MAGNOLIA, Wisconsin -- Graceann Toberman se levantó de la cama a las 3:50 de la madrugada del martes, cuando el cielo sobre su granja de 48 hectáreas en el sur de Wisconsin todavía estaba negro como la tinta, los animales dormían al aire libre y el único sonido que se escuchaba era la bandera estadounidense que ondeaba con el viento. Su lista de tareas pendientes la llamaba.
Alimentar al ganado.
Alimentar a los pollos.
Revisar la valla eléctrica para asegurarse de que el maldito ciervo no la hubiera vuelto a derribar.
Y al terminar esas tareas, correr al ayuntamiento de Magnolia y administrar las elecciones presidenciales.
Toberman, de 61 años, es una de los más de 1800 secretarios municipales de Wisconsin, que tiene más funcionarios electorales locales que ningún otro estado. Durante los últimos 21 años, si había boletas electorales que contar, votantes que inscribir o elecciones que celebrar en Magnolia, una comunidad agrícola rural de 734 habitantes, Toberman, quien fue elegida para el cargo apartidista, ha sido la mujer al mando.
"Creo que tenemos todos listo", dijo, vestida con pantalones vaqueros y botas de goma, mientras sacaba bloques de pienso de su gallinero poco antes de las 5 de la mañana, una de sus últimas tareas antes de cambiarse de ropa y conducir a la ciudad. "Intento no andar a las prisas".
Si las elecciones presidenciales de 2024 han estado cargadas de acusaciones de fraude electoral, votos ilegales o estafadores que rellenan urnas, el escenario rockwelliano de Magnolia es un antídoto.
En la ordenada cocina de Toberman, ella lleva un cuidadoso registro de las elecciones del martes, anotando el número de votantes registrados en Magnolia (466), los votos enviados por correo (58) y las personas que acudieron a votar anticipadamente este año (39).
La votación anticipada tuvo lugar en la granja de Toberman, en la carretera B del condado, donde la rutina de Toberman es sencilla: verificar el documento de identidad con fotografía del elector, darle una papeleta y un sobre, para luego desplazarse al otro extremo de la cocina a fin de darle un poco de privacidad en su mesa.
El domingo registró a su último votante anticipado. En la misa de esa mañana, Toberman le dijo a Karen Kopp, hija de Eileen Kopp, residente en Magnolia de 95 años, que todavía no era demasiado tarde para que su madre votara en persona. Pasa por la casa más tarde, le dijo Toberman, incluso le comentó que su madre podía votar desde su auto en la entrada de su casa, ya que utilizaba una andadera.
Aquella tarde, Toberman estaba asomada a la ventana de su granja a la hora convenida cuando se detuvo un Buick negro.
"Aquí viene mi votante", dijo Toberman, saliendo a toda prisa con una papeleta y un sobre.
Eileen Kopp rellenó su boleta electoral desde el coche, la devolvió y se marchó.
De vuelta a la cocina, Toberman registró el voto en su computadora portátil. "Eso irá a la caja fuerte", afirmó. "Y se abrirá el día de las elecciones".
Solo una persona se ha acercado a Toberman preocupada por la seguridad de las elecciones. Le explicó cómo se recogen y almacenan los votos y que es casi imposible corromper el sistema. La persona quedó satisfecha con su explicación.
"Llevo haciendo esto bastantes años", explicó Toberman. "Me conocen".
En las semanas previas al día de las elecciones, llenó sus días de preparativos.
Con su marido, Kurt, se aseguró de que se cosechara el maíz y se destetara a los terneros, de modo que su agenda quedara libre para las tareas electorales. En la antigua escuela de dos aulas que ahora es el ayuntamiento de Magnolia, donde se vota el día de las elecciones, Toberman colgó varias cortinas nuevas, que ella misma había dobladillado, en las casillas para votar.
Le molesta que se hable de fraude electoral.
"Siempre me siento mal cuando la gente dice que esto es falso o que no puede ser real", dijo. "Hay tantos pesos y contrapesos".
El día de las elecciones, Toberman entró en el estacionamiento de grava situado detrás del ayuntamiento, donde una lluvia reciente había dejado charcos de barro por todas partes. Entró y colocó tapetes para que el suelo permaneciera limpio. Cuando llegaron sus inspectores electorales, encontraron distintivos rojos, blancos y azules con sus nombres sobre una mesa.
"Graceann es una perfeccionista", reconoció Kathy Earleywine, de 68 años, una de las funcionarias electorales. "Todo el mundo confía en ella".
Las papeletas de voto por correo que ya habían sido enviadas a la granja estaban en una caja de seguridad portátil negra que Toberman utilizó para transportarlas al ayuntamiento; una precaución, señaló, que evitaría que las papeletas volaran por todas partes, inseguras por un momento, en caso de que tuviera un accidente automovilístico de camino allí.
Supone que conoce al 90 por ciento de las personas que entran por la puerta el día de las elecciones, pero aun así tienen que decir su nombre y mostrar un documento de identidad con fotografía antes de recibir una papeleta. Después de votar dentro de una casilla, los electores introducen su papeleta en la máquina mientras varios funcionarios de casilla observan en la sala.
Minutos antes de que abrieran las urnas a las 7 de la mañana, Toberman echó un vistazo al reloj de pared. Los votantes ya hacían fila afuera, ansiosos por votar.
"Ah, esto es tan emocionante", dijo Linda Reilly, la inspectora jefe.
"Cierto", dijo Toberman, asintiendo ante todos mientras el reloj marcaba las 7. "Podemos empezar".
Graceann Toberman, a la derecha, secretaria municipal de la ciudad de Magnolia, Wisconsin, revisa los detalles con otros funcionarios electorales antes de abrir la casilla el día de las elecciones, el martes 5 de noviembre de 2024. (Todd Heisler/The New York Times)
Graceann Toberman transporta bloques de pienso en su gallinero, el martes 5 de noviembre de 2024 por la mañana. (Todd Heisler/The New York Times)