrededor de 1,5 millones de venezolanos han elegido a Colombia como su nuevo hogar permanente o temporal, y alrededor del 40 por ciento no cuenta con los papeles migratorios necesarios para estar en regla con las autoridades.

Se le suman a las trabajadoras sexuales, electricistas, mecánicos y vendedores de empanadas, quienes han escapado de la asfixiante crisis económica que ahoga a su país hace años, con un pronóstico de inflación para 2017 del 700 por ciento. Abogados expertos en migración esperan apalancarse en el fallo otorgado a favor de las trabajadoras sexuales para gestionarles también a personas con otros oficios los papeles que les permitan soñar con un futuro más prometedor del otro lado de la frontera.

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