Malasia ve una oportunidad en la posible guerra comercial entre China y EE. UU.

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Con Donald Trump prometiendo aranceles, Malasia espera que un acuerdo con Singapur para una mayor integración económica refuerce su papel como alternativa a China.

Durante su primer mandato como presidente, cuando Donald Trump inició una guerra arancelaria para enfrentar a Estados Unidos con China, Malasia apostó por ambos bandos. La nación del sudeste asiático cortejó agresivamente a las empresas estadounidenses y chinas con exenciones fiscales y otras delicias.

La estrategia funcionó. Malasia, una pieza clave en la búsqueda de influencia de China a través de su poderío económico, ha atraído inversiones multimillonarias de empresas como Texas Instruments y Lam Research, de Estados Unidos, y Alibaba y Geely, de China.

Con Trump de nuevo en la Casa Blanca, y amenazando con perturbar de nuevo el comercio mundial, Malasia espera poder aprovechar ese enfoque con un plan para convertir su extremo sur en un centro para empresas multinacionales que buscan un refugio seguro.

Ello implica un acuerdo económico con su vecino Singapur, históricamente más competidor que socio en varias ocasiones. Los funcionarios singapurenses también aceptan la cooperación. Los negociadores están ultimando los detalles de una zona económica especial malaya en la que las empresas recibirán incentivos económicos para construir fábricas.

Se trata de dar a las empresas multinacionales con sede en Singapur, ciudad-estado insular situada en la frontera sur de Malasia, el espacio y los trabajadores que necesitan para ampliar sus operaciones. La construcción y la inversión en nuevas instalaciones comenzaron este año y los primeros ministros de Malasia y Singapur firmarán un pacto final cuando se reúnan en un retiro anual los días 8 y 9 de diciembre.

El momento es oportuno: las empresas estadounidenses han puesto en marcha planes para reducir sus vínculos con China en los días transcurridos desde que Trump fue reelegido, mientras que las empresas chinas han estado entablando contactos con funcionarios malasios.

A algunos inversores les sigue preocupando hacer negocios en Malasia, donde un escándalo de corrupción hizo caer al gobierno y costó a un banco de Wall Street, Goldman Sachs, 3900 millones de dólares para saldar cargos por su papel en la saga. La estabilidad política es otra preocupación: el primer ministro Anwar Ibrahim es el quinto dirigente del país en seis años.

Pero un flujo constante de inversiones de empresas chinas y estadounidenses ha convertido a Malasia en uno de los focos para centros de datos de más rápido crecimiento, esos enormes edificios que alimentan los sistemas de inteligencia artificial. Y el país es uno de los mayores exportadores de semiconductores, los minúsculos chips que se incorporan a todo, incluidos automóviles, computadoras y ecógrafos.

Con el presidente electo Trump amenazando con imponer aranceles del 60 por ciento a los productos chinos, la nueva zona económica especial podría ofrecer otra alternativa a las empresas mundiales que empiezan a reducir su producción en China y buscan costas más seguras.

Forma parte de un esfuerzo más amplio para atraer inversiones de China y Estados Unidos, dos de los principales socios comerciales de Malasia, al tiempo que se beneficia de la guerra comercial entre ambos que ha perturbado las cadenas de suministro mundiales.

"Si se produce un cambio hacia lo que llamamos proteccionismo, habrá más espacio para que países neutrales como Malasia y Singapur aprovechemos plenamente nuestra ventaja natural", dijo Lee Ting Han, funcionario malasio del estado de Johor, donde se está desarrollando la zona económica especial.

Si hay alguna lección que aprender del primer mandato de Trump, dijo Lee, es que cumplirá su promesa de aumentar los aranceles a China tras su toma de posesión en enero. Las empresas chinas que buscan otras ubicaciones para sus fábricas ya han expresado su preocupación por la posibilidad de enfrentarse a aranceles estadounidenses si se trasladan de China y empiezan a exportar desde Malasia, dijo.

Lee señalo que le dice a las empresas que sus riesgos de evitar los aranceles estadounidenses se verán mitigados si cumplen los requisitos de los acuerdos de libre comercio de los que Malasia forma parte.

Pero cuando se trata de la promesa de Trump de imponer aranceles universales de hasta el 20 por ciento a todos los productos extranjeros, ese es un problema que Malasia quizá no pueda atenuar.

Hasta ahora, Malasia ha conseguido miles de millones de dólares de empresas estadounidenses, como Nvidia, Microsoft y Google, para construir en la zona económica. También ha cortejado a empresas chinas como ByteDance, propietaria de TikTok.

Las autoridades han prometido al público malasio que el acuerdo creará más de 100.000 puestos de trabajo. El ministro de Estado de Comercio e Industria de Singapur, Alvin Tan, declaró al Parlamento en octubre que la zona económica especial "permite a ambas partes aprovechar los puntos fuertes complementarios de cada una para competir mejor juntas por las inversiones mundiales".

Desde la pandemia de COVID-19, cada vez más empresas globales han trasladado sus sedes asiáticas a Singapur, lo que ha elevado el costo de todo, desde la comida hasta el alquiler. Muchas de ellas quieren expandirse pero no pueden permitírselo dentro de Singapur. La proximidad de Malasia, su suelo y recursos baratos y su moneda más débil la hacen atractiva.

Por ahora, la mayoría de las inversiones en la zona económica especial han sido en centros de datos, que no suelen emplear a mucha gente y requieren enormes cantidades de electricidad y agua para su refrigeración.

Un día de septiembre, en las obras de construcción de Bridge Data Centers, unos trabajadores sudasiáticos con chalecos y cascos eran transportados en camionetas al trabajo desde sus dormitorios de metal corrugado. Su empleador era China State Construction Engineering, una empresa estatal china. ByteDance será el inquilino principal de las instalaciones.

A 15 minutos en coche, otra obra polvorienta parecía fuera de lugar rodeada de palmeras. Es el emplazamiento de un gran centro de datos de Nvidia que forma parte de una asociación de 4300 millones de dólares con YTL Power International, filial energética de uno de los mayores conglomerados de Malasia. Los trabajadores que se adentraban con camiones pesados en una plantación de palmeras utilizaban una carretera diferente, más resistente para que pudiera soportar el peso.

Muchos de los objetivos de la zona económica especial se centran en mejorar el flujo de personas en la frontera entre Singapur y Johor, para que las empresas y los trabajadores de Singapur tengan una opción más barata para vivir y operar.

Cada día, cientos de miles de trabajadores en motocicleta se agolpan durante horas para cruzar la frontera de Malasia a Singapur. Es uno de los cruces más transitados del mundo. La nueva zona económica especial lo hará más fácil, con códigos QR que sustituirán a los pasaportes. Está previsto que en 2027 empiece a funcionar un enlace ferroviario de alta velocidad de 2 mil millones de dólares.

Malasia tiene la intención de ampliar la zona comercial para incluir inversiones en otros sectores, como la industria manufacturera, la sanidad y la logística. El dinero que ha entrado ya está ayudando a levantar la economía a corto plazo, dijo Euben Paracuelles, economista jefe para la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) del banco japonés Nomura. Según sus cálculos, las promesas realizadas por las empresas tecnológicas estadounidenses solo el año pasado representan el 5,5% del producto interior bruto de Malasia.

Los aranceles globales impuestos por el nuevo gobierno de Trump podrían dificultar las cosas a Malasia. Pero algunos vecinos de Malasia son más vulnerables a los ataques de Trump debido a la naturaleza de las inversiones extranjeras que han acogido.

"Se podría argumentar que países como Vietnam corren el riesgo de que se les apliquen aranceles similares a los de China, porque está claro que solo canalizan las exportaciones chinas hacia Estados Unidos", dijo Paracuelles.

Malasia, en cambio, ha atraído grandes inversiones para proyectos a largo plazo tanto de Estados Unidos como de China.

"En el caso de Malasia, como son empresas tanto estadounidenses como chinas las que están invirtiendo, eso podría hacer que Trump se mostrara más cauto", dijo Paracuelles.

Al igual que sus homólogos de todo el mundo, los funcionarios malasios están empezando a digerir la reelección de Trump. Algunos han empezado a hacer flotar otra idea: que Malasia se diversifique más allá de China y Estados Unidos.

"El mundo puede entrar en una situación en la que haya una cadena de suministro estadounidense y otra china", dijo Chin Tong Liew, viceministro de Inversión, Comercio e Industria de Malasia. "Entonces, el resto estará en el aire. Habrá un término medio, y cuanto más resistente sea nuestra cadena de suministro, mejor".

Alexandra Stevenson es la jefa del buró de Shanghái de El Times, reporta sobre la economía y sociedad chinas. Más de Alexandra Stevenson

Un proyecto de centro de datos en Johor, Malasia, que Nvidia está construyendo con la filial de energía de uno de los mayores conglomerados de Malasia. (Amrita Chandradas/The New York Times)

Trabajadores de la construcción cerca del centro de datos que Nvidia está construyendo en Johor. (Amrita Chandradas/The New York Times)

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