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Una y otra vez, los cuervos atacaron a Lisa Joyce mientras corría gritando por una calle de Vancouver.
Se lanzaron en picado, aterrizaron sobre su cabeza y volvieron a despegar ocho veces, según el recuento de Joyce. Habiendo cientos de personas reunidas al aire libre para ver los fuegos artificiales aquella noche de julio, Joyce se preguntó por qué la habían elegido a ella.
"No soy miedosa, no me suelen poner nerviosa los animales salvajes", dijo Joyce, cuyos encuentros con cuervos se hicieron tan frecuentes el verano pasado que cambió su trayecto al trabajo para evitar a las aves.
"Pero era algo incesante", dijo, "y aterrador".
Joyce no es la única que teme la ira de los cuervos. CrowTrax, un sitio web creado hace ocho años por Jim O'Leary, residente de Vancouver, ha recibido desde entonces más de 8000 denuncias de ataques de cuervos en la arbolada ciudad, donde los cuervos son relativamente abundantes. Y tales encuentros se extienden mucho más allá del noroeste del Pacífico.
Un residente de Los Ángeles, Neil Dave, describió el ataque de cuervos a su casa, golpeando con sus picos la puerta de cristal hasta el punto de temer que se hiciera añicos. Jim Ru, un artista de Brunswick, Maine, dijo que los cuervos destrozaban los limpiaparabrisas de decenas de vehículos en el estacionamiento de su complejo de departamentos para personas mayores. Nada parecía disuadirlos.
Conocidos por su inteligencia, los cuervos pueden imitar el habla humana, utilizar herramientas y reunirse para lo que parecen ser ritos funerarios cuando un miembro de su grupo muere o es asesinado. Pueden identificar y recordar caras, incluso entre grandes multitudes.
También guardan rencor con tenacidad. Cuando una grupo de cuervos señala a una persona como peligrosa, su ira puede ser alarmante y transmitirse más allá de la vida de un cuervo individual, hasta una decena de años, creando rencores multigeneracionales.
Los ataques de cuervos agraviados pueden convertirse en material de películas de terror, con vidas que parecen transformarse en la pesadilla hitchcockiana de Los pájaros.
Gene Carter, informático de Seattle, fue perseguido por cuervos que merodearon junto a sus ventanas durante casi un año.
"Los cuervos me miraban fijamente en la cocina", dijo en una entrevista. "Si me levantaba y me movía por la casa, encontraban cualquier lugar donde posarse y me gritaban. Si salía hacia el coche, se tiraban en picada hacia mí. Se acercaban a centímetros de mi cabeza".
Carter sabe exactamente qué desencadenó los ataques. Un día, en el jardín de su casa, vio que unos cuervos invadían un nido de petirrojos y lanzó un rastrillo al aire.
Pero nunca imaginó que la venganza de los cuervos duraría tanto. La pandilla aprendió a identificar el autobús que él tomaba para volver a casa del trabajo, dijo Carter. "Me esperaban en la parada del autobús todos los días", dijo. "Mi casa estaba a tres o cuatro manzanas y se tiraban en picada contra mí durante todo el camino a casa".
El acoso solo cesó cuando Carter se mudó.
Los expertos afirman que la mayoría de los ataques de cuervos se producen en primavera y a principios de verano, cuando los padres protectores vigilan a sus crías y defienden sus nidos de posibles intrusos. Pero en otros casos, el motivo de un ataque no está tan claro.
Cuando los cuervos la acecharon en julio, Joyce se enteró en un grupo local de Facebook que otras mujeres de su barrio también estaban siendo atacadas, y que todas tenían el pelo largo y rubio.
"Me pregunté si habría alguna relación", dijo Joyce. "¿Tenían algún problema con una persona rubia?".
El ogro y el vicepresidente
El mes pasado, en una mañana gris de domingo, un hombre con una máscara de ogro atravesó lentamente el campus de la Universidad de Washington en Seattle. Se cruzó con futuros estudiantes y sus padres, quienes interrumpieron su visita a la universidad para mirar boquiabiertos a esta persona que acechaba las instalaciones con aspecto de actor de una película de Halloween de bajo presupuesto.
El personaje bajo la máscara era John Marzluff, un profesor que ha dedicado su carrera a estudiar la interacción entre humanos y cuervos. Marzluff ha desarrollado una gran estima por la inteligencia de estas aves. Describe a los cuervos como "monos voladores", tanto por su aptitud como por su gran cerebro en relación con su tamaño.
¿Cuánto tiempo guardan rencor los cuervos? Marzluff cree haber respondido a la pregunta: unos 17 años.
Su cálculo se basa en un experimento que inició en 2006 en el campus de Washington. Marzluff capturó siete cuervos norteamericanos con una red mientras llevaba puesta esa máscara de ogro. Las aves fueron liberadas poco después, pero, según Marzluff, el episodio traumatizó a los cuervos y a otros miembros de su grupo que lo presenciaron.
Para comprobar cuánto tiempo guardaban rencor las aves del campus, Marzluff o sus ayudantes de investigación se ponían periódicamente la máscara de ogro y paseaban por el campus, registrando cuántos cuervos soltaban graznidos agresivos, un sonido que los expertos denominan "regaño". El número de cuervos regañones fue en aumento a los siete años del experimento, cuando aproximadamente la mitad de los cuervos que encontró graznaban ruidosamente.
Durante la década siguiente, según los datos que Marzluff ha recopilado pero que aún no ha publicado, el número de cuervos rencorosos disminuyó gradualmente.
Durante su paseo de septiembre, Marzluff anotó en su cuaderno que se había encontrado con 16 cuervos. Y por primera vez desde que empezó el experimento, todos lo ignoraron.
Christian Blum, científico cognitivo especializado en comportamiento animal de la Universidad de Viena, realizó un experimento similar de varios años inspirado en parte en el trabajo de Marzluff, utilizando cuervos comunes o grandes, que son primos de los cuervos norteamericanos en la familia de los córvidos.
"También son tremendos rencorosos", dijo Blum sobre los cuervos comunes.
En el estudio, que se llevó a cabo de 2011 a 2015, Blum y sus colegas se pusieron una máscara y llevaron un cuervo común muerto ante una pajarera llena de cuervos vivos. Luego se pusieron una máscara distinta, de control, y pasaron sin el cuervo muerto.
Al igual que en el experimento de Marzluff, los cuervos comunes regañaron a la máscara "peligrosa" --incluso sin ningún cuervo muerto presente-- con mucha mayor frecuencia que al control. Y la regañina duró lo que duró el experimento, lo que sugiere que el rencor de los cuervos comunes también era muy duradero.
"Si realmente los haces enojar, pueden guardar rencor durante mucho tiempo", dijo Blum.
El experimento de Marzluff en el campus de Washington también tenía una máscara de control, y la forma en que los cuervos norteamericanos interactuaron con ella --regañando a la máscara equivocada-- podría ofrecer pistas sobre lo que les ocurrió a la rubia Joyce y a otras mujeres rubias de Vancouver.
El control de Marzluff era una máscara de Dick Cheney, el exvicepresidente. Aunque la regañaron muchas menos veces que a la máscara de ogro, aún hubo un pequeño número de cuervos que le graznaron, lo que él interpretó como una susceptibilidad potencial a la confusión de identidad.
Esto le suena a Lynne Peeples, una escritora de ciencia de pelo rubio de Seattle. Hace aproximadamente una década, estaba trotando alrededor de un lago cercano a su casa cuando un cuervo se abalanzó sobre ella. Sintió un picotazo agudo en la parte superior de la cabeza.
Mientras seguía corriendo, vio a un hombre con una larga coleta rubia que perseguía y pateaba patos y otras aves a orillas del agua. El hombre parecía sufrir un episodio de salud mental y Peeples se preguntó si el cuervo que la atacó la habría confundido con él.
Identidad confundida o no, los ataques de los cuervos persistieron. El mismo día que la picotearon cerca del lago, Peeples estaba cenando fuera, en el patio de su apartamento. Los cuervos se abalanzaron sobre ella por turnos, esquivaron su cabeza por poco y la obligaron a entrar.
Siguieron ataques similares. "Durante los dos años siguientes, cada vez que veía un cuervo tenía miedo de que me atacaran", dijo Peeples.
Como en película de gánsteres
Ante la aterradora perspectiva de ser acechadas durante periodos muy largos, las víctimas de ataques de córvidos se debaten sobre la forma correcta de responder.
En Vancouver, poco pueden hacer las víctimas de los cuervos. Angela Crampton, especialista en medio ambiente del gobierno municipal, dice que la ciudad está orgullosa de su próspera población de aves, que incluye cuervos norteamericanos, en parte porque es una medida de la ecología de la ciudad.
"Aquí existe una subcultura de apreciación de los cuervos", dijo.
Crampton afirma que el principal mensaje de la ciudad es de "coexistencia" y que las autoridades no retiran nidos de cuervos ni podan árboles con el objetivo de reducir los ataques.
Este mensaje de "vivir con ello" resulta frustrante para Ruben Jimenez, un residente que la primavera pasada se mudó a un apartamento con un gran balcón. Jimenez plantó albahaca, lavanda y canasta de plata, pero casi siempre que salía a su balcón para cuidar las plantas era atacado.
"Se abalanzaban y venían por mí", dijo Jiménez. "Era grave. No podía dormir porque no dejaba de pensar en ello".
A su mujer le divertía bromear con él al respecto: un hombre de 1,82 metros y 100 kilogramos asustado por unos pájaros. (Por alguna razón, los cuervos no la acosaban a ella).
Jiménez colgó oropel brillante, puso cinta reflectante en la ventana e incluso colocó un búho de mentira en el balcón, cuya cabeza se mecía al viento. Nada funcionó.
Pensó en cómo se trataba a los cuervos locales cuando crecía en República Dominicana. Un hombre de la iglesia de su barrio recorría periódicamente el recinto con una escopeta de perdigones y eliminaba a los pájaros que se posaban en el edificio.
"Estaba llamando a mi padre cuando me atacaban y le explicaba que en Canadá no se puede disparar a los cuervos", dijo Jiménez. "Se reía y decía: '¿Y si los cuervos se meten volando a tu casa? ¿Tendrás que mudarte entonces?'".
Otros que se han visto acosados por los cuervos en Vancouver han llegado a un acuerdo con las aves. A menudo es en forma de lo que describen como un soborno.
Hace una década, Jill Bennett, locutora de radio en Vancouver, fue atacada incesantemente por cuervos mientras paseaba a su perro. Escapó metiéndose en un estacionamiento.
"Nunca había hecho nada malo o violento contra los cuervos", dijo Bennett.
Cuando volvió a ocurrir, Bennett empezó a llevar croquetas y maní en el bolso, y se los daba mientras paseaba.
Un par de cuervos empezaron a seguirla, como una especie de séquito protector.
El verano pasado, cuando un tercer cuervo con un plumaje característico se lanzó en picada sobre Bennett, el séquito pasó a la ofensiva y ahuyentó al cuervo intruso.
Bennett compara la alimentación de sus cuervos con una extorsión para la mafia. Es dinero de protección, dice, el precio de saber que no te atacarán desde el cielo.
"Yo lo llamo el impuesto de los cuervos", dijo.
Thomas Fuller, corresponsal de Page One, la portada del Times, redacta y reescribe las notas de primera página. Más de Thomas Fuller
Los expertos afirman que la mayoría de los ataques de cuervos se producen en primavera y a principios de verano, cuando los padres cuervos protectores vigilan a sus crías y defienden sus nidos. Pero en otros casos, el motivo del ataque de un cuervo no está tan claro. (Alana Paterson/The New York Times)
Lynne Peeples, escritora de ciencia de Seattle, se preguntó si el ataque de un cuervo durante un trote hace años fue un caso de confusión de identidad. (Alana Paterson/The New York Times)