Los coyotes reinan en San Francisco

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Coyotes Animal Behavior Urban Areas San Francisco (Calif)

They walk along busy San Francisco streets. In Se pasean por las concurridas calles de San Francisco. En las plazas de Chinatown. Por las rutas de los autobuses Muni.

Una vez encontraron a uno durmiendo en una lavandería.

A veces se pueden ver coyotes merodeando por ciudades de todo Estados Unidos, como Chicago y Nueva York. Pero en San Francisco se han hecho omnipresentes, y la tensión entre humanos y coyotes va en aumento.

Algunas personas los adoran, y la manía por los coyotes se ha filtrado en la peculiar cultura de la ciudad. Otros los desprecian y han exigido su erradicación, sobre todo después de que uno se abalanzara sobre unos niños y matara a perros pequeños. Muchos simplemente se preguntan de dónde han salido.

En San Francisco viven decenas de coyotes, con pequeñas manadas que controlan territorios específicos como familias mafiosas. En el parque Golden Gate viven dos clanes, y parece que la avenida 19 es su línea divisoria. Otros coyotes reclaman parques, cañones, colinas y campos de golf que salpican el paisaje urbano.

Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, dijo que un coyote se había instalado en el patio trasero de su mansión y holgazaneaba en los muebles de su patio. Brock Purdy, mariscal de campo de los 49ers de San Francisco, estaba grabando un anuncio de John Deere en la ciudad el año pasado cuando vio a una mujer paseando con su hijo y su perro, sin saber que un coyote los seguía.

"Grité: '¡Eh, hay un coyote!'", recordó Purdy más tarde en ESPN. "Salió corriendo".

¿Cómo regresaron?

No siempre fue así.

Los coyotes son nativos de California y a principios del siglo XX estaban muy extendidos en San Francisco, pero los residentes locales los consideraban como una parte del Salvaje Oeste que había que eliminar. Desaparecieron tras una campaña patrocinada por el gobierno que animaba a los residentes a envenenarlos o dispararles.

Pasaron más de 75 años antes de que los coyotes reaparecieran en la ciudad a principios de la década de 2000. No está claro cómo ni por qué qué volvieron, pero las muestras de sangre apuntan a una teoría fascinante.

San Francisco está rodeada de agua por tres lados, por lo que cabría suponer que los coyotes regresaron por el cuarto lado, a través de las colinas del sur que recorren la espina dorsal de la península hacia Silicon Valley.

Pero los científicos descubrieron que el ADN de los primeros en llegar no coincidía con el de los coyotes del sur. En lugar de esto, coincidía con el ADN de los coyotes encontrados al norte, más allá del estrecho y la bahía que separan la ciudad del condado de Marin.

"¿Pasaron por el puente Golden Gate?", preguntó Christine Wilkinson, ecóloga de carnívoros de la Universidad de California en Santa Cruz. "Esa es mi teoría principal".

Wilkinson dijo que, cuando los primeros coyotes regresaron a la ciudad, probablemente aullaron para atraer a otros.

"Los coyotes estarán donde quieran estar", dijo Wilkinson.

Hace varios años su número en la ciudad alcanzó el centenar, o unos dos por cada 2,5 kilómetros cuadrados, y se ha mantenido estable desde entonces. La gente empezó a fijarse en ellos con más frecuencia durante la pandemia y, de repente, parecía que los coyotes estaban por todas partes.

Los animales están representados en varios murales de la ciudad. El San Francisco Standard, un sitio local de noticias, incluyó a los coyotes junto a Stephen Curry y Mark Zuckerberg en su nueva lista de personajes poderosos de la ciudad.

Janet Kessler, una defensora autodidacta conocida como "la Dama Coyote", da regularmente charlas sobre los animales ante audiencias repletas en las bibliotecas locales, y está convencida de que la mayoría de los habitantes de San Francisco se sienten asombrados por las criaturas.

"Hablo con mucha gente en los parques", dijo, "y el 95 por ciento se emociona al ver a los coyotes".

Pero la intrusión de los coyotes en la vida urbana ha enfadado a algunos residentes.

El año pasado, en un campamento de verano llevado a cabo cerca de una guarida de coyotes en el parque Golden Gate, un animal mordió en el trasero a una niña de 5 años, obligándola a recibir puntos de sutura. En respuesta, los agentes federales abatieron a tres coyotes de una misma familia.

En otros lugares, algunos vecinos se enfurecieron cuando los campos de atletismo y un parque para perros cerraron temporalmente porque los coyotes merodeaban por ahí.

Sin embargo, la mayor indignación provino de los habitantes de Crissy Field, una popular playa y parque de la bahía, quienes denunciaron hasta 10 veces al día la presencia de un coyote muy agresivo.

A la caza

En una noche inusualmente cálida de octubre, un pequeño grupo de científicos y agentes federales se situó en el extremo norte de San Francisco, esforzándose por encontrar su objetivo.

El puente Golden Gate estaba a su izquierda. Alcatraz a su derecha. Llevando un rifle calibre 22 con silenciador y mirando a través de visores térmicos y prismáticos, los agentes observaron a los mapaches que se alimentaban en la marisma, a los gansos que migraban por la bahía y a las lechuzas que sobrevolaban Crissy Field.

Sin embargo, el objetivo del equipo seguía siendo difícil de alcanzar. Perseguían a un coyote macho, de un año de edad, que se había vuelto demasiado audaz. Había matado al menos a tres perros pequeños y se había abalanzado sobre unos niños en una excursión escolar.

Los cazadores estaban decididos a que aquella noche fuera la última, pero el depredador supremo tenía otros planes.

En general, el problema, dicen los científicos, no son los coyotes de San Francisco. Son los humanos.

Los pescadores dejan cebo en los muelles, y los paseantes que van de picnic dejan restos en los parques. Los recipientes de basura se llenan de desechos que a los coyotes les encantan. Con el tiempo, los coyotes han llegado a asociar a los humanos con la comida.

Otro problema, según los científicos, es que la gente deja sueltos a sus perros pequeños incluso en territorio conocido de coyotes.

Christopher Schell, profesor adjunto y ecólogo urbano que dirige un laboratorio que estudia los carnívoros urbanos en la Universidad de California en Berkeley, dijo que San Francisco estaría mucho peor sin los coyotes.

"Mantienen bajo control al resto del ecosistema", dijo.

Sin ellos, las ratas y las enfermedades que transmiten se dispararían, dijo Schell. También ayudan a controlar la población de gatos callejeros, protegiendo a aves, reptiles e insectos.

Pero la coexistencia puede ser difícil. El Servicio de Control y Cuidado de Animales de San Francisco fue asediado con llamadas sobre los peligrosos encuentros con el problemático animal de Crissy Field.

Ese coyote sigue atormentando a Michelle Sheppard, residente de la ciudad desde hace mucho tiempo y enfermera de la Universidad de California en San Francisco.

A finales de septiembre, paseaba a Poseidón, su cachorro de dos kilos. Lo dejaba suelto en la playa, donde se permite llevar perros sin correa, pero se aseguraba de que estuviera cerca.

"De repente oí un aullido. Me di la vuelta y un coyote lo tenía en el hocico", recuerda.

"Grité como una loca", dijo. "¡Un coyote se llevó a mi perro!".

Corrió tras el coyote y por fin lo alcanzó. Era demasiado tarde. Poseidón murió poco después.

No es culpa del coyote

Aquella noche de octubre, el objetivo de los cazadores era matar al peligroso coyote y luego conservar su cerebro para determinar si había padecido alguna enfermedad que pudiera explicar su agresividad. Matar perros pequeños se consideraba un comportamiento normal de los coyotes, pero cuando este animal se abalanzó sobre los niños, los organismos locales y federales acordaron que había que dispararle.

Tras buscarlo durante dos noches, por fin lo encontraron en sus visores.

Un agente federal alzó su rifle, apuntó al corazón del coyote y disparó. La bala le dio en el pulmón.

El coyote salió corriendo, herido.

El equipo lo buscó durante horas hasta que detectaron calor entre los árboles de un bosque cercano. Por fin había muerto, un año y medio después de haber nacido en un matorral del campo de golf de Presidio.

Phoebe Parker-Shames, ecologista de la fauna salvaje que acompañó a los cazadores las dos noches, dijo que consideraba la matanza un fracaso de la población por no ser buena administradora de la tierra y del gobierno por no educar mejor a la gente sobre la convivencia con los coyotes.

Muchos residentes reaccionan de manera exagerada ante el comportamiento normal de "escoltar", es decir, alejar a los humanos de las madrigueras con cachorros. Los debates se han acalorado en las redes sociales.

Desde la matanza de octubre, los informes sobre interacciones agresivas entre coyotes y perros en Crissy Field han disminuido.

Parker-Shames y otros trabajadores de Presidio se reunieron en la playa para celebrar una misa en memoria del coyote. Ella leyó un poema. Un jardinero cantó una vieja canción country llamada "Coyotes", en la que el estribillo consiste en coyotes aullando. El grupo esparció flores.

Parker-Shames tenía la intención de enviar el cadáver del coyote a un laboratorio para que le hicieran una necropsia, pero la coordinación con el laboratorio se ha retrasado debido a los despidos de trabajadores federales del Servicio de Parques Nacionales por parte del presidente Donald Trump.

El cadáver permanece en una bolsa de plástico en el congelador de un sótano. Un día reciente, ella sacó el cadáver para recoger unos bigotes y un recorte de oreja para la investigación.

"Fue duro para todos nosotros, porque no es culpa del coyote", dijo, secándose las lágrimas.

Volvió a colocar el cadáver en el congelador. "Buenas noches", susurró.

Los coyotes a veces compensan la muerte reproduciéndose más al año siguiente, explicó Parker-Shames.

El mes pasado nacieron siete cachorros nuevos en el campo de golf de Presidio, todos hermanos del coyote asesinado.