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Diego Vega Solorza no quiere que la gente lo considere un artista visual. No es escultor, insiste, ni fotógrafo o videógrafo, aunque expondrá ese tipo de obras en una muestra de talentos emergentes en la Art Basel Miami Beach de este año, la megaferia de artes visuales que se celebra de viernes a domingo.
Es coreógrafo y bailarín, y solo eso, y todo lo que crea está al servicio de la danza, dijo Vega Solorza, quien vive en Ciudad de México y es una estrella en su país natal. Esos objetos, que expondrá la galería Llano en la sección Positions de la feria, eran una "respuesta material" a las obras que concibe para el cuerpo humano, dijo.
Pueden incluir elementos de utilería de una obra de teatro ideada por él, como una silla de montar (hecha a medida para dos jinetes enfrentados), el video de una nueva danza o imágenes fijas de bailarines en acción. Pero sea cual sea la forma que adopten, estos objetos funcionan como "una especie de prueba de que la danza existió", dijo Solorza, y mantienen vivas las ideas expresadas durante una representación teatral, incluso después de que el espectáculo ha terminado.
El público no puede llevarse los bailarines a casa, pero sí puede adquirir esas piezas de decorado y vestuario, o imágenes que suscitan un diálogo sobre un tema que él quiere explorar. "Cuando alguien ve a ese objeto y pregunta cuál es el valor de donde viene, entonces empezará a hablar", dijo.
En un mercado como Art Basel, en el que muchas de las ventas de alto nivel giran en torno a pinturas bidimensionales de artistas consagrados, este tipo de obras representa un salto conceptual. Para Llano, producir una presentación en solitario de un bailarín que es prácticamente desconocido fuera de México entraña cierto riesgo.
Pero en México, Vega Solorza, de 34 años, es uno de los coreógrafos más importantes del país, que ha creado danzas y agotado las entradas de los teatros durante la mayor parte de una década de carrera. Es conocido por sus piezas de danza contemporánea, tensas y dramáticas, con pequeños grupos de intérpretes --a veces solo tres o cuatro, y que por lo general lo incluyen a él-- que abordan temas de la experiencia humana, entre ellos, más recientemente, la violencia en sus diversas formas.
Desde hace mucho tiempo, los propietarios de Llano --Mauricio Cadena y Sergio Molina-- son sus seguidores y vieron el potencial de convertir los objetos utilizados en el escenario en mercancías del mundo del arte. Las piezas eran un componente esencial de la coreografía, dijeron durante una entrevista reciente en su galería, y conservaban la energía y el significado del baile cuando se separaban del espectáculo en vivo. Esperan que los coleccionistas de Miami también lo vean así.
Además, señalaron, Vega Solorza ya iba tendiendo puentes con el mundo de las artes visuales por su cuenta. En los últimos años, ha realizado performances en galerías durante exposiciones de los conocidos pintores Ana Segovia y Omar Rodríguez-Graham. Fuera cual fuera la muestra, la danza se relacionaba directamente con la obra, animando sus conceptos a través del movimiento.
"Nos costó convencerlo de que se metiera en el mundo del arte, aunque veíamos presentaciones suyas en estudios de artistas amigos nuestros", dijo Cadena. "Y de verdad podíamos sentir la conexión que la gente del arte estaba teniendo con su obra. Su presencia es increíble".
"Para nosotros es una oportunidad de lanzar internacionalmente a Diego, porque aquí en México ya es como una celebridad", dijo Molina.
Esa firme convicción los ha inspirado para brindar apoyo económico a una nueva obra de danza de Vega Solorza titulada Basoteve, de la que se extraerán objetos para vender a través de su galería, como la silla de montar hecha a medida. La nueva obra de danza aporta información tanto sobre el proceso creativo de Solorza como sobre su biografía personal.
Basoteve es el nombre de un pequeño pueblo (Vega Solorza calcula que tiene 113 habitantes), situado en una zona rural del estado de Sinaloa, donde sus abuelos tienen un rancho y donde dijo que pasaba todos los fines de semana de su infancia.
"Es bastante como primitivo, la gente tomó un pedazo de tierra y creó sus casas de manera muy humilde", dijo.
Pero tenía animales, como cerdos y gallinas, y lo más importante para este nuevo baile, caballos.
"Mi familia era una familia de clase trabajadora, muy arraigada a una manera muy tradicional, con poca información de lo que sucede fuera del mundo, en realidad muy arraigados a su localidad", dijo.
Solorza explicó que los estrictos roles de género eran fundamentales en esas tradiciones e incluían rituales sociales informales, entre ellos un rito de paso para los chicos, de unos 9 a 11 años, que pasaban de la adolescencia a la madurez. Los adultos los colocaban en las monturas de caballos especiales --que solo podían montar los varones-- donde se esperaba que cabalgaran y mostraran su incipiente masculinidad. (Basoteve también es la palabra española para una silla de montar).
"La edad a la que te subías a un caballo variaba mucho en función del tipo de masculinidad, energía y personalidad que pudieran ver en ti", dijo.
Vega Solorza no recuerda su edad exacta cuando le llegó el turno, pero sí que le fue mal.
"La forma en que me movía, frotándome contra la silla, la forma en que arqueaba la espalda, era mucho más hacia una energía femenina", dijo. "La forma en que descubría el objeto era muy, muy femenina".
Sus reacciones se encontraron con lo que Vega Solorza experimentó como una abrumadora desaprobación y señales de vergüenza. Recuerda que "la familia me miraba y decía no puedes comportarte así".
Según Vega Solorza, fue uno de esos momentos en los que los varones homosexuales como él se dieron cuenta de que eran diferentes. "Para mí, hubo una sensación de desplazamiento", dijo.
Mirando atrás, percibió la reacción a su paseo a caballo como una forma sutil de violencia que invalidaba la versión no binaria del género que él encarnaba. Le enseñó que los roles de género eran arbitrarios, asignados por la sociedad en lugar de asumidos de forma natural.
"La masculinidad es algo artificial, totalmente construido", dijo.
Esa experiencia es la raíz de la danza Basoteve, una pieza de una hora de duración producida en un estudio y grabada en video durante las últimas semanas. La obra comienza con un prólogo de 15 minutos en el que aparece una bailarina solista cuyo personaje representa la violencia. La bailarina está cubierta de sangre, de una forma exagerada que imita la violencia caricaturesca de las películas de terror.
La obra continúa con dos bailarines, vestidos con trajes que se hinchan para exagerar sus músculos, quienes interactúan físicamente. Gran parte del movimiento tiene lugar sobre una silla de montar, que parecen ser dos sillas unidas y enfrentadas. El objeto, de cuero negro, obliga a los cuerpos de los bailarines a acercarse el uno al otro. La obra evoluciona hacia una exploración de la sexualidad que roza lo homoerótico.
Por ahora, la danza solo existe como video, aunque hay planes para presentarla en directo en un teatro de Ciudad de México en febrero. La actuación coincidirá con una exposición más amplia en la galería de Llano, situada en Doctores, un barrio en rápido proceso de gentrificación cerca del centro de la ciudad (y sede de la Arena México, famosa por albergar combates de lucha libre).
La galería ocupa un espacio sencillo y rectangular en la primera planta de una fábrica textil de los años 20 que ha sido renovada en un hervidero de espacios para empresas creativas y rebautizada como Laguna. Llano planea poner a la venta más piezas, incluidos los trajes hinchables, mientras intenta situar a Vega Solorza firmemente en el entorno de las artes visuales.
Hay precedentes de que el mundo de las artes visuales y el de la danza contemporánea se solapan, señaló Molina, de Llano, y eso incluye las históricas colaboraciones entre la coreógrafa Martha Graham y el escultor Isamu Noguchi a mediados del siglo XX. Ella inventaba los movimientos y él diseñaba los decorados.
La conexión parece ser tendencia en estos momentos, con Edges of Ailey, una exposición sobre el coreógrafo Alvin Ailey, en el Museo Whitney de Arte Americano de Manhattan, hasta el 9 de febrero, y la muestra Ceremonies Out of the Air, centrada en el creador de danza Ralph Lemon, en el MoMA PS1 de Queens, hasta el 24 de marzo.
Queda por ver si esto se traduce en el mercado del arte comercial en Art Basel. Llano es una galería joven --abrió en noviembre de 2020, una época tensa-- y ésta será solo su segunda vez en Miami Beach. Todavía está construyendo su reputación global, y mostrar a un artista inesperado como Vega Solorza es parte de su estrategia de crecimiento, tanto si los compradores responden con compras como si no.
"Cuando nos aceptaron en Basel por segunda vez, fuimos con la filosofía de 'no pensemos en el mercado y pensemos en el programa y en lo que quedaría en la mente de la gente'", dijo Molina.