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La lucha por unificar el país se produjo mientras los nuevos líderes de Siria trataban de establecer un gobierno operativo.
Los rebeldes que se hicieron con el control de Siria se enfrentaron el miércoles al reto de encontrar un equilibrio entre obtener justicia para las víctimas de las atrocidades cometidas bajo el derrocado régimen de Asad y evitar que el país recién liberado caiga en una venganza sin control.
Aunque los nuevos dirigentes sirios han prometido amnistía para los soldados reclutados que sirvieron bajo el régimen del expresidente Bashar al Asad, el líder de la fuerza rebelde que lo derrocó dejó claro el miércoles que quienes ayudaron a Al Asad a cometer brutalidades o matanzas tendrían que rendir cuentas.
"No perdonaremos a los cómplices de la tortura y el asesinato de detenidos, e iremos tras ellos en nuestro país", dijo el líder de la ofensiva rebelde, Ahmed al Shara, en la aplicación de mensajería Telegram. "Pedimos a las naciones que nos entreguen a cualquiera de esos criminales que haya escapado para someterlo a la justicia".
Al Shara no nombró a ningún país en particular, pero Bashar al Asad llegó a Rusia durante el fin de semana mientras los rebeldes arrasaban Damasco, la capital siria.
Los comentarios de Al Shara se produjeron mientras el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, un grupo de vigilancia con sede en Reino Unido, advirtió de que grupos armados habían llevado a cabo ataques de represalia contra civiles en zonas que antes se consideraban leales al gobierno de Asad. Pero no estaba claro quién estaba llevando a cabo la violencia o dirigiéndola.
Un video difundido en las redes sociales yverificado por The New York Times muestra a combatientes dentro del mausoleo de Hafez al Asad, expresidente sirio y padre de Bashar al Asad, en la ciudad noroccidental de al Qardaha.
Mientras uno de los combatientes pisa la tumba, se oye a otro dando gracias a Dios. "Esto es vengar a mis primos y a sus hijos, quienes fueron asesinados por este criminal, Hafez al Asad, en la década de 1980", dice. "Esta es nuestra venganza". En otro video, se puede ver a los rebeldes prendiendo fuego a partes de la tumba.
El Observatorio informó de que grupos de hombres armados se disponían a perseguir a antiguos comandantes del ejército de Bashar al Asad y que grupos armados vestidos con uniformes militares estaban saqueando propiedades e intimidando a los residentes de la provincia de Latakia, el corazón de la minoría alauita a la que pertenece la familia Asad, lo que hizo temer enfrentamientos sectarios.
Aunque Siria es un país de mayoría musulmana suní, cuenta con importantes comunidades de cristianos y drusos, así como de otros que se adhieren a distintas sectas del islam. Muchas de las principales figuras del régimen derrocado pertenecían a la secta alauita.
El temor a un colapso de la seguridad y a represalias contra los partidarios del régimen de Asad --y los alauitas y musulmanes chiíes en general-- ha llevado a algunos a huir al vecino Líbano.
El grupo rebelde liderado por Al Shara, Hayat Tahrir al Sham, es suní, pero ha prometido trabajar con todos los grupos.
El miércoles por la tarde, un ex soldado del ejército sirio, Abdallah Fahed, de 44 años, arrastraba su pequeña maleta por el paso fronterizo de Masnaa mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Dijo que no se creía las promesas de amnistía y reconciliación de los nuevos dirigentes.
"Se vengarán", dijo Fahed. "Lo que están haciendo detrás de la cámara es coger a soldados del ejército y matarlos. No me siento seguro volviendo".
La lucha por unificar el país se produjo mientras los nuevos líderes de Siria trataban de establecer un gobierno operativo a partir de las ruinas del régimen de Asad.
En una entrevista con el periódico italiano Corriere Della Sera publicada el miércoles, Mohammed al Bashir, recién nombrado primer ministro provisional de Siria, dijo que restaurar "la seguridad y la estabilidad en todas las ciudades sirias" era la primera prioridad de su gobierno.
"La gente está agotada por la injusticia y la tiranía", dijo Al Bashir. "Hay que restablecer la autoridad del Estado para que la gente pueda volver al trabajo y reanudar su vida normal".
Pero la ley y el orden requieren financiación, señaló, algo que, según dijo, el nuevo gobierno no tiene. "Nuestras arcas están vacías", dijo. "Heredamos una administración hinchada y plagada de corrupción".
También dijo que el país solo tenía libras sirias, "que no valen casi nada", y ninguna reserva de divisas. "Así que sí, financieramente, estamos en muy mala situación", dijo.
La rápida caída del gobierno de Asad y el consiguiente vacío de poder han desencadenado nuevos enfrentamientos entre las facciones armadas del país. Los enfrentamientos de los últimos días se han centrado en Manbij, en el norte de Siria, y han enfrentado a las fuerzas respaldadas por Estados Unidos y las respaldadas por Turquía, aliada de la OTAN.
El miércoles, el grupo liderado por los kurdos y apoyado por Estados Unidos dijo que había aceptado un alto el fuego en Manbij mediado por Estados Unidos, algo que las autoridades estadounidenses no han confirmado. El Observatorio Sirio informó de que las fuerzas respaldadas por Turquía habían capturado Manbij el lunes, una afirmación que el grupo con respaldo estadounidense, las Fuerzas Democráticas Sirias, negó.
El secretario de Defensa estadounidense, Lloyd J. Austin III, dijo el miércoles que proteger a los soldados estadounidenses en la zona era su "prioridad número uno". Alrededor de 900 soldados estadounidenses están estacionados en el noreste de Siria, trabajando con la fuerza kurda para luchar contra el Estado Islámico.
Desde la caída de Al Asad, las autoridades estadounidenses han iniciado un impulso diplomático para promover la estabilidad en Siria. El esfuerzo se ha complicado porque Hayat Tahrir al Sham, que lideró la rebelión, está designado como grupo terrorista por Estados Unidos y las Naciones Unidas. El grupo, vinculado en su momento a Al Qaeda, ha sido acusado de violaciones de los derechos humanos en los años que ha gobernado una parte del noroeste de Siria.
El asesor de seguridad nacional del presidente Joe Biden, Jake Sullivan, tiene planeado celebrar reuniones sobre Siria esta semana en Israel, mientras que el secretario de Estado Antony Blinken tiene agendado visitar Turquía y Jordania. Blinken tiene previsto presionar a sus anfitriones para que le ayuden a garantizar una transición hacia un gobierno sirio "responsable y representativo" que respete los derechos de las minorías, dijo el Departamento de Estado.
El departamento también dijo que el nuevo gobierno debe "evitar que Siria sea utilizada como base del terrorismo o suponga una amenaza para sus vecinos, y garantizar que los arsenales de armas químicas sean protegidos y destruidos de forma segura".
El esfuerzo diplomático estadounidense se produce mientras Israel, el aliado más cercano de Estados Unidos en la región, ha lanzado cientos de ataques contra activos militares en Siria, alegando que quiere mantener las armas fuera del alcance de los extremistas.
La máxima responsable de la lucha antiterrorista del Departamento de Estado, Elizabeth Richard, reconoció el miércoles que el gobierno de Biden se había visto sorprendido por el repentino colapso del régimen de Asad. Dijo que Estados Unidos tendría que encontrar la manera de colaborar con el nuevo gobierno de Siria, por muy preocupantes que sean los aspectos de su pasado.
"No podemos esperar a que todo el mundo sea la Madre Teresa para hablar con ellos", dijo Richard, ex embajador estadounidense en Líbano. "Esta situación ilustra hasta qué punto hoy en día necesitamos trabajar en el gris. No se trata de blanco o negro. No se trata de buenos y malos".
Continuó: "Eso no significa que hoy reconozcamos a un grupo terrorista como dueño de Siria. Tienen que pasar muchas cosas antes de que eso ocurra. Sin embargo, creo que nos hemos sentido más cómodos como gobierno trabajando en el gris."
Michael Crowley, Ed Wong, Enjoli Liston y Nader Ibrahim colaboraron con reportería.
Euan Ward es un colaborador del Times desde Beirut. Más de Euan Ward
Michael Levenson cubre noticias de última hora para el Times desde Nueva York. Más de Michael Levenson
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