Tras la arrolladora victoria electoral de Donald Trump, el mundo se prepara para otros cuatro años de imprevisibilidad y proteccionismo bajo el lema de America First -”Estados Unidos primero”- que podrían reajustar las reglas básicas de la economía mundial, dar poder a los autócratas y borrar la garantía de protección estadounidense a los socios democráticos.
A pesar de la ausencia de un debate sustancial sobre política exterior en la campaña, Trump ha hecho varias declaraciones que, de convertirse en realidad, transformarían la relación de Estados Unidos tanto con sus aliados como con sus adversarios. Ha prometido poner fin a la guerra en Ucrania en 24 horas, una promesa que muchos asumen que implica la retirada de la ayuda estadounidense a Ucrania, lo que beneficiaría a Rusia.
En términos más generales, Trump ha dejado clara su intención de hacer que el país más poderoso del mundo sea más aislacionista, más combativo con los aranceles, más abiertamente hostil a los inmigrantes, más exigente con sus socios en materia de seguridad y menos involucrado con desafíos globales como el cambio climático.
Muchos creen que las repercusiones podrían ser mayores que las de cualquier acontecimiento que se haya visto desde el inicio de la Guerra Fría.
“Esto acelera la ya profunda tendencia de un Estados Unidos que mira hacia dentro”, dijo James Curran, profesor de historia moderna en la Universidad de Sidney. “Los aliados van a tener que mantener en pie el sistema multilateral mientras aún exista; deben mantener la esperanza de que Estados Unidos vuelva a involucrarse”.
A estas alturas, tras presenciar su primer mandato, el mundo sabe que la única certeza con Trump es la incertidumbre. A menudo ha dicho que mantener al mundo en vilo es su política exterior ideal.
Mientras se contaban los votos, algunos funcionarios de todo el mundo respondieron con mensajes públicos de calma, subrayando que era probable que no cambiarían elementos de sus relaciones con Estados Unidos.
Antonio Tajani, ministro de Asuntos Exteriores de Italia, dijo a Sky News que creía que Trump sentía “una simpatía natural por Italia”. Dijo estar “convencido de que trabajaremos bien con la nueva administración del magnate”.
En México, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo el miércoles que habría una “buena relación” con Estados Unidos, a pesar de las recientes amenazas de Trump de imponer aranceles descomunales a su país. “No hay ningún motivo de preocupación”, dijo. “México siempre sale adelante”.
En Kenia, Ndindi Nyoro, legislador de la coalición gobernante del presidente William Ruto, afirmó que pensaba que las políticas económicas de Trump serían mejores para los países africanos, muchos de los cuales luchan contra una inflación creciente y una deuda aplastante.
“Las políticas republicanas siempre han sido mejores para África y el sur global”, escribió Nyoro en Facebook.
India también ha observado la contienda estadounidense con interés y poca preocupación, confiando en que, por ser la nación más poblada del mundo y la quinta economía mundial, seguiría siendo cortejada como un contrapeso a China.
Preparándose para volver a la diplomacia transaccional
Los extremos de las propuestas de campaña de Trump -desde aranceles altísimos contra los productos extranjeros hasta deportaciones masivas y una férrea resistencia a las guerras y alianzas consideradas demasiado complicadas o costosas--están generando tensión en muchas naciones.
China, con su propia economía estancada, se enfrenta a la probabilidad de aranceles mucho más amplios y elevados que los ya aplicados durante el primer mandato de Trump y que continuaron con el presidente Joe Biden.
Shi Yinhong, profesor de Relaciones internacionales de la Universidad Renmin de Beijing, dijo que una segunda presidencia de Trump traería una “inevitable disminución de la confianza y el respeto mundiales hacia Estados Unidos”.
Pocos de los vecinos de China, recelosos de Beijing, ven motivos de celebración en la victoria de Trump.
Corea del Sur y Japón esperan que se les presione para que paguen más por la presencia de soldados estadounidenses en sus países. Trump se ha comprometido a hacer que Corea del Sur pague 10.000 millones de dólares anuales. Actualmente, Corea del Sur paga algo más de 1000 millones de dólares.
Vietnam, cuyo desequilibrio comercial con Estados Unidos se ha incrementado a medida que los fabricantes se trasladan desde China para evitar los aranceles, podría enfrentar aranceles de represalia como los que Trump ha amenazado con imponer a México.
Temor a un mundo menos seguro
Algunos diplomáticos de Asia han dicho que, con Trump en el poder, también esperan que China intensifique la presión sobre Taiwán, o incluso que invada la isla autónoma que reclama como territorio. En su opinión, China podría pensar que Trump no iría a la guerra por una democracia a la que ha acusado de “robar” a Estados Unidos la industria de los microchips.
Los habitantes de la isla, donde Trump fue bien visto durante su primer mandato, están cada vez menos seguros de que se pueda confiar en él.
“Con Donald Trump, hay mucha incertidumbre”, dijo Lev Nachman, politólogo de la Universidad Nacional de Taiwán, en Taipei. “Y la incertidumbre conlleva grandes riesgos para Taiwán”.
Para Ucrania, en particular, el retorno de Trump acarrea una niebla de peligro adicional. Su afirmación de que podrá mediar para poner fin a la guerra inmediatamente, además de sus cálidas relaciones con el presidente Vladimir Putin de Rusia, han avivado la preocupación de que pueda obligar a los ucranianos a aceptar un mal acuerdo poniendo fin al apoyo militar estadounidense.
En Rusia hubo indicios de alegría por la victoria de Trump, aunque el Kremlin se abstuvo de felicitarlo de inmediato. Uno de los principales subalternos de Putin, Dmitri Medvédev, afirmó este miércoles que Trump era preferible debido a su fría perspicacia empresarial.
A Trump, dijo Medvédev, "no le gusta gastar dinero en diversos parásitos", en alusión al presidente de Ucrania.
Ansiedad e inquietud entre los socios demócratas
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, dijo la semana pasada que comprende “todos los riesgos” de una victoria de Trump. Sin embargo, este miércoles escribió en X que apreciaba “el compromiso del presidente Trump con el enfoque de ‘paz a través de la fuerza’ en los asuntos mundiales”.
Sin embargo, muchos de los partidarios de Ucrania en la región están “lamentablemente poco preparados para un regreso de Trump”, dijo Georgina Wright, experta en política europea del Institut Montaigne de París. Analistas y funcionarios del continente prevén una guerra comercial, una mayor factura para la OTAN y la ayuda militar de Washington, una propagación del populismo antidemocrático alentado por Trump y un mayor riesgo de que Rusia amplíe sus ambiciones territoriales.
Trump ha dado a entender que no acataría el artículo de la OTAN que exige la defensa colectiva y que mantuvo a Europa mayormente pacífica y democrática durante décadas. En un momento de su campaña electoral, dijo que "alentaría" a Rusia a "hacer lo que les diera la gana" a los países que no hubieran pagado lo suficiente a la alianza.
Mientras felicitaban públicamente a Trump, el presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz, se reunieron este miércoles por la mañana para debatir la estrategia europea frente a un presidente transaccional cuyo país no solo es un aliado estratégico en materia de seguridad, sino que sigue siendo el mayor socio comercial de Europa. “Trabajaremos por una Europa más unida, más fuerte y más soberana en este nuevo contexto”, dijo Macron en X.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, quien ha reprimido la disidencia para crear una democracia etnocéntrica y antiliberal en su país, felicitó a Trump por “su enorme triunfo”, que calificó de “¡Una victoria muy necesaria para el mundo!”.
En muchas capitales asiáticas, africanas y europeas era fácil encontrar desesperación ante semejantes socios. En las naciones que se apoyaron en Estados Unidos para derrotar al fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, aún existe un sentimiento de conmoción por el hecho de que los votantes estadounidenses hayan elegido a un delincuente que ha promovido amenazas de violencia contra los periodistas y que ha dicho que utilizaría los tribunales y el ejército contra los enemigos internos.
“No veo un gran futuro para las democracias europeas, si no hay un Estados Unidos democrático fuerte como roca en la que apoyarse”, dijo Nicole Bacharan, politóloga en París.
Frank Mugisha, destacado activista ugandés de los derechos de las personas homosexuales, afirmó: “Me preocupa que Trump haga menos por proteger los derechos humanos de los LGBTQ y que, cuando nos ataquen, mire hacia otro lado”.
Mugisha es uno de los peticionarios que han apelado ante la Corte Suprema ugandesa la draconiana ley antigay que el presidente Yoweri Museveni aprobó el año pasado.
Para algunos, un cambio bienvenido
Sin embargo, en algunos países, el enfoque cargado de testosterona de Trump ha generado cierta esperanza. En Medio Oriente, Estados Unidos ha sido considerado en gran medida ineficaz; incapaz de poner fin al ciclo de conflictos o incluso de forjar un alto al fuego estable. Para algunos, Trump representa la posibilidad de un nuevo camino hacia adelante.
Muchos en la región lo ven como firmemente proisraelí, pero también como un negociador.
La extrema derecha israelí celebraba una victoria de Trump incluso antes de que terminara la votación, pensando que se le podría convencer de ponerse del lado del primer ministro Benjamín Netanyahu en cualquier intento de poner fin a las guerras en Gaza y contra los aliados de Irán en la región. Cuando la victoria de Trump parecía inevitable a primera hora del miércoles, Itamar Ben-Gvir, el ultranacionalista ministro de Seguridad Nacional, publicó un festivo Yesssss en redes sociales.
Los palestinos condenaron el apoyo de EEUU a las guerras, expresando una mezcla de temor y sueños por lo que una nueva gestión podría traer. Hamas, en un comunicado, dijo: “Los palestinos esperan el cese inmediato de la agresión contra nuestro pueblo”.
En Líbano y entre algunos de sus vecinos árabes, un segundo mandato de Trump parecía ser recibido con cautela.
“Está loco, pero al menos es fuerte”, dijo Anthony Samrani, redactor jefe del diario libanés L’Orient-Le Jour, resumiendo lo que, afirmó, era la manera predominante de ver a Trump en Medio Oriente.
Sin embargo, la repercusión más amplia y quizá más inmediata de la victoria de Trump en el mundo podría estar relacionada con la inmigración.
Trump ha prometido que entre sus primeras medidas en el cargo estarían las deportaciones masivas de millones de inmigrantes que se encuentran indocumentados en Estados Unidos. A los críticos les preocupa que, en cuestión de semanas, eso se traduzca en la llegada diaria de aviones cargados de repatriados no solo a México, sino también a India, El Salvador y Filipinas.
En Cox’s Bazar, una franja de Bangladés con campos de refugiados para más de un millón de musulmanes rohingyá que huyeron de su Myanmar natal al otro lado de la frontera, los refugiados estaban preocupados por la antipatía de Trump hacia la inmigración, y por lo que podría significar para todos.
Yusuf Abdulrahman, un refugiado rohingyá de 26 años, dijo que el sentimiento nativista de Trump le recordaba a los gobernantes militares de Myanmar.
“A Trump le gusta conseguir popularidad poniendo a la gente unos en contra de otros”, dijo. “Él dice: ‘ustedes, esa gente’, y eso crea odio”.
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