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"Esta es mi última cumbre del G20", dijo el mandatario el lunes en la cumbre del Grupo de los 20 en Brasil. Los líderes mundiales parecían estar dispuestos a seguir adelante sin él.
Reunidos en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, los líderes mundiales discutían planes para hacer frente a la pobreza y la guerra cuando el presidente Biden reconoció lo obvio: era muy probable que fuera la última vez que asistía a una reunión de élite como ésta.
"Esta es mi última cumbre del G20", dijo Biden el lunes. "Hemos progresado juntos, pero los exhorto a seguir adelante, y estoy seguro de que lo harán, independientemente de que yo los inste o no".
Biden parecía tener razón: los presidentes y primeros ministros que se habían reunido en Brasil para mantener conversaciones el lunes y el martes en la cumbre del Grupo de los 20 estaban dispuestos a seguir adelante sin él.
En algunos casos, literalmente.
Horas después, mientras los líderes se reunían bajo el telón de fondo del Pan de Azúcar de Río para conmemorar la cumbre, Biden charlaba con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, cerca de una palmera.
Otros líderes sonreían y saludaban a las cámaras para la habitual "foto de familia". Cuando Biden se acercó a una plataforma para la fotografía, los líderes ya se estaban marchando.
El presidente no estuvo en el retrato de grupo.
La cumbre final de la presidencia de Biden fue una de sus últimas oportunidades para defender su visión del mundo, incluso cuando muchos líderes mundiales centran su atención en el gobierno entrante del presidente electo Donald Trump.
Biden se había mostrado a la vez nostálgico y reflexivo con aliados y rivales, al tiempo que se mantenía unos pasos por detrás de sus homólogos en sus últimos días bajo los reflectores mundiales.
El error de la fotografía, que los funcionarios de la Casa Blanca atribuyeron a problemas logísticos, no fue la primera vez que Biden llegó tarde.
Durante la primera etapa de su gira por América Latina, en una reunión económica Asia-Pacífico celebrada en Lima, Biden dejó esperando durante cinco incómodos minutos a otros líderes que se habían reunido en un escenario. Los que ya estaban allí no dejaban de mirar a su alrededor para ver si el presidente estadounidense iba a reunirse con ellos.
Cuando se instaló en su sitio, en una esquina trasera, entre los líderes de Tailandia y Vietnam, Biden parecía disfrutar del momento.
Miró lentamente a un lado y a otro antes de intercambiar un juguetón encogimiento de hombros con el primer ministro de Malasia.
Fue Xi Jinping, presidente de China y uno de los principales rivales mundiales de Biden, quien ocupó la posición de delante y en el centro del escenario junto a la anfitriona de la cumbre, la presidenta de Perú, Dina Boluarte. (La colocación de los líderes invitados se hizo por orden alfabético de países).
Uno de los momentos de mayor tensión del viaje de Biden fue la reunión que mantuvo el sábado con Xi en el hotel donde se alojaba el dirigente chino.
También fue el único momento de ambas cumbres en el que el presidente, que tiene un historial de errores verbales y ha evitado en gran medida las entrevistas, respondió a alguna pregunta. A la pregunta de cómo colaboraría con China para hacer frente a Corea del Norte, Biden se limitó a decir: "pacíficamente".
Cuando un periodista gritó preguntas sobre Trump, Biden le dio la espalda y entró con Xi en su reunión.
Cuando se sentaron frente a frente, Biden y Xi compartieron un momento de ligereza.
"¿Puedes ponerte el auricular?", dijo Xi a su homólogo. "Tenemos interpretación simultánea".
"Aprendí chino", bromeó Biden, y añadió: "Ojalá fuera cierto".
A continuación, prosiguieron su conversación sobre asuntos de gran importancia, como Taiwán y el disputado mar de China meridional, así como la creciente competencia económica entre las dos superpotencias.
Pero también hicieron una pausa para rememorar.
Cuando terminó la reunión, dejaron a un lado sus notas, según declaró posteriormente a los periodistas Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Estados Unidos.
Luego reflexionaron, dijo Sullivan, sobre "el hecho de que se conocen desde hace mucho tiempo, que han trabajado juntos estrechamente, que obviamente no siempre han estado de acuerdo, pero que siempre han sido francos el uno con el otro".
Biden parecía más relajado un día después, el domingo, cuando aterrizó en Manaos, en la Amazonia brasileña, bajo un sol abrasador, vestido con pantalones de mezclilla, camisa azul marino y gafas de aviador.
Tras subir al helicóptero presidencial Marine One, sobrevoló el río Negro y las turbias aguas marrones del río Amazonas.
Acompañado por su hija Ashley y su nieta Natalie, Biden fue recibido con una ceremonia indígena tradicional. Tres líderes indígenas sostenían maracas llenas de semillas autóctonas de la selva tropical y las agitaban al ritmo de un canto ancestral.
A continuación, Biden realizó una breve exploración por la selva, caminando sobre hormigueros, antes de pronunciar un discurso sobre la importancia de combatir el cambio climático.
"Es cierto que algunos pueden intentar negar o retrasar la revolución de la energía limpia que está en marcha en Estados Unidos", dijo Biden. "Pero nadie --nadie-- puede hacer que retroceda. Nadie".
De vuelta a Río el martes, los líderes mundiales se reunieron para otra foto de grupo, esta vez asegurándose de que Biden saliera en la foto.
A la pregunta de por qué los líderes no habían esperado a Biden la primera vez, Paulo Pimenta, ministro de Comunicaciones de Brasil, dijo que los brasileños daban prioridad a la puntualidad.
"Cuando es la hora, es la hora", dijo Pimenta el martes.
Biden participó el martes en una reunión más sobre el cambio climático, en la que suplicó a los líderes que se tomaran en serio la crisis.
"La historia nos observa", dijo Biden, quien el miércoles cumple 82 años. "Les pido que mantengamos la fe y sigamos adelante".
"Tengo mucho más que decir", dijo, antes de recapacitar. "No voy a hacerlo".
Ana Ionova colaboró con la reportería desde Manaos, Brasil.
Zolan Kanno-Youngs es corresponsal de la Casa Blanca y cubre al Presidente Biden y su gobierno. Más de Zolan Kanno-Youngs
Ana Ionova colaboró con la reportería desde Manaos, Brasil.