MoviesWicked (Movie)Chu, Jon M (1979- )Erivo, CynthiaGrande, Ariana
Cynthia Erivo es el mayor atractivo de esta película excesivamente larga, que es la primera entrega de una adaptación en dos partes del espectáculo de Broadway.
Con sus monos voladores y sus zapatos mágicos, la historia del Mago de Oz lleva más de un siglo en el imaginario popular. Al fin y al cabo, se trata de un mito estadounidense arquetípico: una epopeya del bien y el mal, la comodidad (y la melancolía) del hogar, la atracción (y la libertad) del camino, los peligros del poder y el anhelo de transformación. La película de 1939 con Judy Garland, en particular, está tan arraigada en el ADN cinematográfico estadounidense que ha inspirado a todo el mundo, desde Martin Scorsese a David Lynch, pasando por Spike Lee y John Waters, quien una vez llamó (¡con acierto!) a la bruja mala "el sueño de notoriedad y estilo de todo niño y niña malos".
Me pregunto qué pensará Waters de Wicked y de su heroína, Elphaba, de tonos verdes y profundamente sincera, una máquina de hacer memes interpretada por Cynthia Erivo en una actuación que se convierte en todo un espectáculo. Tanto el personaje como la actriz son los mayores atractivos de esta película de gran despliegue, en gran medida divertida, de tono discordante y desmesuradamente larga, que es la primera entrega de una adaptación en dos partes del espectáculo de Broadway Wicked. Este coloso se estrenó en el Gershwin Theater en 2003 y no da señales de que (alguna vez) vaya a cerrar; es de suponer que seguirá recaudando cuando se estrene Wicked Part Two en noviembre de 2025.
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Al igual que el musical de teatro --Stephen Schwartz escribió la música y la letra, mientras que Winnie Holzman escribió el libreto--, la película se centra en Elphaba y Glinda, diminutivo de Galinda (Ariana Grande, ferozmente alegre), brujas de la encantada Tierra de Oz. Escrita por Holzman y Dana Fox, comienza justo después de que Elphaba, también conocida como la Bruja Mala del Oeste, sea declarada muerta. (A Dorothy no se la ve por ningún lado). Glinda, también conocida como Glinda la Buena, llega flotando para cantar la pegadiza "No One Mourns the Wicked" y, a continuación, rememora el pasado para relatar su historia y la de Elphaba, centrándose en su estancia en la Universidad de Shiz, un campus poblado por un elenco trabajador y presidido por un castillo con torreones frente al mar al estilo Disney.
Wicked está basada en la novela Wicked: Memorias de una bruja mala, publicada en 1995 por Gregory Maguire, y la gran sorpresa de cada obra es que Elphaba no es tan mala como su reputación. La suya es una saga clásica de malentendidos adaptada a la sensibilidad contemporánea, una crónica de alienación y pertenencia, deseo incipiente y moralina autoritaria que, en la pantalla, comienza en Munchkinland cuando su padre era el gobernador, su madre una mujer infiel y Elphaba el resultado inconveniente. En algún momento, su madre muere, como ocurre en los cuentos de hadas, y Elphaba se convierte en una niña sobria y con gafas del color de los espárragos frescos de granja (Karis Musongole) y, en poco tiempo, en una melancólica seria y con mucho talento.
El director Jon M. Chu abre Wicked a lo grande y solo va a más, a veces hasta la saciedad. Sus créditos incluyen Crazy Rich Asians y el musical In the Heights, pero Wicked es un animal de otra especie y está repleta de enormes escenarios, una decena de números musicales y muchas partes móviles que generaciones de fans conocen íntimamente. Desde el principio, Chu imprime a Wicked un ritmo acelerado, lo amplifica con un trabajo de cámara inquieto y en picado y lo sobrecarga con un exceso de todo, con cuerpos en incesante movimiento y utilería llamativa. Hay mucho que admirar, como las gafas de Elphaba con su espiral de conchas marinas o sus preciosos pliegues al estilo Issey Miyake, pero el acelerado maximalismo de Chu no deja mucho espacio para saborearlo.
La película se calma un poco cuando Elphaba y Glinda empiezan a congeniar (se ven obligadas a compartir habitación) y su hostilidad inicial empieza a disolverse tan rápido como una bruja mojada por el agua. Glinda no lo pone nada fácil: es una variación del cliché de la rubia tonta que pone a prueba los nervios. Grande se mete de lleno en el papel, sacando la comicidad de la vacuidad y el amor propio de Glinda, pero Glinda no tiene el humor ingenioso o las líneas afiladas suficientes para dar la vuelta al estereotipo de la forma en que se da la vuelta en, por ejemplo, Los caballeros las prefieren rubias y Legalmente rubia. En lugar de eso, Chu y Grande se apoyan en la superficialidad de Glinda, en su forma de mover el cabello hacia un lado y en su ostentación de persona en busca de atención, poniendo en evidencia la vanidad del personaje incluso cuando la cámara babea ante sus baúles rebosantes de delicias.
A pesar de sus baches, la película es siempre divertida, simplemente porque es El Mago de Oz y es divertido ver a personajes coloridos y disparatados cantando, bailando y, a veces, volando por los aires (sin traje de superhéroe). A medida que avanza la historia, surge una subtrama en la que intervienen los animales parlantes de Oz --Peter Dinklage pone voz a Dillamond, un profesor que también es una cabra--, Elphaba da un paso adelante heroicamente y Wicked se vuelve más sutil, delicada y conmovedora. Erivo y Grande trabajan muy bien juntas desde el principio, su química solo se vuelve más persuasiva a medida que la comedia da paso a temas más pesados y una historia sobre dos mujeres mordaces y cortantes se profundiza en una historia de amor, respeto mutuo y amistad femenina. Dorothy tenía al Espantapájaros, al Hombre de Hojalata y al León Cobarde; Elphaba y Glinda se tienen la una a la otra.
La interpretación de Erivo es crucial tanto para transmitir esta transformación como para el efecto general de la película. Rechazada por su padre y escarnecida por los demás, Elphaba lucha con su diferencia desde la infancia, una situación existencial que la aísla y la encierra en una metafórica burbuja verde. Erivo lo hace palpable desde el principio con un aire de cautela y un físico apaciguado, a veces casi retraído, que hace un contraste llamativo con su voz, rica en expresividad y acogedoramente cálida, que abre una ventana a su ser interior. Al principio, cuando corre por un campo durante "The Wizard and I", el escenario recuerda a Julie Andrews corriendo por La novicia rebelde, mientras que el dolor en la voz de Elphaba evoca a la Dorothy de Judy Garland en su momento más melancólico y solitario.
Aunque cuida de su hermana, Nessarose (Marissa Bode), Elphaba despierta emocionalmente en Shiz, donde sus dones mágicos son alentados por una instructora (Michelle Yeoh como Madame Morrible), y ella y Glinda se vuelven íntimas, por separado, con un príncipe no especialmente encantador, Fiyero (Jonathan Bailey). La escuela es también el lugar donde la humanidad de Elphaba es finalmente reconocida por sus compañeros cuando, en lo que pretende ser una de las escenas más emotivas de la película, Glinda le tiende la mano ante unos fiesteros que, momentos antes, parecían más bien una turba. Calculada para elevar el ánimo al máximo, pretende ser una conmovedora visión de empatía fraternal; es el momento (de pensamiento) más mágico de la película. Los espectadores menos caritativos pueden incomodarse al ver el despliegue de generosidad de Glinda, y también pueden preguntarse si no se trata más que de interés propio performativo.
Una de las alegrías duraderas de El mago de Oz de 1939, que es una película tan perfecta como cualquier otra del viejo Hollywood, es su mezcla de sencillez narrativa y brillantez cinematográfica no forzada. Como la mayoría de las producciones de los grandes estudios, también está inundada de un mar de rostros blancos que, en la película, solo se ve interrumpido por la cacareante y burlona gloria verde que es la malvada bruja del Oeste interpretada por Margaret Hamilton. Su rostro sirve como marcador de su diferencia, una distinción que puede haber asustado a innumerables niños, pero que también emocionó a otros, como al joven John Waters. Con el tiempo, Oz generó otras historias, entre las que destaca The Wiz, un musical de elenco totalmente negro adaptado a la pantalla, donde fue dirigido por Sidney Lumet con Diana Ross como Dorothy y Michael Jackson como el Espantapájaros.
Esta Wicked no aborda directamente el tema de la raza, dejando al espectador la decisión de implicarse o no en él. En su crítica de 2003 en el Times de la producción original de Broadway, Ben Brantley escribió que el musical "lleva su corazón político como si fuera un broche con eslogan". Eso sigue siendo cierto. Dado que la película termina donde lo hace el primer acto del espectáculo, es imposible saber --bueno, para quien no haya visto el musical-- cómo se desarrollará la subtrama sobre los animales en peligro de Oz, qué será de los deseos de Elphaba de ayudar a su causa y si esta visión de un mundo multirracial y multiétnico sobre el arco iris seguirá intacta dentro de un año. Hay mucho en juego y el futuro no parece brillante, pero espero que Elphaba y Glinda perseveren.
WickedCalificación: se recomienda orientación de los padres por caos mágico leve. Duración: 2 horas y 40 minutos. En cines.