Los republicanos llevan más de una década haciendo sonar las alarmas sobre los límites de su partido, abrumadoramente blanco. Para seguir siendo competitivos para la Casa Blanca, advirtieron los estrategas, tendrían que atraer al redil a más votantes afros, latinos y de otras razas.
El martes, Donald Trump demostró cómo hacerlo.
Su victoria sobre la vicepresidenta Kamala Harris fue decisiva, amplia y dependió de los votantes de las principales circunscripciones demócratas. Los resultados mostraron que Trump continuó su dominio entre los votantes blancos de clase trabajadora que impulsaron su ascenso político. Pero también logró modestos avances en los suburbios y las ciudades, y entre los votantes negros, y avances aún más significativos entre los latinos.
La actuación de Trump no transformó de repente al Partido Republicano en la alianza multirracial de votantes de clase trabajadora que algunos estrategas dicen que es necesaria para sobrevivir en un país que cambia rápidamente. Pero lo empujó en esa dirección.
En un momento en que la nación está fuertemente dividida —sobre todo entre ricos y pobres, y entre los que tienen y los que no tienen título universitario—, incluso los cambios graduales bastaron para que Trump volviera al poder y se encaminara a ganar el voto popular. Los estrategas conservadores que han presionado al partido para que amplíe su atractivo señalaron los cambios como prueba de concepto. Los demócratas, que han confiado durante mucho tiempo en el apoyo de los votantes de las minorías, agonizaron ante las tendencias.
“Las pérdidas entre los latinos son poco menos que catastróficas para el partido”, dijo el representante Ritchie Torres, un demócrata afrolatino cuyo distrito del Bronx es mayoritariamente hispano. A Torres le preocupaba que los demócratas estuviesen cada vez más enfocados en “una extrema izquierda educada en la universidad que corre el peligro de hacernos perder el contacto con los votantes de la clase trabajadora”.
Hubo pruebas del avance de Trump en todo el país. En la comunidad del condado Fayette, en Pensilvania, con una población mayoritariamente obrera y a las afueras de Pittsburgh, Trump obtuvo casi el 70% de los votos, ampliando sus márgenes en unos cinco puntos porcentuales desde 2020.
A nivel nacional, los condados de mayoría hispana se inclinaron en promedio hacia Trump en 10 puntos porcentuales. Eso incluyó el condado Yuma, Arizona, de mayoría latina a lo largo de la frontera sur con México, donde Trump va camino a ganar por casi 30 puntos porcentuales.
Los avances de Trump entre los votantes negros fueron menos significativos, pero aún así notables, en comunidades más pequeñas de Georgia. Los condados Hancock, Talbot y Jefferson, todos ellos de mayoría negra y con no más de 15.000 habitantes, se decantaron por Trump. La campaña de Trump celebró una victoria en el condado Baldwin, Georgia, donde el 42 por ciento de la población es negra. Los republicanos no habían ganado en este condado desde hacía décadas.
Según sondeos a boca de urna y los resultados no oficiales, los votantes asiático-estadounidenses, quienes constituyen el electorado con derecho a voto de más rápido crecimiento del país, también parecen haberse alejado de los demócratas.
“La fuerza con la que Trump llegó a la tradicional coalición demócrata de votantes de color fue asombrosa”, dijo Daniel HoSang, profesor de Yale que ha escrito sobre el auge de las actitudes políticas de derechas entre los grupos minoritarios.
La derrota de Harris no se explica totalmente por el apoyo de estos votantes a Trump. Tras meses de escaso entusiasmo electoral, hubo indicios de que muchos demócratas simplemente no se presentaron en bastiones clave del partido.
En el condado Wayne, Míchigan, que incluye Detroit, los resultados no oficiales mostraron que Harris había obtenido un 6 por ciento menos de votos que el presidente Biden hace cuatro años.
Y la participación disminuyó unos 6 puntos porcentuales en el condado Filadelfia, Pensilvania, según los resultados no oficiales. El total de votos de Harris disminuyó, mientras que el de Trump aumentó.
Pero el denominador común entre quienes se inclinaron por Trump pareció ser la identidad de clase trabajadora, independientemente del barrio. Trump pareció obtener unos resultados ligeramente mejores en algunas zonas suburbanas, sobre todo en las que contaban con un gran número de votantes sin titulación universitaria.
“La gente tiene una visión demasiado simplista de los suburbios”, dijo Patrick Ruffini, encuestador republicano que se ha centrado en el atractivo de su partido para los votantes negros y latinos.
No todos los suburbios están llenos de moderados blancos de ingresos altos que se resisten a Trump, sugirió. Añadió que esas zonas también albergan a muchos inmigrantes de primera y segunda generación a quienes molesta la inmigración ilegal.
Los votantes de la clase trabajadora se alineaban antes con los demócratas, mientras que el Partido Republicano atendía a los intereses de aquellos con ingresos altos y a las empresas.
Trump hizo hincapié en cambiar sus políticas para dirigirse a estos nuevos votantes republicanos, aunque no estaba claro cómo encajarían estas nuevas propuestas con los objetivos tradicionales del partido de reducir los impuestos a las empresas y a los ricos, y recortar la red de seguridad social.
Propuso eliminar el impuesto sobre las propinas, pero, como presidente, intentó facilitar que los empresarios se embolsaran las propinas de sus trabajadores. Dijo en campaña que aumentaría el número de deducciones fiscales, lo que socavaría directamente una disposición central de su ley fiscal de 2017. Prometió aumentar los puestos de trabajo en el sector manufacturero en todo el país, a pesar de que la industria recortó casi 200.000 posiciones durante sus cuatro años de mandato.
Sin embargo, muchos votantes de clase trabajadora dijeron que Trump era la mejor opción para ayudar a sus bolsillos.
Daniel Quiñones, de 44 años, agente inmobiliario que también dirige una perrera en Allentown, Pensilvania, dijo que había votado por los demócratas la mayor parte de su vida. Este año, votó por Trump porque ahora considera que el partido “complace a la gente: sonríe, besa bebés, te miente en tu cara”.
“Llegan al cargo y, literalmente, no hacen nada por ti”, dijo sobre los demócratas.
El expresidente y su compañero de fórmula, el senador JD Vance, de Ohio, evitaron los esfuerzos tradicionales para llegar a los votantes de las minorías. La campaña cerró los “centros comunitarios” que el Partido Republicano había creado para entablar relaciones en las comunidades negra, latina y asiático-estadounidense. En su lugar, la campaña de Trump se centró en poner al candidato en las redes sociales de la gente, recurriendo a conductores de pódcasts, influyentes y artistas de hip-hop para difundir su mensaje.
El efecto fue que el expresidente, que a menudo hablaba de forma ampulosa y contundente, evitó en gran medida las conversaciones sobre la raza y, cuando lo hizo, a menudo provocó críticas. Hablando ante la Asociación Nacional de Periodistas Negros en julio, Trump cuestionó la raza de Harris y se refirió a sí mismo como “el mejor presidente para la población negra desde Abraham Lincoln”.
Con más frecuencia, Trump invitó a los votantes latinos y negros a participar en su campaña de “nosotros contra ellos”, oponiéndolos a las élites, a los liberales desubicados y a los inmigrantes indocumentados que, según él, se llevaban “los empleos de las personas negras” y “destruían totalmente a nuestra población hispana”.
Utilizó cuestiones culturales como la cirugía de reafirmación de género para los presos y la participación de mujeres transgénero en los deportes —cuestiones que afectan a relativamente poca gente— como metáforas generales de una ideología de izquierda desbocada.
En un momento dado, el mes pasado, cerca de un tercio del presupuesto televisivo de la campaña de Trump se dedicó a un anuncio que jugaba con los prejuicios antitrans. La campaña emitió un anuncio similar en español y otro dirigido a los votantes negros.
“Kamala está con ellos”, decía el narrador al final del anuncio. “El presidente Trump está con nosotros”.
A muchos votantes latinos no les desanimaron las políticas de inmigración de línea dura de Trump. Las encuestas mostraron que alrededor de un tercio de los votantes latinos apoyaban sus políticas de deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados.
“Los votantes querían fronteras responsables y una economía que funcionara para ellos”, dijo John Ashbrook, asesor del comité independiente Preserve America, un comité independiente de campaña republicano que gastó más de 115 millones de dólares en los estados cruciales en la contienda presidencial.
Ashbrook dijo que su grupo había descubierto que sus anuncios contra la inmigración inclinaban sistemáticamente hacia Trump a los votantes latinos y masculinos persuadibles. Los votantes latinos buscaban más seguridad económica y barrios más seguros “como todo el mundo”, dijo.
El resultado estaba muy lejos del infame informe de la “autopsia” del partido tras la derrota de Mitt Romney en 2012, que instaba a los republicanos a adoptar políticas de inmigración más compasivas y vías a la ciudadanía para determinados indocumentados que ya se encontraban en el país.
En cambio, dijo HoSang, la fórmula ganadora se acercaba mucho más a lo que Steve Bannon, ex estratega jefe de Trump en la Casa Blanca, ha llamado “nacionalismo inclusivo”.
“Todos los tonos más agresivos de la campaña de Trump en torno al género, la inmigración y la delincuencia parecieron ampliar eficazmente la base del movimiento MAGA”, dijo HoSang. “Los resultados cuestionan los fundamentos del liberalismo racial dominante desde el movimiento por los derechos civiles”.
Amy Qin colaboró reportando desde Las Vegas.
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