'Desprecio' te advierte que no confíes en ella. Hazle caso

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TelevisionDisclaimer (TV Program)

La serie de siete episodios de Alfonso Cuarón, sobre la traición de las narrativas, es más fácil de admirar que de disfrutar.

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"Cuidado con la narrativa y la forma. Su poder puede acercarnos a la verdad, pero también puede ser un arma con un gran poder de manipulación".

La advertencia llega al principio de Desprecio, el thriller de Apple TV+, en boca de la periodista Christiane Amanpour. Ella aparece en la serie para entregar un premio a una documentalista llamada Catherine Ravenscroft (Cate Blanchett), quien a su vez está a punto de convertirse en el blanco de una narración maliciosa destinada a arruinarla.

El discurso de Amanpour nos dice que si uno se aferra demasiado a sus suposiciones, se puede caer. Podría tomarse como el descargo de responsabilidad de la serie.

El público ya ha aprendido esta lección en innumerables ocasiones: con Perdida, con Rashomon, con The Affair, con un sinfín de historias sobre historias y relatos poco fiables o contradictorios. Las advertencias, manifiestas y oblicuas, aparecen repetidamente en Desprecio, una adaptación en siete partes de Alfonso Cuarón (Roma, Niños del hombre) de una novela de suspenso de 2015 escrita por Renée Knight.

Este es el punto fuerte de la serie, y también su problema. Dedica tanto tiempo y esfuerzo a crear una trampa con su metarrelato, que su verdadera historia se resiente en el proceso.

El susodicho metarrelato llega al hogar de Catherine dentro de un sobre sin remitente, en forma de El perfecto desconocido, una novela publicada bajo seudónimo que, se da cuenta ella con horror y náuseas, detalla un terrible secreto de su pasado. Ella es la villana del libro, y su objetivo. "Cualquier parecido con personas vivas o muertas", reza la portada, "no es una coincidencia".

La llegada del libro es obra de Stephen Brigstocke (Kevin Kline), un amargado jubilado cuya esposa, Nancy (Lesley Manville), e hijo, Jonathan (Louis Partridge), han muerto, dejando a Stephen solo en una misión de venganza cuyas razones se desarrollan poco a poco en Desprecio.

Los ejemplares de la novela siguen a Catherine como drones explosivos, y todo aquel que la lee describe a su antagonista sin nombre en términos condenatorios y a menudo misóginos. Esto incluye a su hijo, Nicholas (Kodi Smit-McPhee), un chico que una vez fue dulce pero que se ha convertido en un joven de 25 años amargado y sin rumbo que se aleja de Catherine, aunque es muy cercano a su reservado marido, Robert (Sacha Baron-Cohen, que interpreta un papel serio y atípico).

Desprecio, que se estrenó la semana pasada, tiene algo que decir sobre las perspectivas y los prejuicios, y no le importa repetirlo. En la serie, dos voces en off compiten para narrar las historias entrelazadas de Stephen, quien lleva a cabo su elaborado plan como un Walter White de aspecto académico, y Catherine, que cae en una espiral de rabia y actitud defensiva a medida que se ve expuesta, impulsada por una desesperación cuyas causas no se atreve a expresar.

Cuarón ha dicho que adaptó Desprecio como una serie porque no veía forma de comprimir la historia en el espacio de un largometraje. Debo tomarle la palabra. Sin embargo, el tiempo extra no contribuye a profundizar en la caracterización de ninguno de los antagonistas, y sí socava la volátil tensión de su material original.

Uno sabe que se avecina algún tipo de giro --no lo revelaré; podrías adivinarlo de todos modos--, aunque solo sea por la estridencia con la que tantos personajes insisten en que ya conocen la verdad. Pero en siete episodios la historia se alarga como las vías de un ferrocarril, mientras uno espera el giro que viene como si se tratara de un tren retrasado.

Con siete episodios, uno tiene más tiempo. Tiempo para contemplar los huecos en la trama y la lógica que en una película de dos horas podrían haber sido pasados por alto. Tiempo para ver cómo un excelente reparto repite una y otra vez los mismos golpes de dolor y desesperación.

También se pasa mucho tiempo en las escenas que dramatizan la (intencionalmente) exagerada novela intercalada en la serie, en la que una joven Catherine (Leila George) y Jonathan cruzan sus caminos. Hay una razón para el melodrama y el sensacionalismo de esta narrativa, pero aun así hay que aguantarlo y verlo. Tal vez te preguntes si estás viendo una buena historia mal contada o una mala historia bien contada y si, al final y con todo el tiempo que hay que invertir, hay alguna diferencia.

La diferencia, si es que la hay, viene de lo bien que Cuarón logra sus mundos ficticios y metaficticios. Una historia que gira en torno al poder del punto de vista se beneficia de su mirada. A su cámara no se le escapa ni un gesto, ni una mirada, ni un grito ahogado de pasión. Envuelve el sombrío presente inglés en un frío húmedo; las escenas del pasado, bañadas en luz dorada, parecen tocadas por la propia luz de Dios. En las partes de mayor suspenso de la serie, sobresale a la hora de crear tensión y escenificar el horror.

Y hay algo que decir a favor de la ejecución en capas de esta historia. Uno puede ver mil señales de que algo está por suceder y, cuando finalmente ocurre, impactarse de todas formas. Desprecio puede parecer fría y carente de empatía --en muchos sentidos, la dificultad para empatizar es el tema de la serie--, pero Blanchett y Kline encuentran una trágica humanidad en sus personajes, el dolor tras la rabia aterrorizada de Catherine y la agria perturbación de Stephen.

Aun así, Desprecio es más fácil de admirar que de disfrutar. Se vuelve cada vez más sombría y poco productiva a medida que avanza hacia su muy anunciada moraleja. Es el tipo de logro que uno recuerda no de manera emocional, sino mecánica; uno quiere extender las piezas sobre un banco de trabajo y examinar cómo encajan.

Si eso no te satisface, no puedes decir que no te lo advirtieron. Cuidado con la narrativa y la forma.

James Poniewozik es el crítico jefe de televisión del Times. Escribe críticas y ensayos centrados en la televisión como reflejo de una cultura y una política cambiantes. Más de James Poniewozik

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