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"Algunos piensan que lo he perdonado", dijo de su exmarido ante el tribunal, "yo nunca lo perdonaré. Las cosas que me hizo son imperdonables".
Durante más de 10 semanas, Gisèle Pelicot ha permanecido sentada en un juzgado de Aviñón, Francia, escuchando en silencio las explicaciones de 50 hombres, entre ellos su ahora exmarido, acusados de haberla violado, agredido sexualmente o intentado violarla mientras se encontraba en estado de inconsciencia, tras haber sido drogada por su esposo.
Ha oído a la mayoría decir que no eran culpables: que fueron a su casa atraídos por su marido, creyendo que iban a hacer un trío que ella había consentido. Ha oído a algunos decir que fueron atrapados, como fichas en un tablero de damas. También ha oído a algunos decir que creían que él los había drogado también.
Gisèle Pelicot permaneció en el juzgado mientras se proyectaban sombríos videos que su marido grabó de esos encuentros, en los que aparecían los hombres, que estaban sentados en bancas cercanas, tocando su cuerpo inerte y practicando actos sexuales, con su esposo de fondo incitándoles, a menudo con palabras vulgares. (Gisèle Pelicot se divorció de él justo antes de que comenzara el juicio).
El martes, un día antes de que comenzaran los alegatos finales, tuvo la oportunidad de dirigirse al tribunal por última vez.
Pequeña y firme de pie ante el micrófono, dijo que estaba cansada.
"Me resulta difícil escuchar que es básicamente banal haber violado a Madame Pelicot", dijo refiriéndose a sí misma. "Este es un juicio de cobardía".
El juicio contra 51 hombres --uno huyó y está siendo juzgado en ausencia-- ha conmocionado profundamente al país desde que comenzó en septiembre. Dominique Pelicot se ha declarado culpable de haber mezclado somníferos con la comida y bebida de su esposa durante casi una década, y después invitar a extraños que conoció principalmente por internet a que acudieran a la casa que habían alquilado para su jubilación en el sur de Francia para unirse a él y violarla.
Los acusados son hombres que representan la clase media y trabajadora: comerciantes, bomberos, camioneros, un periodista y un enfermero. Sus edades oscilan entre los 26 y los 74 años. La mayoría vive cerca de Mazan, la ciudad a la que los Pelicot se retiraron en 2013. Muchos están casados o tienen pareja. La mayoría tiene hijos. El tribunal ha escuchado a sus esposas, sus padres, sus amigos y sus hijos, quienes en su mayoría han dicho que son personas maravillosas y amables.
Alrededor de 15 de ellos, incluido Pelicot, se han declarado culpables. Dominique Pelicot ha insistido repetidamente en que los demás eran perfectamente conscientes de lo que estaba ocurriendo.
Gisèle Pelicot ha declarado ante el tribunal que la pareja se conoció cuando eran adolescentes y que vivieron juntos y felices durante 50 años. Ella no tenía ni idea de que él la había estado drogando, aunque sufría síntomas aterradores que incluían desmayos prolongados. Había visitado a muchos médicos, temiendo que tuviera un tumor cerebral o la enfermedad de Alzheimer.
Los abogados que abarrotaron el tribunal junto a sus clientes interrogaron a Gisèle Pelicot por última vez el martes y pusieron a prueba sus teorías de defensa.
Uno de ellos señaló que ella había estado bajo el control de su marido, dirigida y engañada durante al menos una década. Entonces, ¿cómo no podía pensar que era posible que él hubiera engañado y controlado a esos hombres?
"Me drogó", dijo Pelicot, de 71 años. "No me manipulaba a diario. ¿Cree que me habría quedado con un hombre que me manipuló durante 50 años?".
Otro abogado dijo que Gisèle Pelicot parecía sentir más simpatía por su exmarido que por los demás acusados. Postuló que seguía bajo el control de su esposo.
"Ese es su análisis", dijo Gisèle Pelicot con calma. Y añadió: "Toda mi vida he sido una persona muy positiva. Conservaré conmigo lo mejor de este hombre".
Pelicot dijo que había estado tratando su rabia y su pena en sesiones con un psiquiatra, así como dando largos paseos, hablando con sus amigos y comiendo chocolate.
Su exmarido siempre la había llevado en coche a sus citas médicas en busca de la causa de sus problemas de salud que, en última instancia, él estaba provocando. Gisèle Pelicot había descrito esos viajes como apoyo. Un abogado señaló que era otra forma de control y manipulación, con el objetivo de que no se descubriera su secreto.
"Podía ser las dos cosas a la vez", respondió. "Siempre me lo tomé como un acto de amabilidad. También podría haber sido una forma de asegurarse de que no descubrieran los hechos".
Gisèle Pelicot reconoció que su exmarido era el "director de orquesta" y que no solo su familia había quedado destrozada por las consecuencias, sino también las de los otros 50 acusados. Pero si bien es posible que los manipularan para llevarlos a la casa, una vez que los hombres estuvieron en el dormitorio y vieron su estado, deberían haberse marchado y haber llamado a la policía, dijo.
"Siento rabia contra quienes están detrás de mí, a quienes ni por un momento se les ocurrió denunciarlo", dijo. "Ni uno solo lo denunció. Plantea verdaderas interrogantes".
Desde que tomó la rara decisión de abrir el juicio al público, Gisèle Pelicot se ha convertido en una heroína feminista. Mientras que sus hijos y nietos se habían avergonzado de su nombre al principio del juicio, Pelicot dijo que creía que ahora estaban orgullosos.
"Hoy soy conocida en todo el mundo, me guste o no", dijo. "La gente recordará a Madame Pelicot, y no tanto a Monsieur Pelicot".
En cuanto a su exmarido, "algunos piensan que le he perdonado", dijo, "yo nunca lo perdonaré. Las cosas que me hizo son imperdonables".
Catherine Porter es reportera internacional del Times y cubre Francia. Está radicada en París. Más de Catherine Porter