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El domingo por la mañana, durante la visita del rey Felipe VI y el presidente Pedro Sánchez a Paiporta, epicentro de la tragedia, manifestantes enfurecidos gritaron y arrojaron lodo.
Llegaron en autobús, en tractor o a pie. Vadearon el barro con la esperanza de ayudar a limpiar los barrios arrasados por las aguas que han causado la muerte de al menos 214 personas.
Durante el fin de semana, miles de ciudadanos españoles se dirigieron a Valencia, devastada por las inundaciones después de que la peor catástrofe natural de la historia reciente del país dejara al país conmocionado por las imágenes de coches volcados y casas de ladrillo destrozadas por las furiosas aguas.
La devastación se ha convertido en un tema político candente y ha puesto de manifiesto los temores sobre los efectos del cambio climático. El domingo por la mañana, mientras el rey Felipe VI caminaba entre una multitud en Paiporta, localidad valenciana donde murieron más de 60 personas, manifestantes enfurecidos gritaron y arrojaron lodo.
"¡Asesinos!", gritaba la multitud, según imágenes de video compartidas en las noticias españolas.
El rey Felipe estaba con el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, así como con Carlos Mazón, presidente regional de Valencia, a quien muchos residentes culpan de haber enviado alertas oficiales solo cuando las inundaciones ya habían alcanzado niveles peligrosos.
Muchos habitantes de Paiporta, epicentro de la destrucción, siguen esperando suministros básicos de los servicios de emergencia, y noticias de sus seres queridos desaparecidos.
El domingo, el dolor, el miedo y la rabia estallaron en frustración por el hecho de que se utilizaran recursos para un recorrido oficial, mientras los trabajadores de emergencia seguían trabajando a toda velocidad para intentar encontrar sobrevivientes.
"¡Nos habéis abandonado!", gritaron algunos manifestantes a los funcionarios, mientras los hombres que flanqueaban al rey abrían paraguas negros para protegerlo del lodo. "¡Fuera de aquí!".
Pero a pesar de la ira contra los funcionarios españoles, para muchos la respuesta más inmediata e importante fue echar una mano.
Mientras los militares, la policía y los agentes de la guardia civil buscaban sobrevivientes y retiraban escombros, los civiles se unieron al esfuerzo en lo que pudieron, decididos a ayudar a Valencia y a las regiones circundantes a reconstruir, y a ayudar a sus ciudadanos a recuperarse.
El sábado, un desfile de tractores llegó a la zona urbana de Valencia, provincia situada en la costa oriental de España, conducidos por agricultores de toda la región que habían venido a ayudar a limpiar los escombros. "El campo vuelve a mostrar su solidaridad", dijo la asociación agraria de Valencia en las redes sociales.
Con las principales carreteras de la provincia de Valencia cerradas a los vehículos, muchos decidieron caminar, llevando escobas, rastrillos y cubos, según imágenes emitidas por las cadenas españolas. Un mar de gente cruzó el puente de Paiporta, donde el lodo seguía obstruyendo las calles tras el desbordamiento de un río.
En la Valencia urbana, el célebre club de fútbol de la ciudad ofreció el estadio de Mestalla como centro de emergencia donde los ciudadanos podían depositar bolsas de comida, ropa y botellas de agua. Funcionarios municipales y voluntarios crearon también un banco de alimentos, que sirve comida junto a la entrada principal del estadio.
"La imagen de Mestalla lleno de gente que se reúne, llega para donar productos y aplaude cada vez que sale un camión lleno de alimentos y productos de primera necesidad, será inolvidable", dijo Javier Solís, director corporativo del club.
Junto a jugadores estrella como José Gayà y Jaume Doménech, aficionados y voluntarios clasificaron y empaquetaron alimentos destinados a los barrios devastados. Candela Reig Moril, estudiante de ingeniería industrial que vive en el centro de Valencia, ayudó a coordinar a los universitarios que querían ayudar, y acabó trabajando con cientos de personas que querían hacer algo por su ciudad.
"Muchos de ellos vienen llorando por esta enorme e inesperada catástrofe", dijo Reig Moril, de 21 años. "Los niños pequeños han venido incluso a entregar sus juguetes. Es muy conmovedor ver a todo el mundo tan solidario".
Los voluntarios han utilizado las redes sociales o los foros de internet creados en respuesta a la catástrofe para saber cómo pueden ayudar. Han ofrecido camas para las familias desplazadas o refugio para las mascotas, y han ofrecido voluntariamente sus habilidades profesionales, desde la gestión logística hasta la cocina.
Claudia Orts García, auxiliar de enfermería, utilizó un foro de internet para recoger alimentos, medicamentos y productos de higiene femenina. El domingo, ella y su pareja planificaron conducir desde Dénia, ciudad portuaria al sur de la ciudad de Valencia, hasta las zonas más afectadas, donde entregarán los suministros donados. Algunos amigos que también querían ayudar han pedido acompañarla. Orts García dijo que también ofrecerá asistencia médica cuando sea posible.
"Echaremos una mano en todo lo que sea necesario", dijo.
En medio de la prisa por ayudar a los necesitados, también hubo una oleada de críticas dirigidas al gobierno español. Algunas zonas de Valencia quedaron sofocadas por la lluvia que generalmente cae un año en solo ocho horas, y algunos dijeron que las advertencias del gobierno llegaron demasiado tarde. Otras víctimas dijeron que los equipos de rescate y la policía tardaron demasiado en responder a la catástrofe. El sábado seguían desaparecidas decenas de personas.
Para Toni Zamorano, quien quedó atrapado en el techo de su coche durante horas mientras llovía, los voluntarios se han convertido en un salvavidas. En la ciudad de Sedaví, las casas y los negocios quedaron completamente inundados. Zamorano dijo que lo había perdido todo.
Si no fuera por los voluntarios que trabajan de sol a sol, no tendría ropa, comida ni agua, dijo. Los voluntarios no solo le han proporcionado lo básico, sino que también le han devuelto la fe en la humanidad, señaló.
"Siento que la humanidad todavía es capaz de olvidar sus diferencias, aquí da igual la raza y da igual todo", dijo. "Esta solidaridad te hace sentir grande, después cierras los ojos al dormir, recuerdas todo lo que has visto y entiendes la magnitud tan grande de esta tragedia".
Lynsey Chutel es una reportera del Times afincada en Londres que cubre noticias de última hora en África, Medio Oriente y Europa. Más de Lynsey Chutel
Amelia Nierenberg es reportera de noticias de última hora para The New York Times en Londres y cubre noticias internacionales. Más de Amelia Nierenberg