El escenario de la Felsenreitschule, un teatro excavado en la ladera de una montaña de Salzburgo, Austria, tiene unos 40 metros de ancho. Durante los conciertos, los artistas salen de las catacumbas laterales, iniciando una caminata hasta el centro que, dependiendo de los nervios, puede resultar extenuantemente larga.
La violinista de 21 años María Dueñas hizo ese recorrido bajo los reflectores para su debut en el prestigioso Festival de Salzburgo una noche de este verano. Pero, en lugar de nervios, se sintió reconfortada en cuanto vio a la orquesta sentada.
“Me di cuenta de que estaba en un espacio seguro”, dijo a la mañana siguiente mientras tomábamos un café.
Miró más allá de las luces, a la sala llena, absorbiendo la energía del público. Una vez que encontró su sitio, acurrucada en el semicírculo de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena, levantó el arco y dejó escapar un sol abierto firme y conmovedor al comienzo del “Primer concierto para violín” de Bruch. Durante el lento segundo movimiento puso atención a la sala mientras tocaba, y se dio cuenta de que no oía respirar a la gente.
“Eso, para mí”, dijo, “es un concierto muy bueno”. El silencio atónito es habitual en las actuaciones de Dueñas, quien, en una industria siempre ávida del próximo prodigio, ha surgido como algo particularmente especial: una joven artista de fuerte carácter con algo que decir, y la habilidad para decirlo con brillantez.
Dueñas infunde a los repertorios muy conocidos, como el de Bruch, una perspectiva fresca y vigorosa; en las piezas nuevas escritas para ella, toca con una pasión tan convincente que puede ganarse fácilmente a un público escéptico. Y ahora, tras haberse presentado con algunas de las mejores orquestas del mundo, está alcanzando otro hito: el 22 de octubre debuta como solista en un recital en el Carnegie Hall, con un equilibrado programa de clásicos y un estreno.
“Tiene su propio tono, su propio lenguaje, y nunca copia a los grandes violinistas”, dijo el director Manfred Honeck, colaborador e impulsor. “Y, sin embargo, estoy convencido de que estará entre ellos, los Perlmans y los Óistrajs del futuro”.
Dueñas recuerda oír un violín por primera vez en el coche. Nacida en Granada, España, de padres que apreciaban la música pero tocaban solo de manera informal, escuchaba grabaciones en los viajes en coche. Luego, cuando tenía unos 5 años, vio a un violinista solista en concierto, y en poco tiempo se apuntó a clases.
Aprendió el instrumento rápidamente, sobre todo porque le encantaba practicar. “No lo veía como un trabajo o algo que tuviera que hacer”, dijo Dueñas. “Era algo que quería hacer, porque era muy divertido. Probablemente fue bueno para mí ser ingenua”.
A los 7 años ya se había matriculado en el conservatorio local, unos cinco años antes de la edad normal. Pero después se topó con un obstáculo. El siguiente paso habría sido estudiar a un nivel universitario, pero, con 11 años, no podía empezar hasta dentro de siete. Y su familia no podía cubrir las clases que necesitaba.
La salvación llegó en forma de una beca de Juventudes Musicales de Madrid, que Dueñas ganó en una audición en la que fue la aspirante más joven. Con ese dinero, pudo estudiar en el extranjero, en Dresde, Alemania, y toda su familia la acompañó.
“Somos tres chicos y mis padres”, dijo Dueñas. “Así que era un riesgo muy grande para todos. ¿Y si decía que no quería seguir tocando el violín al cabo de un año?”.
Ninguno de ellos hablaba alemán al principio, y Dueñas tuvo que hacerse cargo de su educación musical y los estudios en español en línea al mismo tiempo. También tenía la responsabilidad de tocar un valioso instrumento que le habían prestado: un violín del siglo XVIII de Nicolò Gagliano. (Hoy también tiene un Stradivarius de 1710 prestado por la Nippon Music Foundation, y alterna entre los dos instrumentos dependiendo del repertorio). Era mucho con lo que tenía que lidiar. “Tuve que ser fuerte”, dijo, “pero me hizo crecer, sin duda”.
Al cabo de un año y medio, la familia se trasladó de nuevo a Viena, donde viven desde entonces. Dueñas empezó a estudiar con Boris Kuschnir, su profesor más formativo, y pasaba su tiempo libre visitando los museos, teatros de ópera y salas de conciertos de la ciudad. Incluso aprendió baile de salón austríaco.
A lo largo del camino, se inició en la composición, empezando con cadencias para conciertos de Mozart, Beethoven y Brahms, y luego algo pequeño para piano. “Cuando escribes una cadencia, tienes que analizar la pieza mucho más profundamente”, dijo. “Puedes ver que Beethoven, por ejemplo, no tenía ideas muy fijas. Y esa es también la forma en que uno debe acercarse a su música”.
A los 14 años, Dueñas ya ganaba concursos internacionales. Rápidamente, se difundieron videos suyos por todo el mundo clásico: del Concurso de Violín de Zhuhai, en China, que ganó en 2017, y del Concurso Menuhin, que ganó en 2021. La gente del sector ha hablado de “su Lalo”, refiriéndose a sus videos de la “Symphonie Espagnole” de Lalo, con el tipo de abreviatura que suele utilizarse para las interpretaciones legendarias.
Las agencias de representación tocaron a su puerta, al igual que las discográficas. Acabó en la misma agencia que Honeck, el director de orquesta, al que conoció después de uno de sus conciertos. Fueron al sótano del famoso Musikverein de Viena y ella tocó para él. Dijo que su técnica era impresionante. También lo eran su sonido y su expresividad. La puso a prueba pidiéndole que tocara algo de Mozart que no había preparado, y ella lo hizo “realmente de maravilla”.
“En ese momento decidí”, dijo, “que quería apoyarla como pudiera”.
Honeck la invitó a unirse a la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh, de la que es director musical, en una gira como solista. Una noche en Estocolmo, dijo, se separaron tarde, tras una cena posterior a un concierto. Todos se fueron a dormir menos Dueñas y Kuschnir, quien se retiró a su hotel y vio una grabación de la actuación hasta las 2:00 a.m., analizándola y haciendo cambios para la noche siguiente.
Dueñas aportó un rigor similar a Beethoven and Beyond, un álbum del año pasado con Honeck y la Sinfónica de Viena bajo el sello Deutsche Grammophon. Con gran ambición, grabó y publicó cinco versiones distintas de las cadencias del “Concierto para violín” de Beethoven: las propias y las de Saint-Saëns, Spohr, Ysaÿe y Wieniawski. Tuvo una participación directa en el proceso de edición, colaborando con Honeck y los ingenieros para hacer lo que Honeck llamó “un gran producto que es muy suyo”.
“Tenía dudas sobre escalar esta montaña tan pronto”, añadió. “Beethoven es la cima de los conciertos. Pero realmente tenía algo que decir. Y cuando lo haya tocado 100 veces en otro lugar, estoy seguro de que tendrá opiniones aún más fuertes sobre la pieza”.
Otro gran director se enamoró de la interpretación de Dueñas: Gustavo Dudamel, el maestro superestrella de la orquesta filarmónica de Los Ángeles. Le enviaron un video de su Lalo, e incluso en YouTube pudo ver, dijo, “que tiene algo”.
Dudamel dijo que ella le recordaba la idea de “el duende” de Federico García Lorca. “Ella tiene ese duende, la magia”, dijo. “Va más allá del talento técnico. Tiene alma de artista. Es fuego. Pero al mismo tiempo puede ser agua. Se adapta, pero siempre con esa pasión única y especial que tiene”.
Cuando él y la Filarmónica encargaron un nuevo concierto para violín a Gabriela Ortiz, sugirió que se escribiera para Dueñas. Durante la pandemia, Ortiz habló con ella por Zoom y le preguntó: “Si escribo una pieza para ti, ¿podrías decirme cuánto tiempo necesitas?”.
“¡Dijo que dos semanas!”, contó Ortiz riendo. “Me quedé muy sorprendida, y entonces ella dijo: ‘Bueno, tres semanas’”. A Ortiz le agradó su energía y confianza, y luego se sorprendió cuando, en su primera reunión, Dueñas tocó la pieza, “Altar de cuerda”, con la perfección y la energía de quien lleva años interpretándola.
El concierto se estrenó en 2022, con excelentes críticas en Los Ángeles y en una gira que incluyó una parada en el Carnegie Hall. Pero la interpretación de Dueñas ha cambiado desde entonces. “Cada vez hace algo distinto”, dijo Ortiz, “y siempre asume riesgos”.
Dueñas se esfuerza por conseguir esa sensación de búsqueda de la aventura en cada presentación. “El público puede sentir cuando has tocado algo igual 100 veces”, dijo. También ha encargado más música, y ha empezado a equilibrar lo clásico y lo contemporáneo en su repertorio. (Con este fin, su próximo lanzamiento para Deutsche Grammophon, anunciado el lunes, es una grabación de los 24 caprichos de Paganini y otras piezas breves, incluidos caprichos de Ortiz y Jordi Cervelló, un compositor español fallecido en 2022).
A medida que Dueñas se establece en su carrera, también intenta reclamar más tiempo para sí misma, algo en lo que nunca pensó durante su adolescencia. Sigue siendo estudiante universitaria en Austria, aprendiendo interpretación y pedagogía del violín, y asegurándose de que tiene espacio para su vida personal y para hacer ejercicio.
Sus planes de actuación, que ahora se extienden hasta bien entrado 2026, incluyen abordar el “Primer concierto para violín” de Szymanowski. En su debut en el recital del Carnegie, con el pianista Alexander Malofeev, programó la “Sonata para violín” de Szymanowski, así como la famosa “Sonata de Franck” y el estreno de “De cuerda y madera” de Ortiz en el continente americano.
Es una velada equilibrada que, espera, mostrará tanto su identidad artística como su evolución. “Para mí siempre ha estado claro lo que quiero conseguir con la música, que es tener una voz distinta”, dijo Dueñas. “Cuando escucho a Heifetz y a Óistraj, me doy cuenta inmediatamente de quién está tocando. Aún no lo he conseguido, pero ese es mi objetivo”.
Joshua Barone es editor adjunto de música clásica y danza en la sección de Cultura y crítico de música clásica.
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