Los sobrevivientes del incendio del hospital de Gaza dicen vivir una 'pesadilla recurrente'

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Decenas de familias refugiadas frente al Hospital de los Mártires de al-Aqsa dicen que han sobrevivido a una serie de ataques israelíes contra el complejo y que se sienten atrapadas sin tener adónde ir.

No era la primera vez que los gazatíes desplazados que acampaban en el recinto del Hospital de los Mártires de al-Aqsa se despertaban con ataques israelíes contra el lugar donde intentaban ponerse a salvo. Pero el ataque del lunes eclipsó cualquiera de los que habían sobrevivido antes: llamas que saltaban de tienda en tienda, gritos de agonía y cuerpos tan carbonizados que resultaban irreconocibles.

"Es como vivir dentro de una pesadilla recurrente. Cada vez que dormimos, nos despertamos con la misma imagen de tiendas incendiadas y gente gritando", dijo Mahmoud Wadi, un joven de 20 años cuya familia lleva meses viviendo en el recinto del hospital.

Wadi dijo que este era el séptimo ataque al hospital que su familia presenciaba desde que se instaló en una tienda de campaña fuera del centro. Esta vez, en lugar de despertarse aturdido por el humo que salía de un punto del campamento, dijo que el calor de las llamas estaba por todas partes. Vio cuerpos "chamuscados y negros, como gigantescos trozos de carbón".

La familia Wadi es una de las decenas que han acampado en el estacionamiento del recinto, con la esperanza de que las leyes internacionales que prohíben los ataques a hospitales convirtieran la zona en un lugar seguro donde refugiarse. En cambio, según estas familias, han sobrevivido a repetidos ataques contra el hospital. El más reciente ataque, poco después de la 1 a. m. del lunes, provocó un incendio que hizo arder el campamento.

El ejército israelí dijo en un comunicado publicado en redes sociales que su objetivo era un centro de comando de Hamás situado cerca del hospital. Según dijo, el incendio que se declaró a continuación se debió probablemente a explosiones secundarias.

Los supervivientes entrevistados entre los restos humeantes del campamento declararon a The New York Times que el rápido avance del fuego se había visto alimentado por las explosiones de las bombonas de gas para cocinar de las familias y las llamas que se alimentaban de sus tiendas de plástico.

"La escena más difícil que puedes vivir es ver a tus vecinos ardiendo vivos y no poder hacer nada para rescatarlos", dijo Abed Musleh, un joven de 25 años que huyó del norte de Gaza y se refugiaba en una tienda de campaña en el estacionamiento con su esposa, sus dos hijos y sus cuatro hermanas. Calculó que el fuego había quemado al menos 30 tiendas. Los residentes se apresuraron a buscar cubos que no hubieran ardido en el incendio para ayudar a los equipos de rescate a apagarlo.

La autoridad de salud palestina dijo que cuatro personas habían muerto y más de una decena habían resultado heridas, pero que el número de víctimas mortales probablemente aumentaría. Más tarde, el lunes, Médicos Sin Fronteras, que cuenta con personal médico en Gaza, dijo que cinco personas habían muerto y decenas habían resultado heridas, algunas con quemaduras graves.

A pesar de los repetidos ataques, Musleh no tiene planes de marcharse. No encuentra ningún otro lugar al que ir, dijo, y sigue sin poder imaginar que otro lugar sea más seguro que un hospital.

Israel ha sido objeto de reiteradas críticas por atacar infraestructuras civiles, incluidos hospitales, durante el año que ha durado la guerra en Gaza. Un informe de la ONU acusó la semana pasada a Israel de una política deliberada de destrucción del sistema de salud. El ejército israelí ha dicho que actuó basándose en información de que Hamás estaba operando desde el complejo hospitalario, y ha dicho en repetidas ocasiones que intenta evitar bajas civiles.

Pero para los dos millones de habitantes de Gaza, un estribillo cada vez más común es que ningún lugar es seguro y que, con más del 90 por ciento de la población desplazada, quedan pocos lugares adonde ir.

Mohammed Ramadan, cuya familia de 10 miembros sobrevivió pero perdió su tienda de campaña, dijo sentirse atrapado por opciones imposibles: "No hay lugares seguros ni quedan sitios donde refugiarse".

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